Pedro Juan Gutiérrez
Editorial Anagrama, Barcelona, 2019, 170 páginas.
El autor de esta novela, en buena medida autoficción, por más que el
mismo advierta en la misma que es una obra de ficción. En las entrevistas, sin
embargo, reconoce el carácter autobiográfico de la misma. Pedro Juan Gutiérrez
tiene en el tiempo de la historia cuarenta y ocho años. En las vísperas de la
navidad de 1998 había llegado a Madrid, con toda la fiebre, desesperación y el
arrojo del caribeño que descubre Europa; y con la cabeza como una ruleta rusa.
Lo que busca y persigue -y así arranca la novela- es alcohol, mujeres de las
que solo quería sexo, fumar como un loco; desorden total en la cabeza y una
miseria que nunca podía dejar atrás. Nos hace saber que ha escrito un libro y
que, a la altura de su edad, las cosas iban a cambiar lentamente.
Quien escribe
es Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, Cuba, 1950), uno de los pilares de la
narrativa latinoamericana actual. Autor de Ciclo
de Centro Habana, de la Trilogía
sucia de La Habana, el dirty realism que hizo que su nombre se asociara para
siempre al Bukowski caribeño; y de otros muchos títulos traducidos a varios
idiomas. Ha vivido en Europa, con viajes a Cuba, alternando el bienestar y lo
sórdido.
En sus obras
-y esta novela es una muestra- escribe de forma
trepidante, “una avalancha poderosa que arrastra todo”. Como su vida: a
tumba abierta. Es la llamada del Caribe, reconoce en una entrevista: cuando uno
es joven y vive en Cuba y es mestizo… uno cree que ya no hay límites.
Justamente por eso el título del libro (Estoico y frugal) no parece tener mucha
relación con la vida del autor-protagonista, que escribe con las tripas fuera.
Se ha escrito que el mercado, el lirismo y la literatura atraviesan las novelas
de Pedro Juan Gutiérrez.
Pero también
es lícito y factible, introducirnos en su literatura teniendo en cuenta otras
formas de mirar y de valorar: la destreza para describir y representar los
sectores marginales de Centro Habana, sacudidos por las crisis económicas de
los años 90. Él, quizás, como nadie, fue capaz de representar esa marginalidad,
plasmada en el desorden vital de esta novela: su visceralidad, su sexualidad
sin cortapisas, sus ansias de vivir, amar y follar como un medio de esquivar la
vacuidad y la muerte, como se nos recuerda en la presentación editorial.
La novela que
abarca un año. En efecto se inicia en un Madrid frío, con botellas de Jack
Daniels´s y “culo bellísimo y firme” de
Carolina, madrileña dura, de barrio, medio loca. El resto de sus compañías:
cubanos con grandes metas porque vivían al borde del abismo. Pero también el
protagonista confiesa vivir al garete: “el capitalismo es una mierda y el
socialismo es peor” (página 13). Al emigrar Carolina, la sustituyen unos amigos
de amigos: una madre y su hijo, herederos de historias fuertes y deprimentes.
Así pasa el invierno con sexo desenfrenado; sadomasoquismo con Camile, una
mujer inteligente y perversa de sesenta años; también con una buena señora de
noventa…amistades que siempre llevaban y terminaban con sexo.
Hasta que se
siente rebasado, y no quiere añadir más locuras a su vida. En el diario de
aquellos días y semanas, solo hay apuntes de desenfreno y otros más terrestres:
comentarios sobre libros, escuchar a Beeethoven o a Isabel Pantoja. Llega un
momento en el que sus andanzas se expanden por
Europa: Alemania (RDA) e Italia especialmente. Pero a veces siente el
vacio de la soledad absoluta. Es testigo de la transformación de la RDA, y
confiesa sus esfuerzos para meterse en el laberinto de escribir un libro. Y en
esos intentos, revela la vida ordinaria y oculta del escritor, con ciertas
pinceladas de metaliteratura. Odia el fracaso, la soledad, pero su instinto
básico sigue siendo el de mamífero desenfrenado. En Europa se encuentra con
mucho morbo, con una historia cargada de tanta testosterona que nubla la vista.
El sexo, el desenfreno sigue hasta el final, sin respetar límites.
Novela de ida
y vuelta, con regreso a la fría buhardilla madrileña, con su soledad perfecta,
y más tarde a La Habana. Los meses locos transcurridos en Europa, le indican
que hay otro camino, que hay regreso, que no será más el machito tropical.
Novela pues
con una estructura narrativa circular; con el discurso narrativo focalizado en
distintas situaciones, en espacios distintos. Surge así un flujo de historias
noveladas de corrido. En buena medida, también novela de formación, sin
importar que el protagonista ronde los cincuenta.
En la forma
externa de la novela, es decir en la envoltura del texto novelístico, el autor
emplea un lenguaje sin grandes artificios, con algún coloquialismo y sin
eufemismos. Llama la atención la admiración que en el relato novelesco se
observa por algunos de los grandes pintores europeos, especialmente por Vermeer
-su mundo le fascina-, por Brueghel y por los grandes músicos centroeuropeos,
especialmente por Beethoven.
Una novela,
en definitiva sobre la desmesura de la existencia cuando se superar los límites
y la vida se convierte en una estrago existencial, con la desmesura como único
antídoto. Por eso, Pedro Juan Gutiérrez será para siempre el Bukowski caribeño.
Francisco Martínez Bouzas