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martes, 20 de marzo de 2012

SARAH WATERS, DE LA NARRACIÓN DEL LESBIANISMO A LA CARA OCULTA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Ronda nocturna
Sarah Waters
Traducción de Jaime Zulaika
Editorial Anagrama, Barcelona, 573 páginas
(LIBROS DE FONDO)


La narradora galesa Sarah Waters, considerada la reina de la ficción histórica lesbiana, vio traducida  al español su cuarta novela, The Night Watch, editada en el año 2007 por la Editorial Anagrama de Barcelona. Una versión encabezada por un título oportuno, Ronda nocturna,  hace posible que los lectores hispanos podamos deleitarnos una vez más con  el espléndido ritmo narrativo de Sarah Waters. La escritora británica forma parte de la nómina de escritores de la Revista Granta en la pasada década. Cada diez años, en efecto, se considera que en las letras británicas nace una nueva generación de narradores. La forman, en teoría, los veinte escritores menores de cuarenta años elegidos cada decenio, desde 1983, por la Revista literaria Granta. Julian Barnes, Martin Amis, Ian McEwan o Salman Rushdie formaron parte, entre otros, de la lista Granta de  1983. Diez años más tarde, ingresaban en la misma Kazuo Ishiguro, Hanif Kureishi, Hill Self. Y en el año 2003  hacía su ingreso en el club de los jóvenes literatos Granta la galesa Sarah Waters.
Tal hecho, con independencia del valor intrínseco de su escritura, iba a significar que las obras de esta narradora llegarían a las manos de los lectores acompañadas de un plus  promocional inestimable. El éxito de ventas y las traducciones a numerosas lenguas non han hecho más que confirmar la consolidación de una narradora de inmenso talento, conocida igualmente por sus estudios sobre género y sexualidad. Pero sobre todo por haber firmado cinco novelas (El lustre de la perla, Afinidad, Falsa identidad, títulos de sus  versiones al español) que constituyen sin duda la mejor trilogía del amor lésbico de la literatura contemporánea. Y sobre todo, la crónica novelada de su normalización en la época victoriana. Sin embargo, la escritora galesa no se acerca al tema del lesbianismo desde la militancia, sino mediante el relato, contándonos verdaderas historias de amor que se desenvuelven en atmósferas y escenarios  dickensianos, perfectamente recreados mediante la ficción y la pluma de la escritora galesa.
Pero en su penúltima novela, Ronda nocturna, la puritana Inglaterra victoriana del siglo XIX le cede el protagonismo a un nuevo tiempo ficcional : los años cuarenta del pasado siglo. Un nuevo espacio, un período traumático, en el que Sarah Waters sitúa su prosa brillante y rica en matices. Una época marcada por la Segunda Guerra Mundial y por su posguerra. Un período prácticamente ausente del imaginario británico y que para la narradora supone “un nuevo punto de partida”. Y no únicamente porque cambie la ambientación, sino también porque Sarah Waters, en esta última novela, se aclimata a una nueva voz narrativa: una tercera persona que lo sabe todo, y con la que nunca había experimentado hasta el momento.
Después de documentarse profusa y profundamente sobre la vida cotidiana de este período, Sarah Waters llegó a la conclusión de que, al contrario de lo que se pueda pensar, fue un tiempo de amor y también de grandes oportunidades, en especial  para muchas mujeres que se vieron obligadas a ejercer empleos masculinos, a trabajar fuera de sus hogares sin dejar de lado sus tareas domésticas. Pero una vez que la Guerra concluyó y los varones retornaron del campo de batalla  a sus hogares, las mujeres fueron otra vez desterradas al ámbito doméstico, hecho que originó no pocos problemas como queda reflejado de forma magistral en esta historia coral que es Ronda nocturna.
La novela se halla estructurada al revés. El tiempo del relato empieza en 1947 y mediante una analépsis concluye en plena Guerra, en 1945. Un artificio o artimaña narrativa que la autora justifica de la siguiente forma: “Cuando conoces a alguien, lo que ves es su presente y poco a poco te vas sumergiendo en su pasado”.
La novela es en realidad un cruce de historias de cuatro personajes corrientes en una época traumática: los días dramáticos del Blitz, con los bombardeos sin tregua con los que el Reich intentaba devastar la capital británica. La base argumental de la novela no es otra que la captación de las repercusiones que aquellos hechos tuvieron en la población civil, personificada en cuatro protagonistas: Viv, Helen, Duncan y Kay. Ellos, sus palabras y sus hechos, ponen de manifiesto el fuerte impacto existencial que a muchos ciudadanos londinenses les hacía imposible soportar la presión de verse enfrentados cara a cara con una muerte casi segura, mientras que a otros les abría la puerta de impensables oportunidades  de vivir y realizarse de una forma distinta, con una libertad que jamás habían soñado, pero que los estigmatizaría para siempre.
Sarah Waters es un gran recuperadora de historias perdidas. En Ronda nocturna esas historias son las de Viv, Helen, Duncan y Kay, cuatro jóvenes con las que Sarah Waters pretende simbolizar la respuesta de la gente ordinaria frente a la guerra. En un ambiente de devastación y de horror surgen los amores, amores ocultos por obvios motivos sociales: los que germinan entre mujeres en un tiempo que no es el de hoy; también los que semejan perfilarse entre personas de distinto sexo, porque alguno de los personajes está casado y al mismo tiempo se halla indeciso sobre el destino de su matrimonio.
La estructuración del relato en tres períodos evita la reconstrucción de los particulares avatares de cada personaje a través de flashbacks y hace que nazca  en el lector un especial interés: el de descubrir, en la tercera parte de la novela, los orígenes de las relaciones. Cómo nacieron y cómo se alimentaron los amores y desamores, que secretos permanecieron sin verbalizar  y, en especial, cómo la guerra actuó de inflexible y férrea directora, haciendo que todos los personajes, que aparecen en el relato a través de escenas entrecruzadas, y muy humanizados, se pregunten al concluir el conflicto: y tú, ¿cómo lo soportaste, cómo resististe?
Las respuestas nos llegan de personajes mucho más humanos que los que Sarah Waters había creado para su trilogía victoriana. Al relatarnos sus vicisitudes -también su sexualidad sin eufemismos- la autora pretende acabar con el estereotipo heterosexual de aquellos días: “Me interesaba recuperar historias jamás contadas o que permanecieron silenciadas, como el hecho de que hubo muchos homosexuales que fueron héroes de guerra”

Francisco Martínez Bouzas

Sarah Waters

Fragmentos

“Él le subió la falda y le pasó la mano por la parte desnuda de la pierna, debajo de la nalga. Ella pensó que su vestido de crespón se estaría arrugando, que se le estaría enganchando las primorosas medias zurcidas por las hadas, pero ahuyentó el pensamiento. Al volver la cabeza, las campanillas se le cayeron del pelo y se le aplastaron, pero a ella no le importó. Percibió el olor a polvo, el olor repulsivo de la moqueta del hotel; se imaginó a todos los hombres y mujeres que quizá se hubieran abrazado encima o que acaso estaban tendidos así ahora, en otras habitaciones, en otras casas…, unos desconocidos para ellos…La idea, de pronto, le pareció encantadora. Reggie se abatió sobre su  cuerpo, como tenía que ser, y ella dejó que sus miembros se ablandaran, cediendo al peso del otro cuerpo, pero siguió moviendo las caderas. Se olvidó de su padre, de su hermano, de la guerra; se sintió expulsada fuera de sí misma, liberada”.
…..

“-¿Eso es el sentido de esta guerra? –preguntó Julia.
-¿Tú cuál crees que es?
Creo que es nuestro amor  a la barbarie, más que nuestro amor  a la belleza. Creo que el espíritu que se le infundió al edificio de St. Paul ha demostrado ser flaco: es como pan de oro y ahora se está levantando, se descascarilla. Si no nos pudo librar de la última guerra y no ha podido librarnos de esta…, de Hitler y el nazismo, del odio a los judíos, del bombardeo de mujeres y niños en capitales y ciudades…,¿de qué sirve? Si tenemos que combatir con tanto ahínco para conservarlo, ¡si unos ancianos tienen que patrullar por los tejados de las iglesias para barrer de ellas las bombas incendiarias con unos cepillos!, ¿qué valor tiene? ¿Qué lugar ocupa en el centro del corazón humano”

(Sarah Waters, Ronda nocturna, páginas 215, 408-409)

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