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miércoles, 11 de enero de 2017

EL ENVÉS DE LA REALIDAD



El juego del revés
Antonio Tabucchi
Traducción de Carlos Gumpert
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 183 páginas.

   Anagrama publica la que parece ser la edición definitiva de Il gioco del rovescio  que Antonio Tabucchi escribió a partir de 1978, aunque no fue editado hasta 1981. La primera edición española es de 1986, y con relación a ella, la nueva traducción añade dos relatos que habían  aparecido, junto con otro que Tabucchi decidió eliminar, en la edición de Los volátiles del Beato Angelico; más otro relato, “Fuegos artificiales”, inédito hasta ahora en español. El mismo Antonio Tabucchi (Pisa, 1943 – Lisboa, 2012) nos ofrece, en un breve prólogo de carácter informativo, una sucinta exégesis de alguno de los relatos. Admite que el primero, “El juego del revés”, a pesar de que ni el mismo escritor haya sido capaz de entender la relación que puede existir entre su vida personal y los libros que escribe, conserva un cierto reflejo autobiográfico. Otros tres relatos (“Teatro”,  “Paraíso Celeste” y “Voces”) le fueron contados y él se limitó a añadir la forma de relatarlos. El resto son prosas que nacieron sin ningún nexo con lo conocido o lo vivido.
   Pero tanto unos como otros comparten el mismo aire de familia: “una cosa que es «así», era sin embargo de otra forma” (página 12). Un rasgo distintivo que el autor de esta nueva traducción, Carlos Gumpert, en un buen trabajo sobre Antonio Tabucchi, ajeno al prólogo, interpreta como algo seminal en la poética del escritor toscano, aprendido de Pessoa, es decir el concepto del “revés de las cosas, símbolo de nuestra incapacidad de conocer la realidad.”
   Sabido es que Tabucchi se alimenta, en buena medida de la obra del maestro del disfraz y de los heterónimos. Fernando Pessoa, pero también de Borges y de Scott Fitzgerald; y en estos relatos se patentizan varias de las obsesiones del genial escritor portugués: el revés de las cosas, como ya señalé, el relativismo de la verdad, el peso de los recuerdos, el genial “pecado” fernandino  de escudriñar la esencia  de las cosas desde otras perspectivas. Precisamente por eso, la coprotagonista del primer cuento, Maria do Carmo Meneses de Sequeira reitera ante el narrador que Pessoa es un gran genio porque supo comprender el otro lado de las cosas, de lo real y de lo imaginado, “su poesía es un juego del revés”. Porque para Tabucchi el descubrimiento de que aquello que vivimos puede ser narrado de otra manera constituye un profundo giro cultural. Justamente el envés de las cosas se yergue entonces como la gran clave interpretativa de la obra narrativa del escritor.
   Es así como Maria do Carmo alcanza su reverso en una narración basada en el cuadro Las Meninas de Velázquez. Es también así como en el relato “El Pequeño Gatsby”, en el que afloran los recuerdos de las vivencias de un hombre en relación con su esposa, Fitzgerald se convierte en el pequeño Gatsby. O el poeta Dino Campana en “Vagabundeo”, uno de los relatos sin “domicilio fijo” viaja en el carromato del mercachifle Rogolo regalando arte encerrada en pequeños papelitos que  reparte de casa en casa hasta llegar a Canossa. En “Carta desde Casablanca”, el segundo relato, Tabucchi nos permite leer la carta fantaseada de un travestí argentino nacido en Italia dirigida a Lina, su hermana. Se hace llamar  Giosefine, el entrañable apodo con el que llamaban a  una palmera a la que los dos querían entrañablemente; y le da cuenta de su vida hasta su primera actuación como mujer. En otro de los relatos, “Teatro”, un recién licenciado en Ciencias Políticas y Coloniales, recuerda, cuatro años después de su llegada a la colonia portuguesa de Mozambique, la cena y la sesión teatral a la que fuera invitado por un diplomático inglés. El teatro al que asisten, se desarrolla en un viejo galpón de madera y, en ese escenario, el inglés interpreta distintos papeles de Shakespeare. Tabucchi nos presenta en este cuento que le contaron, el juego del doble y también del envés, ya que el diplomático había sido un gran actor shakesperiano, desaparecido sin embargo del mundo civilizado. En fin, “Dolores Ibárruri llora lágrimas amargas” es el relato más breve y en él, Tabucchi hace aflorar los recuerdos de una madre sobre su hijo asesinado. También aquí juega Tabucchi con el reverso, en este caso  de una persona, porque la historia que han hecho circular, se contrapone a la visión que ella tiene del hijo asesinado.
   Tanto en los cuentos a los que he aludido expresamente, como en el resto, Tabucchi se propuso captar el revés de las cosas, darle cabida a otros puntos de vista, a aquellos que normalmente quedan ocultos en las sombras, alejados de la visual predominante. Quizás su profundo conocimiento de Pessoa indujo al joven Tabucchi a reflexionar sobre la naturaleza contradictoria de lo real, sobre su esencia compleja y múltiple. El juego del revés consiste así mismo en ponernos en lugar del otro, en asumir su forma de pensar y de querer. Y todo esto expuesto con los efluvios de una prosa alejada de cualquier giro rompedor. Una prosa pausada, intimista, reflexiva, tersa y limpia, pero capaz de expresar lo etéreo y lo liviano. Una prosa de la que Antonio Tabucchi fue el gran maestro y un insuperable orfebre.

Francisco Martínez Bouzas

                                                  
Antonio Tabucchi

Fragmentos

“Cuando Maria do Carmo Meneses de Sequeira murió, yo estaba mirando Las Meninas de Velázquez en el Museo del Prado. Era un mediodía de julio y yo no sabía que ella se estaba muriendo. Me demoré contemplando el cuadro hasta las doce y cuarto, después me alejé lentamente procurando  transportar en mi memoria la expresión de la figura de fondo, recuerdo que pensé en las palabras de Maria do Carmo: la clave del cuadro está en la figura del fondo, es un juego del revés; crucé los jardines y cogí un autobús hasta la Puerta del Sol, comí en el hotel, un gazpacho bien frío y fruta, y fui a acostarme para engañar el bochorno meridiano en la penumbra de mi habitación. Me despertó el teléfono a eso de las cinco, o tal vez no me despertó, me hallaba en un extraño duermevela, fuera zumbaba el tráfico de la ciudad y en la habitación zumbaba el aparato de aire acondicionado, que, en mi conciencia era en cambio el motor de un pequeño remolcador azul que cruzaba el estuario del Tajo al atardecer, mientras Maria do Carmo y yo lo observábamos.”

…..

“Rodolfo murió en diciembre del año sesenta y uno, ya se lo he dicho, se pasó los últimos días muy inquieto, pero no por la enfermedad, estaba angustiado por lo que estaba sucediendo en el mundo, o sea en Rusia, no sé exactamente  qué, sé que Kruschev  había revelado las atrocidades cometidas por sus predecesores y él se atormentaba, ya no dormía, ni los somníferos le hacían efecto, después un día llegó una carta para él, el remite decía: La Pasionaria, Moscú. Y dentro estaba escrito: Dolores Ibárruri  llora lágrimas amargas.
Pues eso, era así mi hijo. ¿Qué le han hecho? He visto su foto en los periódicos, le han hecho pedazos, y yo ni siquiera he podido verlo, han escrito que ha hecho cosas… me falta valor para decirlo…atroces. ¿Han dicho atroces? Pues usted ha podido escuchar otra historia, la historia de una persona a la que usted conoce, yo le he hablado de mi Piticche, le agradecería  que no mencionase ese nombre en su periódico, discúlpeme si lloro, no quería llorar pero las lágrimas se me salen solas, ¿qué hago bien en llorar?, tiene usted razón, hago bien en llorar.”

…..

“Rogolo se sentó y Dino le explicó en qué consistía su aportación. Consistía en embellecer cada hojita con una frase artística, porque era bello que el arte llegara así a la gente, llevada por el pico de un loro que elegía al azar entre las hojitas del destino. Y aquella era la extraña función del arte: llegar con el azar a personas al azar, porque todo es azar en este mundo, y el arte nos lo recuerda, y por eso nos pone melancólicos y nos reconforta. Nada explica. Como no explica el viento: llega, agita las hojas y los árboles quedan atravesados por el viento, y el viento vuelve y se marcha.”

(Antonio Tabucchi, El juego del revés, páginas 15, 110, 164)

sábado, 7 de enero de 2017

"A LA SOMBRA DEL TIEMPO" "



Paisaje
Ricardo Martínez-Conde
Ediciones Vitruvio, Madrid, 2016, 76 páginas.

   A pesar de su tardía incorporación a la poesía -se dio a conocer en los años noventa con un poemario en gallego, Lento esvaece o tempo, y su primera obra lírica en español, Los argumentos de la tarde es de 1991-, Ricardo Martínez-Conde es hoy en día autor de una extensa obra lírica escrita y publicada tanto en gallego como en español, con aportaciones importantes además  en el terreno de la prosa y del ensayo. Ricardo Martínez-Conde es uno de los poetas que, en esa década de los noventa, contribuyó con su personalísima forma de poetizar a la superación de la resaca culturalista en la poesía gallega. Con una calidad literaria innegable y un estilo tan definido que es reconocible, la escritura poética del autor nacido en Aldariz-Sanxenxo hizo posible una productiva convivencia entre el poema prosificado y el lirismo en variadas formas poéticas (versos cortos, haikus, líneas versales de amplio recorrido…). Su arma preferida a la hora versificar será una lengua sencilla, cercana a lo coloquial y con una cadencia rítmica no muy alejada de la prosa. Todo ello hace que Ricardo Martínez-Conde goce actualmente de un nombre propio, fruto de la valía de su trayectoria.
   Paisaje, su último poemario en español, concentra su foco de atención en una lírica que no es ajena al autor ya desde su primera obra en gallego: en la interiorización y evocación melancólica del paisaje, de las realidades de la naturaleza, para poder expresar de forma plástica, serena y sencilla, pero con fuerza reveladora, reflexiones de carácter metafísico y existencial, los grandes temas atemporales como el paso del tiempo, el destino, la memoria, la fugacidad de los seres, las perturbaciones angustiosas del ánimo, la esperanza, la noche del alma, la incertidumbres, el amor, el miedo cotidiano, el destino…
   Sesenta y seis poemas que se caracterizan, casi todos ellos, por estar dotados de una perspectiva subjetiva, que giran en torno a un yo que osmotiza la realidad física o exterior desde su punto de vista, y en los que el objetivo principal no es la descripción de lo externo, sino la expresión de la interioridad de las sensaciones y sentimientos. La palabra no tiene pues sentido por sí misma, sino como vehículo transmisor del interior del poeta: el azul del mar recuerda los días felices; el cielo, ese “cielo manual” es recordación del Cielo y del Destino; los sonidos y colores, cada uno en su lugar y en su hogar, nos advierten, nómadas como somos, de nuestro tránsito, de nuestro destino; la sombra de la nube y su extraño paisaje que nos señalan nuestra condición de  “no-ser” que “todos aceptamos en silencio”; la sombra que miramos y que encierra una luz que nos convoca hacia una inesperada aventura; esa luz veraniega que le hace pensar a la voz poética que es, que existe; el cumpleaños del amigo que le recuerda cómo el tiempo ha ido pasando; las blancas piernas maternas y su blanca entrega que evocan en el yo poético su fracaso a la hora de imitarla; el vuelo de la mariposa “que invita a recordar / que algo florece lejos”; las hojas otoñales que se suturan con el yo  en “una comunidad de espera”; la mirada a los objetos que impulsan a establecer una relación con la voz poética, que “es como mirar hacia mi”; la sonrisa tan pasajera como el mismo vivir. O, en fin, el fecundo silencio de la rama del poema que clausura el libro, que en su origen fue una semilla, pero ahora nos surte de frutos reales.
   Poemas de profundo e indiscutible calado filosófico que se interrogan sobre los grandes temas en los que se cimienta el ser humano, que cuestionan el valor de la libertad y nos invitan a meditar sobre la fugacidad del tiempo desde múltiples formulaciones (“la sordina del tiempo”, “el tiempo es el susurro”, “el tiempo cuenta, predispone”, el tiempo que es “como el ser, viva espera”. O cavilan sobre la concepción materialista-dialéctica de la existencia, como revelan los magníficos poemas en los que se cita a Epicuro o el dedicado a Lucrecio. Ese “certo que  non hai cousa por derriba das cousas” que poetizara otro gran vate gallego, lo expresa Ricardo Martínez-Conde en un hermosísimo poema que no me resisto a reproducir: “Tomó de cada cosa el ser. / Tomó de cada nombre el nombre. / Tal fue el origen / ya inmutable e infinito, / pues no hay otro. / Tiempo y espacio; / un dios y un vago itinerario / indecible. No hay nada más / No existe nada más” (página 63).
   Poesía sapiencial como se ha escrito, ajena a barroquismos y a vanos artificios, en la que el poeta busca y consigue el término exacto, la palabra apropiada. Con significativos recursos como el abundante empleo de los paréntesis -una llamada de atención quizás sobre la presencia de la voz poética-. Poesía cristalina, con elevada concentración conceptual para degustar al abrigo de una lectura profunda y sin prisas.

Francisco Martínez Bouzas

                                                    
Ricardo Martínez Conde

Selección de poemas

Mar

“Espero que nada turbe lo que pienso:
me gusta la afinidad con el mar.
Es casi azul y casi amigo (a veces gris,
indiferente, simula no querer escucharme.
Pero lo hace sin duda; luego
me lo recuerda)

Es grande como el viento, móvil
como la extensa lluvia de los días felices”
(página 12)

…..

“La muerte es tan fiel como el agua, y
como ella me forma y recorre y guía
con la lentitud de lo necesario
(Apenas reclama, siendo su discreción
un paradigma de intriga y armonía)

Guarda y me guarda. Vive y me vive
con la intimidad de una costumbre.
Y solo cuando está muy cansada
pide  mi compañía; pide para sí.”
(página 26)

…..

“Miradme hojas. Sí, vosotras, las últimas
del  Otoño que guardáis la memoria
del año para verterla luego en ceremonia
(ese elaborado fervor estético al caer)

Pocos quedan que quieran recordar; esos
huyen, pero huyen de sí ¿Cómo puede ser eso?
¿Habrá justificación humana en algo así?

Miradme hojas. Juntos formamos
una comunidad de espera:
sin palabras, siempre innecesarias
(ahora ya innecesarias)”
(página 41)

…..

“Verum in nubibus”

“Si miro al cielo pienso en la vida
(un gesto  cualquiera, el más mínimo, es
capaz  de despertar intimidad o decepción)

Si miro a la vida, pienso en las nubes
(¡qué cantinela la suya; el viajero distraído!)

Cada día se reserva para sí aquello
que  ya hemos pensado un día a solas”
(página 51)

…..


“La sonrisa se atiene al gusto,
a lo contado; así es el vivir.
¿Y qué otra verdad hay
sino esa sensación?

Epicuro ha querido decir
que soy en la medida en que existo.
Es decir, ser es vivir.
A uno y otro lado ya el vacío.

¿Y ha dicho algo distinto de cuanto
pensamos a solas?

A solas, eso es vivir”
(página 64)

(Ricardo Martínez-Conde, Paisaje)

lunes, 2 de enero de 2017

DESPEDIDA DE JORGE HERRALDE, EL ÚLTIMO MOHICANO DE LA EDICIÓN



 
Jorge Herralde
   Hoy, 2 de enero de 2017, si las informaciones de los medios no están equivocadas, se producirá el relevo de Jorge Herralde al frente de Editorial Anagrama. La editorial independiente que más éxitos ha cosechado en España y en el mundo latinoamericano, pasará definitivamente  a manos de Feltrinelli, y será dirigida por Silvia Sesé, la editora que el mismo Jorge Herralde propuso. No será, sin  embargo, una desconexión absoluta ya que Jorge Herralde seguirá colaborando con la Editorial, “apoyando, sin interferir, la labor de la excelente Silvia Sesé”, según las mismas palabras del fundador de Anagrama. Se despide pues de las labores editoriales directivas el último mohicano de la edición, el hombre insumiso  a la dictadura franquista y al poderío del mercado y de los megagrupos empresariales, el creador de tantas colecciones de éxito, desde las que aparecieron en aquellos años de finales de los 60 en los que Jorge Herralde aprendió a ser editor, con colecciones tan emblemáticas como “Argumentos”, “Documentos” (1969), “Cuadernos Anagrama”, también de aquellos años, hasta “Panorama de narrativas (1981), sí, esos libros de la “peste amarilla”  como los calificó José Manuel de Lara, “Narrativas hispánicas” que se estrena en 1983 con la creación del Premio Herralde de Novela, hasta las que han aparecido en los últimos meses o años: “Compendium”, “Otra vuelta de tuerca”, “Edición limitada o “La conjura de la risa”.
   En un día como este, reproduzco, traducida al español, una entrevista con la que Jorge Herralde me honró en el año 2003 y que con el título “Jorge Herralde, home insubmiso” fue publicada por el Suplemento Revista das Letras del periódico Galicia Hoxe. Paola Tinoco, jefa de prensa de la distribuidora de Anagrama en México, gestionó la publicación de esta entrevista en el país azteca.

Jorge Herralde, hombre insubmiso

Más de treinta y dos años trabajando de forma incansable en el mundo de la edición. Más de treinta y dos años buscando la excelencia literaria. Miles de libros en la calle. Todo ello es un aval que convierte a Jorge Herralde en el principal editor literario independiente en español. Sobre el pasado, presente y futuro de la edición y de Anagrama, Jorge Herralde habla para Revista das Letras.

F. Martínez Bouzas: Para usted, según escribió Álvaro Pombo en diciembre de 1988, todo existe para convertirse en libro. Pero al mismo tiempo lo retrata como un ser misterioso y complejo, acostumbrado a tomar grandes decisiones editoriales. Entonces y para comenzar, ¿podría decirnos en pocas palabras quién es el editor Jorge Herralde?
Jorge Herralde: A efectos editoriales, el responsable del catálogo de Anagrama desde su fundación. Posiblemente no sea una respuesta adecuadamente misteriosa y compleja, pero sí diáfana.
F.M.B.: ¿Y la “traición” a su carrera de ingeniero industrial y a la tradición metalúrgica familiar a cambio de una vocación “rectilínea” dedicada en cuerpo y alma a la edición?
J. H.: En realidad no hubo ninguna traición, siempre me consideré un ingeniero industrial accidental. Tuve la suerte o la desgracia de que, a pesar de que siempre me apasionó la literatura, las matemáticas no me resultaron territorio hostil, por lo que pude cursar la  carrera, sin ningún entusiasmo. Recuerdo que en el último año de estudios tuve mi primer proyecto editorial, que a la postre se frustró, como tantos otros en aquellos tiempos difíciles. Después de una época vegetando en la empresa familiar y fantaseando con proyectos culturales, finalmente decidí lanzarme al ruedo y puse en marcha Anagrama.

                                            
En Turín después de recibir el Premio Grinzane Cavour junto a Inge Feltrinelli y Loli Gubern (2005)


F.M.B.: ¿Qué modelos editoriales tiene en mente cuando fundó Anagrama?
J.H.: Más que modelos, podría citar editoriales para mí admirables. En lengua española estaban Seix-Barral en España, Losada en Argentina, Siglo XXI y ERA en México. O Minuit y Maspero en Francia, Einaudi y Feltrinelli en Italia, o Grove Press en Estados Unidos.
Mi idea era combinar la radicalidad política (de izquierdas, claro) con la vanguardia cultural. Estábamos a finales de los 60 y editoriales como Feltrinelli, Wagenbach o Christian Bourgois se movieron en direcciones similares a Anagrama en los años 70.
F.M.B.: Y aquella fascinación por los libros y por las películas de aquel inquieto Jorge Herralde de los años sin corbata, de aquellos primeros títulos (Detalles y L’ofice de viure) o de la colección “Cuadernos Anagrama” que recogían la sustancia de la época, ¿se mantiene todavía ahora con la misma vigencia?
J.H.: Con los libros, sí. Por fortuna o por algún gen testarudo me sigue apasionando la lectura y sigo teniendo algo parecido a un shock cuando descubro a una nueva voz, véase el ignoto Andrés Barba o mi lectura tardía pero febril de Ricardo Piglia, o cuando constato la imparable progresión de un escritor: un caso reciente: Expiación de Ian McEwan.
En cuanto al cine, voy mucho menos, la vida editorial y la lectura me tienen algo así como placenteramente secuestrado. Me encantan Tim Burton o los hermanos Cohen, preferencias obvias, y repaso títulos antiguos en televisión, como el estupendo cine negro norteamericano o el gran Orson Welles.
F.M.B.: Los primeros tiempos de Anagrama fueron tiempos dedicados al ensayo y al libro político o teórico de una forma muy especial. Será después de la muerte de Franco, hacia 1981, con “Panorama de narrativas”, y en 1983 con “Narrativas hispánicas”, cuando se produce un acercamiento a la narrativa, a una narrativa tanto hispánica como universal. ¿A qué se debe esta ampliación del camino o esta reorientación de la Editorial?
J.H.: En efecto, me pareció a la vez prioritario y estimulante dedicarme preferentemente al ensayo político y cultural, aunque la literatura estuvo presente desde sus inicios en la “Serie Informal” iniciada en 1970 con Ojos, círculos, búhos de Luis Goytisolo, mi primer autor español, y donde aparecieron textos tan diversos como Sonetos de amor de Shakespeare, libros de Kafka, Stendhal y Sade, o los primeros títulos de Tom Wolfe. Luego en 1977 se inició “Contraseñas”, la colección de literatura marginal, “out-law” y “off-off”, con Bukowski, Copi y los ases del Nuevo Periodismo que conectó de inmediato con el espíritu libertario  de la época.
Luego, tras el llamado “desencanto” y el contagioso desinterés por el libro político, regresé a mis primeras amores (mi proyecto inicial pre-Anagrama había sido fundamentalmente literario). El primer paso fue “Panorama de narrativas”, en 1981, una colección con vocación explícitamente panorámica, seguida en 1983 por su colección hermana, “Narrativas hispánicas”. Ambas tuvieron de inmediato una excelente acogida.
F.M.B.: En la segunda mitad de los años 70 desaparecieron prácticamente todas las revistas políticas y se produce el colapso de la mayoría de las editoriales progresistas, ¿cuál fue la estrategia de Anagrama para poder sobrevivir ante la precariedad de esos años?
J.H.: Anagrama se salvó por los pelos, gracias en parte a no ser una editorial sólo de textos políticos. La colección “Contraseñas” ayudó significativamente a capear el temporal.
F.M.B.: En estos primeros años tuvo lugar no solamente la lucha contra la censura a base de una política de hechos consumados que Anagrama practica de forma arriesgada y que facilitó no sólo una cadena de secuestros que Perich refleja de forma magistral, sino también el enfrentamiento con otro tipo de censura, la practicada por los grupos nazis con la permisividad gubernamental, ¿podría evocar para los lectores de hoy el clima de aquellos años, hechos como el incendio de la sede de Distribuciones Enlace?
J.H.: Anagrama tuvo el discutible honor de ser una de las editoriales más represaliadas por la censura franquista, pero pudo sobrevivir, lo que no lograron otros compañeros de fatiga. Fue un período duro en el que se descabezaron o mutilaron proyectos editoriales, pero al mismo tiempo muy estimulante: parafraseando una frase de Manolo Vázquez Montalbán, “contra Franco peleábamos mejor”. Ahora la pelea es contra la teocracia del Mercado, los delirios megaempresariales y sus visibles secuelas en agentes, autores, literatura menos exigente, etc.

                                         
Jorge Herralde junto a Rafael Chirbes ganador del Premio de la Crítica con "Crematorio" (2008)


F.M.B.: Con usted trabajan una serie de autores, tanto ensayistas como narradores, que alguien ha llamado “escritores de culto”. Así mismo, se ha ganado el apoyo de un selecto grupo de lectores que son absolutamente fieles a los productos de Anagrama. ¿Cómo explica usted este hecho, que en una época en la que se ha impuesto la literatura de género, la literatura de consumo que no arriesga nada, Anagrama siga vendiendo productos basados en la calidad del texto con independencia de su comercialidad?
J.H.: Anagrama, por fortuna, no es un fenómeno aislado. En todos los países hay sellos en los que los lectores “fuertes” confían y se convierten en sus propagandistas.
F.M.N.: Anagrama practica una “política de autor”. En sus catálogos figuran muchos autores con más de diez títulos. Pero a la vez, otra constante de la Editorial es la búsqueda de nuevas voces -la apuesta por los clásicos del futuro- ¿cómo compagina el editor ambas vías?
J.H.: En el fondo son los proyectos incompatibles entre sí, ya que hay un “numerus clausus” bastante estricto de novedades al año. La clave del sabor del cóctel es intentar mantener los mejores autores del fondo editorial e incorporar las nuevas voces más prometedoras. No es fácil, tampoco es la cuadratura del círculo, pero sí requiere atención constante al bebedizo.
F.M.B.: Lo que ven en Anagrama la tribu de sus lectores es un faro de referencia frente al best-seller y a los grandes consorcios editoriales. ¿Es suficiente la “excelencia literaria” para resistir al imperio de los megagrupos? ¿Su globo puede ser realmente pinchado como ha manifestado usted últimamente?
J.H.: Los pronósticos son azarosos por definición. Pero situándonos en el estricto presente, se observan algunas editoriales independientes que apuestan inequívocamente por la “excelencia literaria” que resisten mejor el actual momento, bastante difícil, que los grandes grupos, cuyos crujidos los vocalizan sus propios portavoces: reducción de novedades y despido de colaboradores, como síntomas inequívocos.
F.M.B.: Usted tiene experiencia de que no existen fidelidades con mayúsculas (caso Javier Marías entre otros). ¿Podríamos llegar entonces a la conclusión de que el mercado “poluciona” y amenaza a la literatura?
J.H.: Sería ilusorio pensar que existen fidelidades con mayúsculas (aunque haberlas haylas como las esquivas meigas), pero sí con versalitas. En Anagrama estamos razonablemente satisfechos al respecto, y en algunos casos nos quedamos muy descansados ante ciertas “infidelidades”.
F.M.B.: ¿Cuál es la lógica y cuáles son los peligros de la concentración editorial sin precedentes que estamos observando en los últimos tiempos? ¿Cabe algún tipo de optimismo?
J.H.: Diría, quizá exageradamente (pero no mucho), que la “lógica” consiste en la “huida  hacia delante”, con el peligro del abismo, nada infrecuente. Se puede confiar en la alternancia sístole-diástole y observar la buena salud de varios proyectos independientes.
F.M.B.: Parcelemos un poco el diálogo. ¿Sigue opinando que la novela británica (la del British Dream Team) es la mejor que se escribe actualmente en el mundo?
J.H.: No recuerdo haber hecho una afirmación tan rotunda, pero resulta obvio que en los años 80 surgió una generación extraordinaria en el Reino Unido, la de Martin Amis, Julian Barnes, Ian McEwan, Graham Swift, Kazuo Ishiguro, Hanif Kureishi, publicados por Anagrama, a los que deben añadirse Salman Rushdie o Wiliam Boyd.
Como fenómeno colectivo de impacto en los años noventa fue muy celebrada la literatura angloindia con el precursor Rushdie, seguido de Wikram Seth, Arundhati Roy, Amitav Gosh o Rohinson Mistry. Y en los últimos años la narrativa francesa parece defenderse eficazmente de las acusaciones de catatonia y ombliguismo, véase Houellebecq, el ejemplo más impactante.
De todas formas la literatura está compuesta, como es sabido, por las obras de cada escritor “en solitario”. Finalmente, los grupos o generaciones tienen escaso interés, salvo el académico, la facilidad taxonómica.

                                              
Con Amélie Nothomb en la presentación de "Ni Eva ni Adán (2008)

F.M.B.: Y la gran literatura hispanoamericana actual ¿es aquella que poco a poco se aleja de la “sombra del boom”?
J.H.: Se ha comparado, precisamente, la explosión de la literatura angloindia de los 90 con el glorioso boom latinoamericano de los 60. Ahora, tras años de reflujo, aparecen nuevas voces y se consolidan otras. En conjunto parece un período muy fértil, tras la “muerte del padre” o su digestión más o menos accidentada.
En el caso de Anagrama hemos publicado en los últimos años, además de otros muy valiosos, dos autores de una categoría unánimemente reconocida como excepcional: el argentino Ricardo Piglia y el chileno Roberto Bolaño.
F.M.B.: No hace mucho usted manifestaba que le sigue motivando el mismo espíritu de los inicios: encontrar un texto de calidad de un autor desconocido. De hecho usted los ha buscado en las literaturas de todo el mundo. Así descubrió a Paul Auster, a Raymond Carver, a Pedro Juan Gutiérrez, a Roberto Bolaño, a Pedro Lamebel y a tantos otros. ¿Por qué no dirigir la mirada a las literaturas periféricas españolas? El sistema literario gallego, por ejemplo, publica de vez en cuando, narrativa que se ajusta plenamente a los criterios que conforman las colecciones de Anagrama, y su editora se convertiría entonces en un trampolín de prestigio para dar a conocer las literaturas periféricas en versión española. ¿Podría ser una idea válida dentro de los proyectos futuros de Anagrama?
J.H.: Por una parte, dirijo la mirada, de forma muy preferente a las literaturas que puedo leer. Y así Anagrama es la editorial que más autores catalanes ha traducido al castellano, con diferencia. Y con resultados poco entusiasmantes, por cierto, excepto en el caso singular de Quim Monzó.
F.M.B.: Una última pregunta. Los títulos que publique en el futuro Anagrama ¿continuarán siendo apuestas personales de Jorge Herralde?
J.H.: Me temo que sí, salvo ausencia forzosa."

(Entrevista publicada en el periódico Galicia Hoxe el 12 de junio de 2003)

El libro

Opiniones mohicanas
Jorge Herralde
Círculo de Lectores, Barcelona, 2002, 348 páginas.
  
   Jorge Herralde es autor de varios títulos relacionados todos con la actividad editorial o con escritores. Como este es un cuaderno de crítica literaria, quiero hacer mención, en una simple reseña informativa de uno de sus libros, publicado en México en el año 2000 y en España en el 2001 por Quaderns Crema y en el 2002 en Círculo de Lectores, precisamente por Silvia Sesé, la persona que ahora le sucede  al frente de Anagrama. Un libro que Jorge Herralde tuvo la gentileza de regalarme y dedicarme.
   Con prólogo de Sergio Pitol, reproducción del texto de la presentación de la edición mexicana en D.F, y una Nota previa del propio Herralde, el libro recoge diversos textos que el autor había publicado a lo largo de los años. Tomo de la nota previa de Jorge Herralde la sustancia del libro: “Anagrama: una capsula”, el texto que abre el libro, reproduce una charla en el primer curso de edición de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, en mayo del 97.  A continuación, bajo los epígrafes “El autor es la estrella” y “Queridos colegas” se recoge  una selección de textos dedicados a escritores  y a editores. Textos casi siempre escritos  a petición, como “discos solicitados”: Sartre, Nabokov, Pitol, Tito Monterroso, Alejandro Rossi, Carlos Monsiváis, Pedro Lemébel, Antonio Escohotado, Roberto Bolaño, Vila-Matas, Álvaro Pombo, Soledad Puértolas, Ignacio Martínez de Pisón u Oscar Tusquets, entre otros muchos, son analizados, sobre todo desde una perspectiva como editor.
   En “Queridos colegas”, Jorge Herralde recuerda a Josep Janés, a Carlos Barral, a Giulio Einaudi… o celebra los treinta años como editor de Klaus Wagenbach, y los veinte de Elvira Sellerio, el 75º aniversario de Siegfried Unseld. Glosa la figura de Roberto Colasso como editor y escritor o viceversa, homenajea a Mario Muchnik, o traza un croquis acelerado de Beatriz de Moura. O recuerda en quince secuencias a Esther Tusquets. “Divertimentos etnográficos” la cuarta sección, reproduce  un divertimento que Herralde escribió, a modo de diario, durante su estancia en París con ocasión del Salon du Livre. Finalmente, en la última sección “Opiniones mohicanas” reproducen textos, igualmente solicitados en su mayor parte, para intervenir en congresos, mesas redondas y medios de comunicación. En todos ellos, Jorge Herralde reflexiona sobre el estado de la edición independiente en este tiempo de la concentración editorial, con el “progresivo enrarecimiento de la situación”. Entre ellos figura el artículo “Opiniones mohicanas” que le da el título al libro.
   Dos bloques de fotografías completan un libro misceláneo pero muy interesante para conocer el pensamiento de Jorge Herralde, sobre el mundo editorial de nuestra época y su aproximación a varios escritores.

Francisco Martínez Bouzas