sábado, 25 de abril de 2020

UNA ANDALUCÍA DE PARIAS


El maestro de la Mano Negra
Carlos Algora
Algaida Editores, Sevilla, 2020, 412 páginas.

   


  Carlos Algora es un investigador y narrador ya de dilatada experiencia, que ha entrado de lleno, con alguno de sus estudios, en la proyección en Sevilla de la Institución Libre de Enseñanza. Y ha recreado, desde la ficción, la vida de los pícaros de las almadrabas de Conil. Y con un relato de suspense nos introduce de lleno en la revolución de 1868. En su tercera novela, El maestro de la Mano Negra, recién editada por Algaida, nos sumerge  en la Andalucía profunda y campesina, y en episodios de inusitada violencia, provocados en gran parte por la miseria y por la sed de venganza de los terratenientes, apoyados por las fuerzas represivas gubernamentales y por jueces que hicieron dejación de su imparcialidad a la hora de aplicar la ley, favorecer a los poderosos y condenar a garrote vil a pobres inocentes.
   La novela se base en hechos reales, constatados por historiadores, amalgamados con elementos de ficción. La Mano Negra fue una presunta organización anarquista secreta que posiblemente nunca existió, pero a la que se le atribuyeren ciertos crímenes, incendios y destrucción de cosechas en la comarca de Jerez en los primeros años del siglo XIX. Los antecedentes causales -si existieron- es preciso buscarlos en las sequías y pésimas cosechas que sufrió Andalucía en 1881 y 1882. Lo que provocó hambre y crispación social, con asaltos a tiendas, robos e incendios, así como invasiones de fincas y motines de protesta por falta de trabajo y por la escalada de los precios. El gobierno envió refuerzos, sobre todo a la comarca de Jerez, que, con la ayuda de la guardia municipal, procedió a detener a muchos jornaleros, afiliados en su gran mayoría a la Federación de Trabajadores, de cariz anarquista, que sin embargo había expulsados a los autores de actos de violencia.
   Así pues la novela de Carlos Algora, sin renunciar a la creatividad del género de ficción, tiene base real, incluyendo incluso no pocas citas de la prensa de la época. El autor relata los hechos sin renunciar nunca al suspense ni a dar cuenta de hechos espeluznantes y atroces.
   Entre los múltiples actantes, dos de ellos se convierten en los protagonistas centrales: el maestro cortijero, Juan Ruiz en el papel  de héroe honrado, y su contrapunto, el bandolero Miguelilo Ajorjacambre. El relato se inicia “in media res”, en un punto medio del tiempo de la historia, con Juan Ruiz en la cárcel, acusado de un asesinato, pero sobre  todo de atentar contra los ricos y de instigar a destruir viñedos, provocar incendios y asesinatos, cuando lo único que había hecho, había sido acudir con su mujer a la siega en un cortijo, encuadrado en una cuadrilla, y exigir salarios acordes a su trabajo. En la sierra actúan bandoleros al mando de Miguelillo Ajorcajambre, que con torturas y asesinatos no sólo hacen pagar traiciones, sino que asaltan, roban y matan a ricos y a pobres. La novela comienza pues presentándonos los deleznables abusos sobre las gentes de Andalucía que nada tienen.
   Novela fragmentaria que intercala el trabajo de la cuadrilla, las sesiones escolares de Juan Ruiz con sus días de de cárcel, víctima de terribles torturas, y los planes facinerosos de Miguelillo Ajoscajambre. Ninguna prueba tienen los torturadores, fiscales y jueces contra el maestro, pero le tienen enfilado por ser socialista libertario de la Federación de Trabajadores de España y por aconsejar a sus compaisanos para que reclamen lo que les pertenece, y que protesten contra los abusos de los hacendados que les dan el poco trabajo que había a dóciles y agradecidos.
   La trama novelesca se extiende en relatar el hambre enorme de las familiar que les lleva a comer ratas, grillos y lagartijas. Refiere así mismo con detalle las aventuras de los salteadores de caminos, cuatreros y contrabandistas, aficionados  al vino, al juego y a los prostíbulos. Escenas terribles como la del hacendado que ordena castrar a un enamorado de su hija, únicamente por ser de condición humilde. Las calamidades y abusos que hacen soñar a muchos con un justiciero que, a toque de espada, restableciese la dignidad de los parias. Pero el maestro Juan Ruiz y los socialistas libertarios creen que ese no es el camino. Su misión es inculcar en  sus discípulos y vecinos la idea de que no somos esclavos de nuestro destino.
Hasta que detienen a Juan Ruiz, al que consideran el jefe de la Mano Negra. Y a base de indescriptibles torturas le obligan a confesar un crimen que nunca cometió.
   
                                              
Carlos Algora


   La novela refleja sobre todo la Andalucía desesperada por la hambruna, y la connivencia  de las fuerzas del orden, jueces y partidos gobernantes que se negaban a diferenciar entre los bandoleros y la supuesta Mano Negra y la Federación de Trabajadores. Lo que buscan y ansían es lograr un castigo ejemplar del que serán víctimas seres inocentes. Refleja igualmente lo que opinan las fuerzas represoras de la Guardia Civil, asociadas con los caciques conservadores.
   Novela en la que tienen cabida grandes dosis de amor  verdadero como el del maestro cortijero y su pareja Maria Frasca. Y otras de amor machista, prepotente y humillante.
   No revelo el desenlace. Solamente diré que el garrote  vil actuó sin misericordia sobre seres inocentes, tras confesiones forzadas por la tortura. Novela histórica y negra, como reconoce el autor. Respeta el contexto histórico, pero el lector no debe olvidarse que esta es una pieza de ficción. Ficción y realidad que nos permiten ver que el ser humano es maravilloso y capaz de lo más noble, pero también el depredador más inhumano de sus semejantes. El  único ser vivo que es capaz de hacer daño por placer.

Francisco Martínez Bouzas

martes, 21 de abril de 2020

LA AMÉRICA PROFUNDA Y SUS VÍCTIMAS


Esperando a Randy
Santiago Casanova
Editorial Verbum, Madrid, 2019, 124 páginas.

   


    Es la segunda vez que tengo la oportunidad de acercarme a un texto de Santiago Casanova. Y tras la buena impresión que me provocó su libro de relatos, Cuentos del Valle de Lemos, lo hago con cierta prevención ante esta novela corta, pero en el fondo, un texto en otro  formato. Y más tratándose de una trama en la que el autor se adentra en la atmósfera de la América profunda, y sus protagonistas son rateros de poca monta.
   En una trama no demasiado larga, el autor, en una suerte de monólogo interior, nos presenta al protagonista principal, recluido  y malherido, en un escondite de un bosque, tras el intento de un atraco en una oficina bancaria que se resolvió sin éxito. Es Stewart Riley. A la espera de Randy, su compañero de fechorías, repasa momentos de su vida desde  la niñez, que explican cómo llegó a ser lo que es, y porqué actúa de la forma que lo hace.
   Comienza reconociendo que nadie le llama por su nombre y que él mismo contribuyó a ello, inventando un pasado que no había vivido, porque siempre le había gustado jugar a ser otro. Sus primeras felonías, todas ellas trabajos fáciles. Viene a su mente su infancia, hijo de un tipo que se hace alcohólico al regresar de Vietnam; y de una madre que se largó con otro y nunca regresó. Tiene grabado en su percepción la primera vez que probó el alcohol a los doce años porque piensa que así será  el hombre que quiere ser. Sueña en verle las tetas a Sally, pero el primer fin de semana romántico acabó con los policías en sus talones. Recuerda igualmente el aprendizaje para robar coches. La primera codena a pocos días en el correccional de menores, por haber sido la primera vez, su estreno. Los bofetones de su padre al salir del centro de internamiento. Y ahí comprende que es un perdedor. Sin estar preparado se  ve obligado a enterrar a su padre porque lo encuentra en un amanecer ahorcado en la rama de un árbol. Pero antes de hacerlo, recuenta las veces en las que su padre le pegó. En realidad no le pegaba al hijo, sino a la madre por haberlo abandonado.
   Su vida da un giro a peor cuando conoce a Jefferson Mosley, pero no le queda más remedio que protegerse bajo sus alas.
   Un desenlace pavoroso: un rico bastardo malnacido que se hace rico con la herencia que reparten los empleados de su lavandería, les prepara a los dos raterillos un plan preparado para ser cazados.
   El autor incluye secuencias reflexivas mientras el protagonista principal espera ser rescatado en la cabaña en la que está inmovilizado. Y otras en las que relata lo que hace y lo que sufre.  Con ellas penetra en la historia de Stewart Riley.
    

                                         
Santiago Casanova
 
   Escrito en primera persona, esta es una novela de iniciación y aprendizaje en el difícil arte de vivir. Aprendizaje  desafortunadamente en los caminos del mal. Pero al lector le será comprensible que apenas se nos cuente el complejo tránsito de formación intelectual, moral, estética y sentimental, porque hay ocasiones en las que las circunstancias nos fuerzan quizás a ser un delincuente. No defiendo ningún determinismo social pero sí condicionantes. Y la trama de Esperando a Randy está llena de eses condicionantes.
   Posiblemente, incluso en la ficción o si el autor pretendiese reflejar situaciones reales, la existencia del protagonista, estaría también salpicada de de episodios más alegres y positivos, o de una herencia más venturosa que la recibida de  sus progenitores. Pero es de suponer que Santiago Casanova, puso en práctica una suerte de omnisciencia selectiva: una forma de modalización en la que la voz narrativa le presta especial atención a aquellos aspectos de la historia duros y desgraciados que conducen al protagonista a vivir una vida que transita entre jirones de esa América profunda que el autor  retrata en su novela.

Francisco Martínez Bouzas

domingo, 5 de abril de 2020

LA TENSIÓN NARRATIVA DE "LA FORJA DE UN REBELDE"


La forja de un rebelde
Arturo Barea
Edición y prólogo de Francisco Caudet
Ediciones Cátedra, Madrid, 2019, 1335 páginas.

    


   Arturo Barea (1897-1957) es uno de los autores primordiales de la literatura española en el exilio. Sn embargo en Inglaterra fue mejor tratado que en España, incluso después de la instauración de la democracia. Y en inglés fueron publicados los tres volúmenes (The Forge, The Truck  y The Clash) que ahora, en edición crítica de Francisco Caudet nos ofrece Ediciones Cátedra, precedida de una Introducción de cerca de 400 páginas, de la autoría del mismo Francisco Caudet. Arturo Barea fue una víctima de la pobreza (su madre enviudó cuando Barea tenía apenas diez años) y uno  de los miles  de víctimas del golpe de estado, de la dictadura franquista y del silencio que esta impuso.
   Publicado con el título general de La forja de un rebelde, Ediciones Cátedra ofrece en un solo volumen  La forja, La ruta  y La llama. Una trilogía fundamental para explorar la vida en España tal como la vivió el autor antes, durante y después de la Guerra Civil. Un registro hecho con absoluta sinceridad y honestidad: “El documento más convincente acerca de la guerra civil” en palabras de Benedetti. Barea fue el más precoz de los escritores del exilio en reproducir en papel sus experiencias bélicas, con las emociones todavía aflorando. Arturo Barea trabajó y tejió durante años la historia e intrahistoria de España a través del mismo personaje: él mismo. Estamos pues ante un relato autobiográfico repleto de acciones, repartidas en tres volúmenes, como ya quedó indicado.
   Todo comienza en el mundo de su niñez en Badajoz. Años de infancia transcurridos en la pobreza; el mundo de su madre Leonor y la beca que le permitió estudiar. Quería ser ingeniero para que su madre no tuviese que lavar y no fuese criada de nadie. La madre finalmente emigra a Madrid para sacar adelante a sus cuatro hijos. Y en el río seguirá lavando ropa.
   El primero de los libros de la trilogía tiene límites y coordenadas temporales y espaciales: en Madrid desde 1907 a 1914: la niñez y la adolescencia del protagonista que se corresponde con la España de la Restauración y del desencanto. Por Madrid circulaban personajes populares, sumidos  muchos de ellos en la miseria, lumpen proletariado y una burguesía incipiente. Barea hace un retrato de esta España costumbrista, sierva de los castizo. Él niño pasa los fines de semana recluido  en la buhardilla familiar del barrio de Lavapiés, y el resto de la semana en casa de sus tíos, un matrimonio acomodado. Su educación se desarrolla entre la pobreza y los ambientes burgueses. Siendo aún muy joven organiza el sindicado de oficinistas de la UGT.
   En el segundo volumen, La ruta, el autor  da un salto de seis años. Ha de hacer un alto en sus trabajos burocráticos para cumplir con el servicio familiar; es destinado al frente de África como una res al matadero y allí asiste al desastre a Annual. La ficción se transformó en pesadilla. Su experiencia militar está narrada con tono antibelicista y lo que reflejan las páginas de La ruta es el negocio de la guerra: mandos corruptos que sustraen el dinero de la alimentación de la tropa. Narra igualmente los hechos convulsos de la España de entonces, especialmente el pronunciamiento militar de Primo de Rivera.
   El tercer volumen se inicia con la proclamación de la República, el Bienio Negro y las elecciones de febrero de 1936 ganadas por el Frente Popular. Pero Barea encuentra el mismo caciquismo de la Restauración. Emplea dos escenarios, un pueblo de Toledo y  Madrid, para dar cuenta de la idiosincrasia española y las componendas con las multinacionales. Y desde ambos observatorios refleja lo que estaba a punto de desencadenarse; la rebelión militar de un ejército ultraconservador y al servicio de los intereses de la burguesía. La mayor parte del libro está dedicada a narrar los acontecimientos de la Guerra Civil, de la que fue testigo privilegiado desde Madrid y Valencia. Fue instructor de milicias, tarea difícil  porque cada facción partidista se organizaba a su manera, de forma autónoma. Presencia la impotencia del gobierno ante el caos. Más tarde se encargará de la Oficina de Prensa  ejerciendo de censor de los despachos de la prensa extranjera. Allí conoce a la que más tarde se convierte en su mujer, la socialista austriaca Ilsa Kulcsar. La última tarea que desempeñó en Madrid fue la de locutor de radio, experiencia que repetiría años más tarde en la BBC.
   

                                                 
Arturo Barea

 
   Barea rechazaba radicalmente  que de las acciones bélicas formasen parte las manifestaciones de violencia gratuita de ambos bandos. Ello motivó su retiro, primero a Alicante y finalmente a Barcelona, desde donde la tensión nerviosa ante los horrores de la Guerra, hizo que tomara el camino del exilio. Primero en París y después en Londres.
   Si algo es reseñable en esta amplísima trilogía es la tensión narrativa que el autor es capaz de sostener en el conjunto de los tres volúmenes que forman La forja de un rebelde. Una versión al español para la austriaca Ilsa Kulcsar. El texto lo quedó suficientemente pulido: las incorrupciones forman parte de su versión. Esta edición de Cátedra quiere subsanar esas heridas, los errores de traducción que se conservan en las anteriores ediciones españolas. Estamos pues ante una edición crítica de un libro que reconstruye un pasado nefasto del siglo XX que sigue influyendo en nuestro presente.

Francisco Martínez Bouzas

miércoles, 1 de abril de 2020

"RECUERDOS QUE YA NO EXISTEN": ACARICIANDO LAS SOMBRAS


Recuerdos que ya no existen
Rosy Paláu
Instituto Sinaolense de Cultura, Culiacan (México), 2019, 80 páginas.

    


   Desde Culiacán (México) me llega este pequeño libro de cuentos que una gran persona,  excelente poeta y narradora, pone de nuevo ante mi asombrada mirada. Once cuentos que se suman al anterior libro de relatos de Rosy Paláu, La casa del arrayán.Y no menciono sus seis libros de poesía. Y una vez más, la escritora mexicana nos demuestra que no todo está inventado, que la creatividad humana es capaz de brindarnos, en momentos inesperados, nuevos albores con la capacidad de sorprendernos con la magia de la ficción. Quizás sean imposturas, pero en todo caso son fantásticas imposturas, si bien la mayor parte de ellas crecieron desde un territorio abonado. Desde experiencias vitales de la autora.
   Robert Lemm en la contraportada lo ha expresado con precisas palabras: “…las cosas buscan realidad en su reflejo.” Y ese reflejo se lo aporta  la creatividad de mujeres y hombres capacitados para convertir los cotidiano o la inasible en letra escrita.
  Y así, acompañados por seres constantemente en trasiego, tanto e la claridad como en las sombras nocturnas, leo los once relatos que nos brinda el ingenio y la imaginación, convertidos en palabra, de Rosy Paláu.
   En el primer relato, “Pero yo no juego”, de puro sabor mexicano, se nos habla del amor. Algo tan cálido y dulce que luego permanece en el recuerdo, de los escapularios benditos colgados de un clavo porque así cuidan más de la noche, en la que el aire pasa como la letra de una canción. Del gusto por los cuentos a los que una de las contertulias se niega a jugar a pesar de que le gustan. En el segundo relato, escuchamos tragedias ante las que hay que poner cara de sufrimiento, baños en cascadas de terciopelo, espejos en los que uno se encuentra aparecidos flotando en el humo. Pero sobre todo se nos habla de la enfermedad de Fabricio de la que quiere curarse, de la mujer deseada a las que solo puede tocar con los pétalos de una flor. Y en efecto, ya en la cama dibuja su cuerpo con una flor. Aunque esto solo sea el espejismo soñado de unas sombras ¿será esto el amor?
   Rosa, se nos dice en el tercer relato, debe irse temprano a la  casa, le repiten las almas en pena, pero ella está muy a gusto en el río mansito. Y lo mismo le ocurre en la iglesia en la que se refugia. Un relato que refleja la querencia del pueblo mexicano por los muertos, como otros de la colactánea. Los muertos que transitan entre los vivos después de fallecer. En otro relato nos encontramos con Luisa que le gustaría estar loca para que todo fuera suyo, pero lo único que quería era echarse en brazos de Cipriano que la llama desde abajo, Pero su coraje es pequeño porque cree que es pecado. Así que se acostó y la soledad se transformó en su cortina.
   Se nos pregunta en otro de los relatos: ¿Qué puede hacer el alma sin cuerpo, a ver dime? Por eso yo te invento aunque sea en la sombra. En uno de los cuentos se nos habla del vicio y las palabras escritas nos ofrecen una sabia respuesta: “El vicio es no querer irte de donde de donde no quieres”. Pero  como siempre el interlocutor no cambia sus razones y así se ventilaban las botellas.
Hay relatos como “Sitio que había soñado mucho” en los que suena la invitación de ir a juntarse con los muertos, y Manuela que dialoga con las ánimas, pero allá, en el lugar de su pláticas, apenas amanece. También el deseo ocupa una parcela en algunos de los cuentos: a María Jesús todo le huele a Mateo y “tu cuerpo-le dice- es un portal donde mi deseo se refresca”. Pero habla con él y le dice que eso se lo dijo antes de que se muriera.
    
 
                                             
Rosy Paláu
 

   Si en algo se cimientan los relatos de Rosy Paláu es en el onirismo y en ese “estar al tanto” o “saber” que domina buena parte de la cultura mexicana, del intercambio entre la vida y la muerte. En muchos de los relatos están presentes familiares o amigos que se meten en los sueños, y de los que no sabemos, a ciencia cierta, si están vivos o muertos. Relatos pues poblados de relaciones humanas entre hombres y mujeres, a veces muertos, y recuperados en los sueños; o en la realidad. El ejemplo es  ese Lázaro que desenterraron luego de estar un buen rato en la tumba. Rosy Paláu ha tenido la  acuidad y el atrevimiento de saltarse la gramática del cuento canónico. En sus relatos no hay inicio, desarrollo y desenlace. Relatos que por empezar “in media res” muchas veces son más sabrosos porque la red de dependencia mutua que se establece entre las distintas secuencias y elementos es diáfana y por eso la comprensión entre todos los elementos del discurso se mantiene. Prosa fluida, sin altibajos, sensual, emielada pero sin que nos empalague. Y también muy expresiva. Los personajes perfectamente matizados, no por abundantes descripciones, sino por lo que dicen o hacen. Y con el mismo plus añadido que siempre aplaudo: la presencia de los usos locales del español  de México que tanto enriquece el idioma común.

Francisco Martínez Bouzas