La encomienda
Margarita
García Robayo
Editorial
Anagrama, Barcelona, 2022, 191 páginas.
A pesar de su juventud, la autora de La encomienda, la colombiana Margarita
García Robayo (Cartagena, 1980) ya ha atesorado un buen número de piezas
narrativas y algún ensayo: cinco novelas, varios libros de relatos y
minificciones. Y un libro de ensayo,
Primera persona. Una compilación de su obra narrativa fue traducida al
inglés, lo mismo que su novela Tiempo muerto (Holiday Heart, premiada con el English PEN Adward). En otros
idiomas también se puede leer parte de su obra. Es pues una escritora colmada
de experiencias, recursos y astucias. Su obra debe incluirse entre las más
sólidas y atrayentes de la actual literatura latinoamericana, según más de un
crítico. Es poseedora, según Leila Guerrero de un sofisticado sistema de capas:
goza de elegancia, astucia narrativa, y un mundo complejo repleto de aristas y
contrastes en la cabeza. Como todo el mundo, diría yo.
La autora confiesa que la trama de La encomienda es una historia que
descansaba desde hace tiempo en su mente, y quería hablar de ella, de la
intención fallida de deshacerse de los vicios del pasado, de todo el pasado que
te marca, y entre ello lo que no te gusta de tu familia. Ese pasado que retorna
está representado por la encomienda del título, metáfora de todo aquello que
puede deshacerse aunque no quieras.
Y así se inicia la novela: “A mi hermana le
gusta mandarme encomiendas”. Pese a haber puesto tierra por medio, recibe
paquetes (encomiendas) remitidas por su hermana que vive a más de cinco mil
kilómetros. Ella es su familia. También los es su madre peros sus relaciones son
turbias y difícilmente se soportan. Esas cajas llenas de productos generalmente
llegan estropeadas. Pero siguen llegando. Es el peso del pasado que la persigue,
y por mucho que quiera olvidarlo, es algo de los que no puede prescindir. Te
persigue como un fantasma. Estamos pues ante lo que la autora llama la falacia
del parentesco. El parentesco es un hilo
invisible, toca imágenes todo el tiempo para recordarnos que está ahí como una
obligación. “Ese lazo invisible que a veces parece un invento, a veces un
abrazo tibio, a veces una camisa de fuerza”.
Ahondando un poco más en la trama argumental,
pero sin revelar desenlaces, cabe decir que la única relación que le queda con
su país natal es a través de su hermana que le envía la encomiendas,
perfectamente embaladas por fuera, pero embutidas en comida podrida. Entre ella
y la hermana han optado por neutralizarse, y llega a creer que es víctima de un
enanismo emocional. Y un día decide querer irse a Holanda a escribir, pero
aspira a obtener una beca.
A lo largo de las páginas de esta novela, la
narradora y protagonista va suturando su vida cotidiana. Vive sola en un
apartamento con los recuerdos difusos de su infancia, recuerdos en los que
compartía vivienda con su madre y su hermana -agujas para ella- con las
experiencias de la infancia, y la relación, casi siempre tortuosa con su madre.
En Buenos Aires las fisuras que se abren a
la cotidianeidad no cesan, y la
narradora con solidez y mano maestra nos va conduciendo por sus laberintos
vitales: el peso y la incomprensión, llevarse bien con la hermana que no es
cuestión de química, sino de tenacidad y trabajo tortuoso; sus ocupaciones rastreras
en una agencia de publicidad. La madre que es su madre, pero ella no recuerda
la sensación de ser su hija; su vida silenciosa y gris, sus rutinas; la
historia silenciada de su relación amorosa; los anhelos por escribir una
novela, las desavenencias afectivas, reemplazadas con productos; su naturaleza
caótica; la idea llevar un diario que
pronto abandona; el sexo apresurado con Alex su pareja, la relación con los
vecinos. La incineración de un romance que pone fin a una relación. En fin, la
sospecha de un embarazo que con la prueba deja de ser sospecha.
Margarita García Robayo
Margarita García Robayo es sin duda alguna
una de las mejores escritoras que escriben sobre lo cotidiano y la familia, a
pesar, o precisamente, porque las familias son emboscadas. Está la literatura:
su misión es subvertir mandatos y reglas, y conceder gran importancia al
silencio que en esta pieza es protagónico.
Novela no lineal, con imágenes y sensaciones
sumamente originales que a veces cobran más importancia que el mismo argumento.
Con saltos en el tiempo y una estructura innovadora, capaz de transformar la
anécdota y la atmósfera cotidianas en materia narrativa. Y todo entremezclado
con ese hilo invisible que es la falacia del parentesco, “que a veces parece un
invento, a veces un abrazo tibio, a veces una camisa de fuerza. Por eso la
autora prefiere que la intimidad entre las personas, lo que se calla hiciera
más ruido que aquello que se dice.
Francisco
Martínez Bouzas