Ramón Loureiro
Prólogo de Basilio Losada
Eurisaces Editora, Chandrexa de Queixa (Ourense), 2013, 120 páginas.
En Eurisaces, una nueva editora independiente, que toma su nombre del legendario panadero romano que abastecía de pan a la urbe de la capital del Imperio y a las legiones romanas, publica Ramón Loureiro la cuarta novela de un personalísimo microtexto, escrito bien en gallego, bien en castellano y del que forman parte O corazón portugués, As (Las) galeras de Normandía y León de Bretaña. Este libro es pues la culminación de una saga sobre la Tierra de Escandoi, esa parte de territorio de la Galicia mágica, la olvidada e irreductible Galicia del Norte situada entre Mondoñedo y Ferrol, a la vez anverso y reverso de la Última de Todas las Bretañas.
Continuadora pues de la mitología atlántica, la pluma de este narrador insólito, como en su día lo definió Miguel García Posada -nos lo recuerda el prologuista Basilio Losada-, escribe, como hace más de diez años decía en su autobiografía, para intentar que las voces de los muertos no se marchen para siempre. Y a fe que los muertos hacen acto de presencia en esta su última propuesta narrativa, pero el relato no gira sobre ellos, sino en torno a una fabulosa aventura, relatada con abundantes ingredientes de humor.
Novela, sin embargo, entre la ensoñación y la realidad, como todas las suyas. También tan ultrarrealista que exige para acercarnos a ella y gozar de su escritura, aceptar los asideros en los que se sustenta. Importancia en primer lugar de las geografías imaginarias, de esa inmensa fortaleza de lo que el Círculo de Eranos llamó imaginal, ese pensamiento simbólico que todo lo convierte en símbolo, pensamiento totémico que integra en el signo lo indesignable; acertada mediación entre el transfondo romántico de nuestra tradición preindoeuropea y la estructura ilustrada de nuestra tradición indoeuropea. Amalgama, pues, de mito y logos. En segundo lugar, vulneración o debilitamiento de las leyes de la lógica clásica, la onto-lógica, basada en los principios de identidad y contradicción y su sustitución por otra, por ejemplo la dialógica o lógica del pensamiento complejo en la línea de Edgar Morin, que integra las contradicciones en el pensamiento. Por eso la narrativa de Ramón Loureiro, y este libro es una muestra manifiesta, supera los antagonismos de los axiomas aristotélicos: (“Uno es evidentemente dos y a veces más de dos”). Confusión entre vigilia / sueño e importancia de este último: (“Mientras duermo, de vez en cuando sueño que estoy corriendo”). Comunicación entre el reino de los vivos y de los muertos. Gran dominio del humor y de la ironía que recae incluso sobre el propio proceso de escritura de la novela: (“Vaya libro estamos escribiendo, un revoltijo tremendo”).
A partir de estos principios o postulados (incluso axiomas, si los consideramos como “semillas”), construye Ramón Loureiro su novela. Partiendo de la Tierra de Escandoi, alli donde la Última Bretaña vigila la marcha del sol hundiéndose en el Atlántico, un narrador en primera persona, un difunto y delirante fantasma, habitante del refugio del papel y de la tinta, hace de cronista de la fantástica aventura que discurre a través de los preparativos, viaje a través del Océano en busca de la Isla Ballena, así como su conquista. El viaje y la ocupación están dirigidos por León Daniel María Bonaparte, el Emperador Alado, que asume el reto de extender más allá del mar las fronteras de su reino de la Vía Láctea, envés de la Última de las Bretañas posibles, conquistando para ello la Isla Ballena. El viaje parte, como ya quedó señalado, de la Tierra de Escandoi, pero no será por mar, sino por aire, en globo dirigible, el Magno Navío de los Cielos, capaz de quebrantar las leyes de la física y portar en su interior un regio y gigantesco ejército, en el que no faltan los elefantes. Pero como la realidad suele mermar los sueño, la Isla que navega queda reducida a los que es: el viejo cuerpo de un cetáceo al que, no obstante, conquistan de hecho y de derrcho, a pesar de los dáimones que la habitan y que terminan huyendo a nado. No hallan reliquia alguna de San Brandán, pero sí un ermita con campanas de niebla. Y sobre la Ínsula Errante queda la bandera del reino de la Vía Láctea, dorso de Galicia del Norte, espejo de los muertos (página 119).
Y así los que únicamente son sombras de un sueño o ni siquiera eso, regresan felices tras haber visto a nuestra Señora, que les habla a través de San Rosendo, de cuya Academia es miembro, por cierto, Ramón Loureiro.
La inabarcable capacidad de Ramón Loureiro de imaginar lo que no existe, vertida en esta pieza de literatura ultrarrealista, pero muy alejada de esos productos de consumo del género fantástico, reviste su historia con labores y encajes líricos muy elaborados de ambientes, personajes y situaciones. Una lengua poética fuerte, muy apropiada sin duda para fundir lo real y lo imaginario en este universo hecho de sueños.
Francisco Martínez Bouzas
Ramón Loureiro |
Fragmentos
“Nadie podrá negar esta vez que las Factorías Imperiales, rozando el milagro, son muy capaces, cuando se lo proponen de trabajar rápido y eficazmente. Estaba yo tirado a lastre en el sofá, en chándal y cubierto con una manta, comiendo pipas y mirando en la televisión de los muertos la repetición de un reportaje sobre los años de Don Joyce en París y sobre cómo ni el Señor Torrente Ballester ni Maese Faulkner se atrevieron a hablarle al novelista admirado, que ya se sabe que no era de nación inglesa sino todo lo contrario, al verlo tomar café en su mesa de costumbre -solo y casi ciego con aquel aire suyo de estar siempre al borde del ataque de pánico si aparecía, por ejemplo, una rata-, cuando el propio Manolo Merlín Nigromante vino a traerme el recado de que el Gran Globo Dirigible, el Nuevo Navío de los Cielos, está acabado.”
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“Llegados a este otro punto, tengo que admitirlo: ya no sé muy bien quién soy. Porque unas veces soy yo, sí, quién puede dudar que en efecto lo sea. Pero de vez en cuando, aquí en el Reino de la Vía Láctea, y como a nadie se le escapa, también soy un poco otros, y no siempre me doy cuenta pronto ni del cambio: ni de que la metamorfosis se ha producido, ni de quién me ha transformado.
En realidad, ni siquiera acabo de aclararme, tampoco, con la verdadera procedencia de los recuerdos que todos estos cambios traen consigo.
-Nada te turbe, hermano: los ecos de los muertos -así es- nos habitan a veces de una manera muy extraña.”
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XXV
HIJOS DEL PASADO Y DE SUS NIEBLAS
“Hechos en buena parte de memoria, de lo vivido y de lo soñado, los habitantes de este reino y de estas páginas, alimento de los recuerdos del futuro o quizás simplemente nada, somos hijos de las nieblas del pasado. Lo cual nos obliga, hasta a bordo de una nave como esta, del Gran Globo dirigible que va a la procura en medio del Océano, de una errante ínsula que es cetáceo, arrastrar con nosotros -además de abundantes melancolías, tristezas y cicatrices varias, dolores mayormente del alma; de ese alma que hemos perdido, pero jamás olvidado- algunos miedos importantes.”
(Ramón Loureiro, La asombrosa conquista de la Isla Ballena, páginas 65, 71, 89)