Política
Adam Thirlwell
Traducción de Javier Calzada
Editorial Anagrama, Barcelona, 317 páginas.
Triunfar incluso antes de debutar. A ese puerto del éxito editorial llegó Adam Thirlwell (1978) en su primera singladura narrativa, Política (2003), traducida ese mismo año al español. En buena medida por obra y gracia, una vez más de la revista Granta que le incluyó en la selección de “los mejores escritores jóvenes ingleses” de la década 1993-2003, en base exclusivamente de la lectura del manuscrito de su primera novela.
Y su debut tuvo lugar con una comedia escrita según los cánones del más puro realismo decimonónico. Una comedia antiideológica sin embargo, con un título que no es engañoso y en la que no hay denuncias ni pretensiones intelectuales, sino una descripción del sexo de forma divertida y en la que se entrecruzan momentos íntimos con anécdotas políticas. Su objetivo inmediato: la desmitificación de una de las más típicas fantasías humanas: el ménage à trois, reflejado como es en realidad, con sus prácticas incómodas y embarazosas. Su finalidad, que no mensaje porque el autor no pretende transmitirnos ninguno, no es fabular sobre el sexo, a pesar de que los editores de la novela en todo el mundo pretendieron venderla como una novela erótico-pornográfica, sino otra cosa: algo que el escritor nos advierte ya de entrada: “Este libro no trata sobre el sexo. No. Trata sobre la bondad. Su argumento versa sobre la bondad de las personas. En él, mis personajes practican sexo, como hacen cualquier otra cosa, por motivos morales”.
No obstante, el romance de Adam Thirlwll rebosa de sexo: en sus páginas se describen innumerables escenas explícitamente sexuales y las frecuentes alusiones y comentarios extra argumentales hacen referencia a acontecimientos políticos, a anécdotas sobre escritores, a citas históricas y al propio papel del escritor como ingenuo retratista de esas escenas sexuales.
Centrándome ya en la trama argumental, se puede decir que Política narra, de una forma frecuentemente irónica y de vez en cuando seria, las vicisitudes de tres personajes londinenses: Moshe, un joven actor, judío a medias. Nana, una hermosa rubia, estudiante de arquitectura con manifiestas debilidades por la Bauhaus y por su padre Mies van der Rohe. Flirtean, se enamoran, pero no acaban de comprender las necesidades sexuales del partner. Pronto en la pareja se introduce un tercer elemento, Anjali, la amiga anglo-india de Nana a la que esta misma da entrada en las prácticas sexuales de la pareja, deseosa de satisfacer con un triángulo amoroso lo que considera que son los deseos sexuales de Moshe. Y es entonces cuando surge la necesidad de una estrategia, de una táctica. Política en definitiva. Desde este momento, la novela adquiere ciertas semejanzas con la política porque el comportamiento de los personajes se refleja en aspectos políticos y las normas que rigen sus actos son semejantes a las reglas de la política.
Sin embargo Adam Thirlwell titula su novela con ese rótulo, Política, un término solemne y rimbombante, por razones lúdicas. Para ironizar sobre la crítica literaria moderna que tiende a leer la mayoría de las novelas en clave política e ideológica. El contrapunto es esta comedia sobre sexo en tono paródico, con múltiples digresiones sobre las relaciones sexuales de personajes históricos, con una presencia constante de la voz narradora que participa, comenta e incluso anticipa acontecimientos, inspirándose en las novelas inglesas del siglo XVIII, en Stendhal y en Milan Kundera. Una historia en definitiva -el autor lo reitera una y otra vez- sobre el altruismo, sobre la bondad: ¿cómo ser ambles en la cama con la otra persona y un tercero? ¿Y si quieres ser amable con todos/as?
Francisco Martínez Bouzas
Adam Thirlwell |
Fragmentos
“Le quedaban demasiado sueltas. Así que iba a tener que echarle teatro a la cosa.
Abandonando las esposas, Moshe levantó el rollo de gruesa cuerda rosa de bondage. La ciñó en forma de ochos en torno a las manos casi esposadas de Nana, y finalmente ató el extremo de la cuerda al cabezal de la cama. Las muñecas de Nana quedaron formando una especie de cruz fluorescente.
Era una postura dolorosa, pero Nana se sentía cómoda así. Perfecto, pensó. La sensación justa para hacer placentero el dolor.
Luego Moshe le separó las nalgas.
La primera reacción de Nana fue de cierto embarazo. A ello siguió en seguida una oleada de júbilo: Moshe estaba hundiendo la nariz en el surco entre las dos nalgas. Aquello prometía. Luego, obstinadamente, Moshe avanzó la lengua y comenzó a lamer, a acariciar con su lengua el ano de Nana, introduciéndola repetidamente en sus oscuros repliegues”
…..
“Una noche de 1936, la actriz de cine Renée Muller estaba a solas en el edificio de la Cancillería alemana con el entonces canciller de Alemania. El entonces canciller de Alemania era Adolf Hitler. Como era tarde, y estaban los dos solos, Renée estaba convencida de que Adolf pretendía practicar sexo con ella. Y pareció que estaba en lo cierto, porque Adolf comenzó a desnudarla. Pero, en el instante en que los dos estaban a punto de meterse en la cama, Adolf se arrodilló en el suelo y le suplicó a Renée Muller que la emprendiera con él a patadas.
Al principio, René puso reparos. Era la mar de embarazoso tener al canciller desnudo a cuatro patas delante de ella, suplicando recibir una tunda. Pero Adolf insistió en sus súplicas. Le dijo que era un inútil, un gusano, un bobo, un bruto que no merecía mejor trato que un perro, un niño malo que necesitaba castigo. Adolf se arrastró delante de ella. Sexualmente, se arrastró ante Renée.
(…) El caso es que, al final, Renée Muller le pegó una patada a Adolf Hitler. Le pegó suavemente, sí, pero lo cierto es que la pegó. Y esto puso a Adolf fuera de si, de manera que empezó a suplicar que le pegara más. Suplicó una y otra vez pidiéndole más.
-Eres un gusano…un degenerado- le decía Renée.
Adolf estaba disfrutando de veras. Le agradeció a Renée lo generosa que estaba siendo con él…”
(Adam Thirlwell, Política, páginas 13, 241-242)