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lunes, 3 de enero de 2011

SUNSET PARK, VIAJE A LA DESESPERANZA

Sunset Park
Paul Auster
Editorial Anagrama, Barcelona 2010, 278 páginas.

   Me considero un incondicional de Paul Auster, fan  de un narrador que para mi no sólo es ya un mito, sino el autor de novelas como Leviatán, El Palacio de la Luna o La música del azar en las que hallé, desde la década de los 90, magníficos materiales para la didáctica de la Filosofía. El escritor de Brooklyn, considerado por muchos el maestro posmoderno de la narrativa, lleva más de tres décadas brindándonos notabilísimos  mundos ficcionales, pero también impresionantes bajones de calidad, fruto quizás de esa “relación adulterina” con el cine, como comentó en su momento Jorge Herralde, su editor en español. Sobre todo en algunos de sus últimos libros, que no obstante no le han hecho perder lectores incondicionales. Paul Auster sigue estando de moda. En España se le edita como un autor de culto; en América, igual que lo que acontece con su compatriota John Updike, lo siguen vendiendo como el reverso de la otra cara de los millonarios fabricadores de best sellers.
   Regresa ahora, traducido a varias lenguas peninsulares, con Sunset Park. No es una novela comparable a alguna de sus grandes creaciones, pero vale la pena leerla. Porque es una buena novela. Una novela que conduce a la modernidad, como tantas otras producciones suyas y a que sea calificado su autor como escritor de élites. Él, sin embargo, se considera simplemente “escritor universal”, deudor, como no podía ser menos, de la tradición literaria de otras geografías y de otras épocas. “No tendríamos  a García Márquez sin William Faulkner, ni a Faulkner sin Joyce, ni a Joyce sin Flaubert” afirmaba el escritor de Newark. Y retorna desde Brooklyn y  a Brooklyn, su territorio sagrado. Desde su santuario, en un pequeño estudio del barrio newyorkino y al corazón del mismo barrio,  donde se levanta la casa destartalada de Sunset Park, convertida en comunidad de okupas  y en cuyo centro y alrededores se desarrolla toda la novela, con excepción de los tres primeros capítulos.
   ¿ De qué trata la novela? De lo que siempre ha interesado al escritor, sean cuales sean sus argumentos: de la condición humana, de las arduas y difíciles relaciones entre las personas y con esos hilos invisibles gobernados por la ruleta azarosa de la existencia que nos brinda caminos jamás imaginados y que convierte la vida en algo caótico, capaz de nos sumergir en la más profunda y tenebrosa soledad o de agasajarnos con pequeños instantes de felicidad.
Paul Auster
   Sunset Park está ambientada en el aún cercano 2008, en  el post 11 de Septiembre y en el pre – Obama. Y en una breve sinopsis  argumental, diremos que sigue la estela de Miles Heller, un joven que lleva años desvinculado de su familia, tras la muerte accidental de su hermanastro de la cual se considera responsable. Ahora, después de deambular por varios Estados, vive feliz en Florida. Forma parte de un equipo que se dedica a limpiar viviendas de desahuciados por insolvencia e impago y se ha propuesto documentar con su cámara los últimos rastros de esas vidas. En un encuentro puramente casual, conoce a una chica de origen cubano, de la cual se enamora y con la que cohabita. Pero ella es menor de edad y una de sus hermanas le amenaza con darle el soplo a la policía si no le trae objetos que los inquilinos expulsados dejaron en sus casas vacías. El chantaje le obliga a aceptar la invitación de un amigo hasta que su novia cumpla la mayoría de edad. Regresa pues a Nueva York y en Sunset Park convive con un grupo de amigos que han ocupado una vivienda abandonada. A partir de aquí se desencadena verdaderamente la trama novelesca que sigue el guión de las estructuras narrativas de Paul Auster y que le hacen justicia de ese calificativo de escritor posmoderno.
   Siendo como es Sunset Park una narración de personajes, se convierte de inmediato en una novela coral y metaliteraria, porque el encuentro con cada uno de estos seres que pueblan el relato, genera de inmediato otra nueva historia  y ésta, otra. Cada personaje del libro origina la suya, pero estos pequeños bocetos de historias se amalgaman y finalmente se funden en el borrador de la historia del protagonista principal. Historias llenas de historias, un verdadero juego literario en el que se mezclan realidad y ficción. De todos modos, en Sunset Park se produce un cierto adelgazamiento en los juegos metaliterarios y en los trucos que emplea Auster, especialmente en lo referente al papel del azar. Ese mundo ateorizable donde los significados fortuitos  se convierten en destino, surge apenas en el primer capítulo, si bien el mismo autor se encarga de definirlo en la página 55: “Sólo otra jugada de dados, entonces, otra bola que ha salido del negro bombón metálicos, otra chiripa en un mundo de casualidades y eterno caos”.
   Pero en cambio el lector hallará, y en abundancia, muchos de los ejes temáticos que ya hemos visto en anteriores obras: personas cultas, víctimas de acontecimientos dramáticos y complejos; un entorno de elementos literarios y metaliteraios ( libros, editoriales, películas… ). También los tópicos que suele utilizar el autor: disputas y desencuentros familiares, en especial los paterno – filiales; los relatos colaterales sobre el béisbol y sus jugadores famosos, como estabilizador social de América y metáfora de la vida. Mas lo realmente novedoso de esta novela reside en su envoltorio temporal: año 2008, una época muy concreta en la que la crisis económica comienza a morder en los ciudadanos de las clases medias y bajas. Un mundo que se viene abajo, abrumado por la ruina económica y por la crisis inmobiliaria y la rabia de los desposeídos, metaforizado todo, ya desde el principio, por el trabajo que realiza el principal protagonista: vaciar las viviendas de los desahuciados  que no pudieron seguir pagando su hipoteca; chicos llenos de ilusiones y con excelente preparación académica, incapaces de hacer frente al alquiler. Todos, y así cierra Auster la novela, están ahora sin hogar, las construcciones  perdidas, las manos perdidas, un porvenir en el que no hay futuro y que lo único que permite, es vivir el ahora, el instante fugaz. Un amargo viaje, pues, hacia la desesperanza, magistralmente relatado.

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