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Jorge Herralde |
Hoy, 2 de enero de 2017, si las
informaciones de los medios no están equivocadas, se producirá el relevo de Jorge
Herralde al frente de Editorial Anagrama. La editorial independiente que más
éxitos ha cosechado en España y en el mundo latinoamericano, pasará
definitivamente a manos de Feltrinelli,
y será dirigida por Silvia Sesé, la editora que el mismo Jorge Herralde
propuso. No será, sin embargo, una
desconexión absoluta ya que Jorge Herralde seguirá colaborando con la
Editorial, “apoyando, sin interferir, la labor de la excelente Silvia Sesé”,
según las mismas palabras del fundador de Anagrama. Se despide pues de las
labores editoriales directivas el último mohicano de la edición, el hombre
insumiso a la dictadura franquista y al
poderío del mercado y de los megagrupos empresariales, el creador de tantas
colecciones de éxito, desde las que aparecieron en aquellos años de finales de
los 60 en los que Jorge Herralde aprendió a ser editor, con colecciones tan
emblemáticas como “Argumentos”, “Documentos” (1969), “Cuadernos Anagrama”,
también de aquellos años, hasta “Panorama de narrativas (1981), sí, esos libros
de la “peste amarilla” como los calificó
José Manuel de Lara, “Narrativas hispánicas” que se estrena en 1983 con la
creación del Premio Herralde de Novela, hasta las que han aparecido en los
últimos meses o años: “Compendium”, “Otra vuelta de tuerca”, “Edición limitada
o “La conjura de la risa”.
En un día como este, reproduzco, traducida
al español, una entrevista con la que Jorge Herralde me honró en el año 2003 y
que con el título “Jorge Herralde, home insubmiso” fue publicada por el
Suplemento Revista das Letras del
periódico Galicia Hoxe. Paola Tinoco, jefa de prensa de la distribuidora de
Anagrama en México, gestionó la publicación de esta entrevista en el país
azteca.
Jorge
Herralde, hombre insubmiso
“Más
de treinta y dos años trabajando de forma incansable en el mundo de la edición.
Más de treinta y dos años buscando la excelencia literaria. Miles de libros en
la calle. Todo ello es un aval que convierte a Jorge Herralde en el principal
editor literario independiente en español. Sobre el pasado, presente y futuro
de la edición y de Anagrama, Jorge Herralde habla para Revista das Letras.
F. Martínez Bouzas: Para usted, según escribió Álvaro Pombo en diciembre
de 1988, todo existe para convertirse en libro. Pero al mismo tiempo lo retrata
como un ser misterioso y complejo, acostumbrado a tomar grandes decisiones
editoriales. Entonces y para comenzar, ¿podría decirnos en pocas palabras quién
es el editor Jorge Herralde?
Jorge Herralde: A efectos editoriales, el responsable del catálogo de
Anagrama desde su fundación. Posiblemente
no sea una respuesta adecuadamente misteriosa y compleja, pero sí diáfana.
F.M.B.: ¿Y la “traición” a su carrera de ingeniero industrial
y a la tradición metalúrgica familiar a cambio de una vocación “rectilínea”
dedicada en cuerpo y alma a la edición?
J. H.: En realidad no hubo ninguna traición, siempre me consideré un
ingeniero industrial accidental. Tuve la suerte o la desgracia de que, a pesar
de que siempre me apasionó la literatura, las matemáticas no me resultaron
territorio hostil, por lo que pude cursar la carrera, sin ningún entusiasmo. Recuerdo que
en el último año de estudios tuve mi primer proyecto editorial, que a la postre
se frustró, como tantos otros en aquellos tiempos difíciles. Después de una
época vegetando en la empresa familiar y fantaseando con proyectos culturales,
finalmente decidí lanzarme al ruedo y puse en marcha Anagrama.
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En Turín después de recibir el Premio Grinzane Cavour junto a Inge Feltrinelli y Loli Gubern (2005) |
F.M.B.: ¿Qué modelos editoriales tiene en mente cuando fundó
Anagrama?
J.H.: Más que modelos, podría citar editoriales para mí admirables. En
lengua española estaban Seix-Barral en España, Losada en Argentina, Siglo XXI y
ERA en México. O Minuit y Maspero en Francia, Einaudi y Feltrinelli en Italia,
o Grove Press en Estados Unidos.
Mi
idea era combinar la radicalidad política (de izquierdas, claro) con la
vanguardia cultural. Estábamos a finales de los 60 y editoriales como
Feltrinelli, Wagenbach o Christian Bourgois se movieron en direcciones
similares a Anagrama en los años 70.
F.M.B.: Y aquella fascinación por los libros y por las
películas de aquel inquieto Jorge Herralde de los años sin corbata, de aquellos
primeros títulos (Detalles y L’ofice de viure) o de la colección
“Cuadernos Anagrama” que recogían la sustancia de la época, ¿se mantiene
todavía ahora con la misma vigencia?
J.H.: Con los libros, sí. Por fortuna o por algún gen testarudo me sigue
apasionando la lectura y sigo teniendo algo parecido a un shock cuando descubro
a una nueva voz, véase el ignoto Andrés Barba o mi lectura tardía pero febril
de Ricardo Piglia, o cuando constato la imparable progresión de un escritor: un
caso reciente: Expiación de Ian
McEwan.
En
cuanto al cine, voy mucho menos, la vida editorial y la lectura me tienen algo
así como placenteramente secuestrado. Me encantan Tim Burton o los hermanos
Cohen, preferencias obvias, y repaso títulos antiguos en televisión, como el
estupendo cine negro norteamericano o el gran Orson Welles.
F.M.B.: Los primeros tiempos de Anagrama fueron tiempos
dedicados al ensayo y al libro político o teórico de una forma muy especial.
Será después de la muerte de Franco, hacia 1981, con “Panorama de narrativas”,
y en 1983 con “Narrativas hispánicas”, cuando se produce un acercamiento a la
narrativa, a una narrativa tanto hispánica como universal. ¿A qué se debe esta
ampliación del camino o esta reorientación de la Editorial?
J.H.: En efecto, me pareció a la vez prioritario y estimulante dedicarme
preferentemente al ensayo político y cultural, aunque la literatura estuvo
presente desde sus inicios en la “Serie Informal” iniciada en 1970 con Ojos, círculos, búhos de Luis Goytisolo,
mi primer autor español, y donde aparecieron textos tan diversos como Sonetos de amor de Shakespeare, libros
de Kafka, Stendhal y Sade, o los primeros títulos de Tom Wolfe. Luego en 1977
se inició “Contraseñas”, la colección de literatura marginal, “out-law” y
“off-off”, con Bukowski, Copi y los ases del Nuevo Periodismo que conectó de
inmediato con el espíritu libertario de
la época.
Luego,
tras el llamado “desencanto” y el contagioso desinterés por el libro político,
regresé a mis primeras amores (mi proyecto inicial pre-Anagrama había sido
fundamentalmente literario). El primer paso fue “Panorama de narrativas”, en
1981, una colección con vocación explícitamente panorámica, seguida en 1983 por
su colección hermana, “Narrativas hispánicas”. Ambas tuvieron de inmediato una
excelente acogida.
F.M.B.: En la segunda mitad de los años 70 desaparecieron
prácticamente todas las revistas políticas y se produce el colapso de la
mayoría de las editoriales progresistas, ¿cuál fue la estrategia de Anagrama
para poder sobrevivir ante la precariedad de esos años?
J.H.: Anagrama se salvó por los pelos, gracias en parte a no ser una
editorial sólo de textos políticos. La colección “Contraseñas” ayudó
significativamente a capear el temporal.
F.M.B.: En estos primeros años tuvo lugar no solamente la
lucha contra la censura a base de una política de hechos consumados que
Anagrama practica de forma arriesgada y que facilitó no sólo una cadena de
secuestros que Perich refleja de forma magistral, sino también el
enfrentamiento con otro tipo de censura, la practicada por los grupos nazis con
la permisividad gubernamental, ¿podría evocar para los lectores de hoy el clima
de aquellos años, hechos como el incendio de la sede de Distribuciones Enlace?
J.H.: Anagrama tuvo el discutible honor de ser una de las editoriales más
represaliadas por la censura franquista, pero pudo sobrevivir, lo que no
lograron otros compañeros de fatiga. Fue un período duro en el que se
descabezaron o mutilaron proyectos editoriales, pero al mismo tiempo muy
estimulante: parafraseando una frase de Manolo Vázquez Montalbán, “contra
Franco peleábamos mejor”. Ahora la pelea es contra la teocracia del Mercado,
los delirios megaempresariales y sus visibles secuelas en agentes, autores,
literatura menos exigente, etc.
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Jorge Herralde junto a Rafael Chirbes ganador del Premio de la Crítica con "Crematorio" (2008) |
F.M.B.: Con usted trabajan una serie de autores, tanto
ensayistas como narradores, que alguien ha llamado “escritores de culto”. Así
mismo, se ha ganado el apoyo de un selecto grupo de lectores que son
absolutamente fieles a los productos de Anagrama. ¿Cómo explica usted este
hecho, que en una época en la que se ha impuesto la literatura de género, la
literatura de consumo que no arriesga nada, Anagrama siga vendiendo productos
basados en la calidad del texto con independencia de su comercialidad?
J.H.: Anagrama, por fortuna, no es un fenómeno aislado. En todos los países
hay sellos en los que los lectores “fuertes” confían y se convierten en sus
propagandistas.
F.M.N.: Anagrama practica una “política de autor”. En sus
catálogos figuran muchos autores con más de diez títulos. Pero a la vez, otra
constante de la Editorial es la búsqueda de nuevas voces -la apuesta por los
clásicos del futuro- ¿cómo compagina el editor ambas vías?
J.H.: En el fondo son los
proyectos incompatibles entre sí, ya que hay un “numerus clausus” bastante
estricto de novedades al año. La clave del sabor del cóctel es intentar
mantener los mejores autores del fondo editorial e incorporar las nuevas voces
más prometedoras. No es fácil, tampoco es la cuadratura del círculo, pero sí
requiere atención constante al bebedizo.
F.M.B.: Lo que ven en Anagrama la tribu de sus lectores es un
faro de referencia frente al best-seller y a los grandes consorcios
editoriales. ¿Es suficiente la “excelencia literaria” para resistir al imperio
de los megagrupos? ¿Su globo puede ser realmente pinchado como ha manifestado
usted últimamente?
J.H.: Los pronósticos son azarosos por definición. Pero situándonos en el
estricto presente, se observan algunas editoriales independientes que apuestan
inequívocamente por la “excelencia literaria” que resisten mejor el actual
momento, bastante difícil, que los grandes grupos, cuyos crujidos los vocalizan
sus propios portavoces: reducción de novedades y despido de colaboradores, como
síntomas inequívocos.
F.M.B.: Usted tiene experiencia de que no existen fidelidades
con mayúsculas (caso Javier Marías entre otros). ¿Podríamos llegar entonces a
la conclusión de que el mercado “poluciona” y amenaza a la literatura?
J.H.: Sería ilusorio pensar que existen fidelidades con mayúsculas (aunque
haberlas haylas como las esquivas meigas), pero sí con versalitas. En Anagrama
estamos razonablemente satisfechos al respecto, y en algunos casos nos quedamos
muy descansados ante ciertas “infidelidades”.
F.M.B.: ¿Cuál es la lógica y cuáles son los peligros de la
concentración editorial sin precedentes que estamos observando en los últimos
tiempos? ¿Cabe algún tipo de optimismo?
J.H.: Diría, quizá exageradamente (pero no mucho), que la “lógica” consiste
en la “huida hacia delante”, con el
peligro del abismo, nada infrecuente. Se puede confiar en la alternancia
sístole-diástole y observar la buena salud de varios proyectos independientes.
F.M.B.: Parcelemos un poco el diálogo. ¿Sigue opinando que la
novela británica (la del British Dream Team) es la mejor que se escribe
actualmente en el mundo?
J.H.: No recuerdo haber hecho una afirmación tan rotunda, pero resulta obvio
que en los años 80 surgió una generación extraordinaria en el Reino Unido, la
de Martin Amis, Julian Barnes, Ian McEwan, Graham Swift, Kazuo Ishiguro, Hanif
Kureishi, publicados por Anagrama, a los que deben añadirse Salman Rushdie o
Wiliam Boyd.
Como
fenómeno colectivo de impacto en los años noventa fue muy celebrada la
literatura angloindia con el precursor Rushdie, seguido de Wikram Seth, Arundhati
Roy, Amitav Gosh o Rohinson Mistry. Y en los últimos años la narrativa francesa
parece defenderse eficazmente de las acusaciones de catatonia y ombliguismo,
véase Houellebecq, el ejemplo más impactante.
De
todas formas la literatura está compuesta, como es sabido, por las obras de
cada escritor “en solitario”. Finalmente, los grupos o generaciones tienen
escaso interés, salvo el académico, la facilidad taxonómica.
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Con Amélie Nothomb en la presentación de "Ni Eva ni Adán (2008) |
F.M.B.: Y la gran literatura hispanoamericana actual ¿es
aquella que poco a poco se aleja de la “sombra del boom”?
J.H.: Se ha comparado, precisamente, la explosión de la literatura
angloindia de los 90 con el glorioso boom latinoamericano de los 60. Ahora,
tras años de reflujo, aparecen nuevas voces y se consolidan otras. En conjunto
parece un período muy fértil, tras la “muerte del padre” o su digestión más o
menos accidentada.
En
el caso de Anagrama hemos publicado en los últimos años, además de otros muy
valiosos, dos autores de una categoría unánimemente reconocida como
excepcional: el argentino Ricardo Piglia y el chileno Roberto Bolaño.
F.M.B.: No hace mucho usted manifestaba que le sigue
motivando el mismo espíritu de los inicios: encontrar un texto de calidad de un
autor desconocido. De hecho usted los ha buscado en las literaturas de todo el
mundo. Así descubrió a Paul Auster, a Raymond Carver, a Pedro Juan Gutiérrez, a
Roberto Bolaño, a Pedro Lamebel y a tantos otros. ¿Por qué no dirigir la mirada
a las literaturas periféricas españolas? El sistema literario gallego, por
ejemplo, publica de vez en cuando, narrativa que se ajusta plenamente a los
criterios que conforman las colecciones de Anagrama, y su editora se
convertiría entonces en un trampolín de prestigio para dar a conocer las
literaturas periféricas en versión española. ¿Podría ser una idea válida dentro
de los proyectos futuros de Anagrama?
J.H.: Por una parte, dirijo la mirada, de forma muy preferente a las
literaturas que puedo leer. Y así Anagrama es la editorial que más autores
catalanes ha traducido al castellano, con diferencia. Y con resultados poco
entusiasmantes, por cierto, excepto en el caso singular de Quim Monzó.
F.M.B.: Una última pregunta. Los títulos que publique en el
futuro Anagrama ¿continuarán siendo apuestas personales de Jorge Herralde?
J.H.: Me temo que sí, salvo ausencia forzosa."
(Entrevista publicada en el periódico
Galicia Hoxe el 12 de junio de 2003)
El libro
Opiniones
mohicanas
Jorge Herralde
Círculo de Lectores, Barcelona, 2002, 348 páginas.
Jorge Herralde es autor de varios títulos
relacionados todos con la actividad editorial o con escritores. Como este es un
cuaderno de crítica literaria, quiero hacer mención, en una simple reseña
informativa de uno de sus libros, publicado en México en el año 2000 y en
España en el 2001 por Quaderns Crema y en el 2002 en Círculo de Lectores,
precisamente por Silvia Sesé, la persona que ahora le sucede al frente de Anagrama. Un libro que Jorge
Herralde tuvo la gentileza de regalarme y dedicarme.
Con prólogo de Sergio Pitol, reproducción
del texto de la presentación de la edición mexicana en D.F, y una Nota previa
del propio Herralde, el libro recoge diversos textos que el autor había
publicado a lo largo de los años. Tomo de la nota previa de Jorge Herralde la
sustancia del libro: “Anagrama: una capsula”, el texto que abre el libro,
reproduce una charla en el primer curso de edición de la Universidad Pompeu
Fabra de Barcelona, en mayo del 97. A
continuación, bajo los epígrafes “El autor es la estrella” y “Queridos colegas”
se recoge una selección de textos
dedicados a escritores y a editores.
Textos casi siempre escritos a petición,
como “discos solicitados”: Sartre, Nabokov, Pitol, Tito Monterroso, Alejandro
Rossi, Carlos Monsiváis, Pedro Lemébel, Antonio Escohotado, Roberto Bolaño,
Vila-Matas, Álvaro Pombo, Soledad Puértolas, Ignacio Martínez de Pisón u Oscar
Tusquets, entre otros muchos, son analizados, sobre todo desde una perspectiva
como editor.
En “Queridos colegas”, Jorge Herralde
recuerda a Josep Janés, a Carlos Barral, a Giulio Einaudi… o celebra los
treinta años como editor de Klaus Wagenbach, y los veinte de Elvira Sellerio,
el 75º aniversario de Siegfried Unseld. Glosa la figura de Roberto Colasso como
editor y escritor o viceversa, homenajea a Mario Muchnik, o traza un croquis
acelerado de Beatriz de Moura. O recuerda en quince secuencias a Esther
Tusquets. “Divertimentos etnográficos” la cuarta sección, reproduce un divertimento que Herralde escribió, a modo
de diario, durante su estancia en París con ocasión del Salon du Livre.
Finalmente, en la última sección “Opiniones mohicanas” reproducen textos,
igualmente solicitados en su mayor parte, para intervenir en congresos, mesas
redondas y medios de comunicación. En todos ellos, Jorge Herralde reflexiona
sobre el estado de la edición independiente en este tiempo de la concentración
editorial, con el “progresivo enrarecimiento de la situación”. Entre ellos figura
el artículo “Opiniones mohicanas” que le da el título al libro.
Dos bloques de fotografías completan un libro misceláneo
pero muy interesante para conocer el pensamiento de Jorge Herralde, sobre el mundo
editorial de nuestra época y su aproximación a varios escritores.
Francisco
Martínez Bouzas