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domingo, 20 de mayo de 2012

UNA INMENSA AVENTURA EN UNA INFINITA SOLEDAD

Tan lejos como los pies me lleven
Josef Martin Bauer
Traducción de Pere-Albert Balcells
Edhasa Literaria, Barcelona, 575 páginas.
(LIBROS DE FONDO)



Existen tramas novelescas que son al mismo tiempo verdaderos libros testimoniales. Tales características las reúne de forma superlativa la odisea que relata Josef Martin Bauer en Tan lejos como los pies me lleven. O dicho de otro modo, el relato de aventuras de Clemens Forrel a ritmo de thriller. La gran caminata, el viaje interminable de un hombre que huyó de una de las más inhumanas cárceles en las que jamás se vio confinado el ser humano: las minas de plomo siberianas.
Pero la huida conduce al protagonista, Clemens Forell a una prisión igualmente pavorosa: la infinita soledad de las estepas siberiana, donde el protagonista padecerá en su propia carne el frío de la tundra, los lobos, el hambre y en su espíritu, algo mucho más peligroso: esa soledad que coloniza no los cuerpos sino el espíritu.
La novela reúne unas características tan poco convencionales que todo en la misma, incluido  su creación,  forma parte de la trama ficcional. He aquí las más significativas: Al final de la segunda Guerra Mundial, miles de prisioneros alemanes fueron sometidos a juicio y sentenciados por los tribunales militares rusos. Entre ellos, un teniente que fue condenado a veinticinco  años de trabajos forzados en una mina de plomo en Cabo Dezneva, en la más región oriental, en los límites del Océano Ártico. Las condiciones de vida son allí tan insoportables que Forrel solamente piensa en la huida. El azar hizo que un día de invierno de 1949 Forrel pudiese iniciar una larga marcha de más de 14.000 kilómetros hacia el oeste.
Durante la misma, el fugitivo vivió una auténtica odisea y una permanente aventura en uno de los parajes más inhóspitos del planeta, entre bandoleros, desertores, cazadores de fortuna, buscadores de oro, tribus autóctonas. Hasta que finalmente llega a la frontera persa.
En Teherán recupera su identidad y, poco menos que como un cadáver en vida, desembarca finalmente en la República Federal Alemana. Comienza a trabajar como técnico de reproducción de le Editorial Ehrenwirth, pero un día comete un error y toda una edición de las cubiertas de un libro termina inservible. Se justifica ante el editor contándole su excepcional historia.
Su error en el trabajo se debe a una especie de daltonismo, secuela de su constante visión de la nieve. Impresionado el editor, decide publicar las experiencias de Forrel que, sin embargo, se muestra incapaz de escribirlas. Contrata entonces a un periodista, Josef Martin Bauer que en 1955 publica una extraordinaria pieza narrativa, el libro que estoy comentando.
Josef Martin Bauer
Desde entonces, Tan lejos como los pies me lleven ha sido un éxito permanente, con traducción a más de quince idiomas y con más de treinta millones de ejemplares vendidos. En septiembre de 2003 La Campana lo traduce al catalán y el libro vuelve  a colocarse en la lista de los más vendidos. Edhasa lo publica en su versión integra en español, coincidiendo con su versión cinematográfica: Hasta donde los pies me lleven.
El ritmo de la narración y la espectacularidad del argumento hacen de la lectura de esta peripecia existencial de resistencia hasta el límite, una experiencia apasionante y de la novela, un libro que jamás envejece, a pesar del paso del tiempo.

Francisco Martínez Bouzas



Fotograma de la película "Hasta donde los pies me lleven"

Fragmentos

“Bajo la manta de lona, Forrel remueve las ramas, de las que ya hace tiempo que se desprende la pinocha, y esconde muy al fondo, sobre el suelo de roca, un trozo del culo de la botella de vodka. Quiere evitar el tener que enfrentarse otra vez con la misma tortura si algún día se le rompe el mango. El condenado conserva así bien escondida la primera joya de su tesoro, en lugar de guardarla simplemente junto con el resto de sus lastimosas pertenencias, en el saco que le sirve de almohada”

…..

“Usando los esquís como si fueran palas, Forell saca todavía más nieve de la base de la roca y, agradablemente acompañado por la calidez que encuentra allí en medio del frío reinante, acaba de abrirse un espacio suficiente para sustraerse por completo de la luz del día. La tempestad, ya casi inaudible, trae todavía sobre la roca un polvillo de nieve fina que cae casi a plomo. Pero antes de decidirse a escoger definitivamente este lugar, el fugitivo se asegura de que esta nieve que continúa cayendo borre sus huellas con la rapidez necesaria. Y así es. Las huellas ya casi han desaparecido. Forell permanece todavía una hora entera sentado con la espalda apoyada en la roca y con las piernas clavadas en la nieve que tiene ante él. Luego encuentra el ánimo necesario para coger la mochila, abrirla y revolverla un poco en busca de algo para comer”

…..

“La luz helada de la luna gotea a través de los árboles. La noche cruje de frío, y de vez en cuando se oye el chasquido de alguna cosa que se rompe. Quizás sea tan sólo el aire. Si sopla un poco de brisa no es difícil saber por dónde atacarán los lobos, porque siempre avanzan contra el viento. Y en la crueldad de la naturaleza no llega a haber suficiente capacidad de razonamiento como para burlar esta elemental previsión de los hombres y sorprenderles con un asalto por retaguardia. Anastas pone las manos sobre los hombros de sus compañeros para indicarles que permanezcan inmóviles. Deben mantener la calma y tener en sí mismos tanta confianza como los renos, que les vienen a avisar y así consiguen dominar su cobardía. A lo largo de generaciones han aprendido a confiar un poco en el poder del hombre, y se acercan a él, entre asustados y confiados, para despertarle y para que puedan hacer lo que acostumbran a hacer cuando ellos tienen miedo. Los lobos no suelen mostrar una ferocidad extrema porque también tienen otras maneras de saciar su hambre, pero en el fondo actúan de un modo muy parecido a como actúa el hombre, es decir, van en manadas e intentan cazar lo que se les ofrece por el camino”

(Josef Martin Bauer, tan lejos como los pies me lleven, páginas 123, 265, 381)

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