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miércoles, 28 de noviembre de 2018

HUÉRFANOS Y HUMILLADOS DEL SUBPROLETARIADO



Una vida violenta
Pier Paolo Pasolini
Monte Ávila Editores, Caracas, 284 páginas
(Libros de siempre)

   

   Una vida violenta está considerada como la novela que ocupa la cúspide de la narrativa de Pier Paolo Pasolini. Y como uno de los principales títulos de la narrativa de posguerra. La novela es sin duda una de las más poderosas representaciones de la realidad, porque el  escenario narrativo que nos ofrece Pasolini, en la construcción de un mismo  drama, lo encontramos todo: el día y la noche, los actores y sus sombras, el deseo y la frustración. Y todo eso lo logra Pasolini haciendo del lector testigo de las peripecias, romances, desengaños y tragedias de Tommaso Puzzilli, un joven que vive en una barriada de barracas de Pietralalata, en la periferia de Roma. Él, junto con sus compañeros, convive con el hambre y con la delincuencia, diseña y realiza robos, se prostituye, y se envilece a cada paso que da con comportamientos cada vez más violentos y embrutecedores. Y cuando el amor llama a su puerta y se convierte en la oportunidad de redención, no la puede aprovechar porque su pasado delictivo o la tuberculosis no le permiten proyectar un rayo de esperanza sobre su existencia.
   La obra de Pasolini es ante todo un texto fundamentado en la veracidad. Su fuerte carga de expresiva verosimilitud proviene del hecho de que los episodios descritos están extraídos de la vida diaria de un grupo de delincuentes de Roma en los años cincuenta; ambientes marginales que Pasolini conoció en toda su crudeza.
   Es así mismo una novela de formación que muestra el crecimiento interior del personaje principal que llega a transformarse de pequeño delincuente en un chico maduro y responsable del barrio INA Case. Y es finalmente una novela con grandes dosis autobiográficas porque está sacada  de las experiencias vitales del autor.
   
                                              
Pier Paolo Pasolini
   
                                                 

    Con relación a la técnica narrativa, es preciso anotar que Pasolini, en pleno respeto de la verosimilitud, deja que sean sus personajes los que hablen, sin intervenir con juicios valorativos explícitos ni con moralidades, pero situándose detrás de los mismos. El resultado es una narración con una focalización interna múltiple ya que las acciones llegan a los ojos lectores filtradas por los mismos personajes. El lenguaje es el apropiado para la recreación de la vida marginal: dura, violenta y a veces incluso obscena, escabrosa y mal hablada. El idioma que escuchaban y hablan todos los días los huérfanos y humillados del capitalismo de posguerra.

Francisco Martínez Bouzas

martes, 20 de noviembre de 2018

CONTRA EL UNO


Discurso de la servidumbre voluntaria
Étienne  de La Boétie
Traducción y estudio preliminar de José de la Colina
Editorial Tecnos, Madrid, 160 páginas
(Libros de siempre)

   

   El Discurso de la servidumbre voluntaria o contra el UNO es un acto de escritura acometido hace más de cuatro siglos por un joven estudiante de apenas dieciocho años, nacido en el seno de una familia acomodada, circunstancia que le permitió escapar del analfabetismo en un momento en el que las naciones-estado europeas se hallaban en su máximo auge, y en una época de apogeo de las monarquías absolutas. Fue así mismo contemporáneo del desarrollo de las estructuras administrativas en Francia, que establecen una nueva forma de gobernar: el arte de la servidumbre voluntaria, en la que probablemente pensaba Michel Foucault cuando definía la actitud crítica como “el arte de la inservidumbre voluntaria”.
   Son múltiples los aspectos merecedores de nuestra admiración en este breve ensayo y que conviene destacar. Entre ellos, la erudición y la solidez argumental, sobre todo si se tiene en cuenta la juventud de su autor, que impresionará a Montaigne que quiso conocer de inmediato a Étienne de La Boétie, al que por cierto rinde homenaje en sus Ensaios. La precoz genialidad, tanto del autor como de su texto, hizo que uno de los más ilustres comentaristas del mismo, Pierre Clastres, se preguntase si La Boétie no sería en el pensamiento político lo que Rimbaud era en la poesía. Otro rasgo que llama la atención es la actualidad de un texto, no solamente precursor intelectual y germen del anarquismo, sino también de los actuales movimientos sociales de la desobediencia civil y de la resistencia pacífica. Reseñable así mismo es el sólido y erudito alegato que La Boétie supo ver en el hecho de la dominación política, sin duda uno de los problemas fundamentales de las relaciones humanas.
   Las sociedades humanas se hallan surcadas por estructuras de poder que cristalizan en lo que Edgar Morin llama el tercer nacimiento del hombre: la máquina estatal entendida como “monopolio de la violencia física legítima” (Max Weber). Tal maquinaria estatal se transformó en las sociedades históricas en instituciones absolutistas, como los reyes y emperadores, hasta el punto de que en el siglo XVI, para la conciencia de los occidentales, tener fe, tener leyes y tener rey era el criterio de distinción entre las sociedades civilizadas y las salvajes.
   El Discurso de la servidumbre voluntaria es claramente un discurso político y sobre la política, ya que presenta la cuestión de la autoridad  sobre el pueblo y analiza las razones de las relaciones de dominación y de servidumbre. Aunque la época de La Boétie se halla muy alejada de la fundamentación contractualita del poder (la dominación derivada de un contrato entre personas libres), sus ideas prefiguran, no obstante, ese contrato social al invitar al lector a estar vigilante, teniendo siempre la libertad como referencia.
   La Boétie expresa con el lenguaje de los lógicos de su tiempo (con definiciones negativas y por lo mismo incompletas) este mal desorbitado: la irrupción de lo inhumano (el poder absoluto) en lo humano. Solamente nos dice de lo que no depende. Sin embargo, varios de los grandes lectores del Discurso de la servidumbre voluntaria corrigen esa ambigüedad, haciendo hincapié en  la promesa utópica de la “Tríada”, una reforma social basada en la igualdad más absoluta (Pierre Lerroux), o afirmando que la libertad voluntaria no es una utopía y la alienación no es necesariamente un destino (Pierre Clastres).
   Escribió Norberto Bobbio que toda la teoría del pensamiento político puede ser dividida en dos grandes territorios, según donde pongamos el acento: bien en el deber de obediencia civil, bien en el de resistencia, en el que es preciso inserir  la desobediencia  civil, en su significado de no consentimiento con la ley, con la finalidad de demostrar públicamente su injusticia. La desobediencia cívica, pasiva o activa, es un concepto moderno, nacido en el siglo XIX. Pero no cabe duda de que El discurso de la servidumbre voluntaria participa de esta modernidad, puesto que nos incita a rebelarnos contra el tirano. El lector de nuestros días de Étienne de La Boétie sabe que las tiranías de nuestro tiempo no solamente se encarnan o toman la forma de personas, sino que se incrustan sobre todo en las instituciones y mecanismos que dominan este orgulloso mundo global tan injusto.
    
                                                
Étienne de La Boétie
    

   La misma modernidad que el lector encuentra cuando La Boétie hace coincidir el republicanismo y el derecho natural. Si bien el autor renuncia a ocuparse directamente de la “controvertida cuestión”, república o monarquía, no tiene ningún reparo en preguntarse si la monarquía es merecedora de jugar algún papel, puesto que es bien difícil creer que tenga nada de público un tipo de gobierno donde todo es de uno. He aquí pues algunas razones que no substancian la genialidad y la actualidad de este breve texto, pero que pueden servir de acicate para leerlo una vez más.

Francisco Martínez Bouzas

domingo, 18 de noviembre de 2018

GRITO LIBERADOR Y EN ESPIRAL


Grito
Cecilia Palma
Ilustraciones de Catalina Mancilla Palma
Ediciones Eutopia, Santiago de Chile, 2018, 70 páginas.

   

   Hace ocho años tuve la oportunidad de presentar, sobre todo para los lectores españoles, a la poeta chilena Cecilia Palma, autoadscrita a lo que en Chile se llama  generación NN, la generación de los sobrevivientes en el período de la dictadura militar pinochetista. Cecilia Palma es así mismo una poeta metafísica, tal como la encuadra la crítica de su país. Grito, su nuevo poemario se vincula con esa misma línea en la que la poesía es un lugar de pensamiento, como señaló en su día en pensador francés Alain Badiou, en referencia a “la edad de los poetas”.
   Poesía metafísica en buena medida, mas en las antípodas de aquella poesía metafísica inglesa del siglo XVII, orientada a captar más la razón que las emociones, no al individuo sino a la especie.
   Grito es el quinto poemario de Cecilia Palma, y ya  el lema del paratexto (“La noche tiene la forma de un grito de lobo”, un verso de Alejandra Pizarnik) nos pone en la senda para llegar a las esencias de este libro y nos da una explicación sobre su campo de sentido. Cecilia Palma, si bien de forma más simbólica que narrativa, representa en el fondo algunos de los momentos y constantes de la existencia humana. Comenzando por el profundo desgarro que se produce cuando el grito del hijo, cobijado durante meses en el refugio materno, atrapado ahora en la quebrada del cuello, está a punto de ser parido. Es el alarido infinito y primigenio que lanza al recién nacido o a la recién nacida en caída libre; una caída que es a la vez drama y liberación. Pero también sangrar y desangrar.
   Y tras la expulsión del conducto vital, la navegación por la vida, con un cuerpo que también es prisión, obligados a arrojarnos en brazos del viento, acunados por el sueño y entregarnos al abismo. Y ser juguetes del destino, paralizados quizás por el miedo que “hiere / asfixia / sujeta / ciñe al respiro con trenzas negras” (página 36). Es el destino de la especie. Como también lo es la necesidad y el atrevimiento de avanzar, aunque sea con la certidumbre de la pérdida, de un mal paso que se descuenta al final de la partida.
   La poeta no olvida los contextos en los que esa existencia recién alumbrada tendrá que vivir, y a los que tendrá que enfrentarse: los ocres del desierto, una historia de abusos y de niños tragados por el frío, golpes, estocadas que acechan en caravana, vacíos en el estómago, vacuidades devoradoras del pensamiento, amores inconclusos, dudas que rondan los cuerpos… Y frente a todo ello, la única defensa: un cuerpo que es apenas una certeza, pero que es capaz de abrazar y besar. El beso desembalado se transforma en caricia capaz de sorber el miedo. Tampoco omite Cecilia Palma el recuerdo de los ausentes, la estirpe que se aferra a los huesos. Por eso los recoge a todos, y será con ellos que se arroje a la contingencia y a la lucha existencial.
   Con la seguridad de que la vida renace después del grito, la poeta realiza en sus versos, estrofas y poemas una profunda reflexión -poética en la forma, existencial en el contenido- sobre esa partida que es la vida que, cual espiral representada copiosamente en las ilustraciones, gira y gira en torno al grito liberador, frente a la penuria que es la existencia.
   Una poética que, como en Vuelvo de Siberia esta tarde, se eleva como operación de lenguaje y pensamiento, sin palabras vanas, sin cultismos, en una sucesión contenida, con ausencia incluso de título, aunque  acompañados por acertadas ilustraciones -“ut pictura poesis”- de Catalina Mancilla Palma.
   Poesía pues que sutura emoción y pensamiento. Por eso habla a la vez el corazón y la cabeza, nos deleita y nos hace pensar.

Francisco Martínez Bouzas


Cecilia Palma


Tres poemas de Grito

¡Ah, ese grito!

“ese grito que desgarra y
somete
que arrincona a los sentidos en un
vértice
          amortajados tal vez
en sigilo
ellos permitiendo la oscuridad
            o la luz
roce de donde habita
el coraje
de aquello que ha estado
prisionero bajo la piel
es el momento del derroche
del disolverme amarrada
al sonido que expulsa la
campana
             deste
único templo
lo cierto
lo exquisitamente mero
es el momento
de sangrar y desangrar el
torrente aferrado en
el tajamar
en el túnel, en el conducto
              vital   
desarraigar lo que
somete y sujeta
lo que ahoga día con
día
           momento a momento”

…..

“arriba se abrazan los vientos
un disfrute gozoso a la intemperie
un precoz destino de uniones y éxtasis
largas greñas envuelven los ocres del desierto
una chola grita a sus antepasados una historia
de abusos y de niños tragados por la
arena y el frío
canta a la aurora rosácea
inaugura el silencio
despeja el destino sus pasos

yo juego a extender mis alas
pero no hay viento que se lleve mi nombre
en tropeles los instantes
vértigos y náuseas atacando
delirios de amores ciegos
golpes que acechan en caravana

ella resiste a la estocada
pone su pecho abierto
mientras las mariposas huyen de
la escena”

…..

“se calma la vigilia con ese
beso negruzco de los cirros
tan húmedo y tan blando

hay que apagar la mirada -digo- y
respirar

se acumulan las imágenes adentro mío
se atropellan
insisten
juegan aganar la batalla

hay que apagar la mirada y
respirar -repito-

y dejarse arrastrar por el viento
abandonarse al silencio
a lo absoluto
al goce de los sentidos
tengo tanto que decir
         tanto que decir”

(Cecilia Palma, Grito, páginas 13-17, 48-49, 66-67)