sábado, 7 de marzo de 2020

UNA HISTORIA EN LA QUE NO HAY MISERICORDIA


Un fuego azul
Pedro Feijoo
Traductor: Pedro Feijoo
Ediciones B (Penguin Random House), Barcelona, 2020, 528 páginas.

    


    En mi opinión, esta es la novela más dura  publicada en la narrativa gallega, lengua en que apareció por primera vez, aunque casi de forma simultánea  a la de la edición en español. Tan inhuma, tan violenta que, aún teniendo mucho de thriller, seguramente sería preciso  encuadrarla en otro subgénero: novela de la maldad. La novela no se compadece con la amenidad de  Os fillos do mar / Los hijos del mar, la novela con la que debutó Pedro Feijoo  en la narrativa, el año  2012, ni con otras de sus novelas publicadas a lo largo de estos años.
   Un fuego azul  es una novela que, si en la narrativa hubiera una deep web, una red invisible como la de internet, debería estar en ese precipicio profundo. Porque lo que Pedro Feijoo nos ofrece es una pesadilla tan monstruosa y abominable que difícilmente tiene cabida en la narrativa normal: lo macabro asentado en la ciudad de Vigo y en sus alrededores. Todo da comienza  con una casa que arde y con un cuerpo echado al pié de la escalera, pero la mujer no había muerto debido al incendio. Tiene el cuello estrangulado. Es solamente el prólogo de una historia de maldades, cuya lectura a veces resulta inaguantable; y en la que difícilmente se puede ir más lejos en el ensañamiento. Es por eso posiblemente que para el autor no resultó fácil escribir esta larga novela de más que quinientas páginas, en una estructura no de todo lineal, en la que abundan los flashbacks. Y para el lector asimilar algunas de sus páginas resulta vomitivo. Con victimarios que primero fueron víctimas y sufrieron todo tipo de vejámenes, abusos y el asesinato del ser más querido.
   Bastara con mostrar, a modo e imágenes “expresionistas”, breves rasgos de algunas secuencias: un “matrimonio republicano”: dos viejos, desnudos, ahogados  y desangrados en una bañera, amarrados con alambre con puntas, y con las manos cortadas; un enorme cerdo ocupado en devorar a un hombre vivo: primero le come la mano, después un brazo y finalmente le deja la mejilla hecha trizas, despedaza por una mordedura en un túnel de  Cabo Silleiro; un policía modélico, tan modélico que había sido torturador, metido en todos los tinglados. Ahora ya jubilado, encerrado en una caja con el cuerpo untado de manteca, atacado primero por un ejército de garrapatas y luego devorado lentamente por las ratas, porque lo quieren ver morir de forma lenta y dolorosa, devorado vivo por las  alimañas; un médico crucificado, clavado sobre una pared de hormigón.
    Sin embargo, no fueron estas, las víctimas, las que habían tomado las decisiones importantes y cuyas consecuencias pagan. Los auténticos depredadores son otros: una larga estirpe de poder y de corrupción moral.
   Y ese atropello de los poderosos sobre la gente humilde está muy presente en la novela. Mientras tanto, la policía se enfrenta a los casos, y por ellos sabemos cómo va avanzando la investigación criminal. Y un narrador que lo hace en tercera persona, nos informa sobre la suerte de las víctimas /victimarios.
   
                                        
Pedro Feijoo


    Esta novela es el paradigma de la violencia más cruel. Su lectura provoca el enojo de pensar que la condición  humana es capaz de llevar a cabo las peores bajezas, porque  los que deciden es la gente de poder.
   El autor articula un trabajo encomiable con una estructura apropiada: el lector siempre sabe más de lo que descubre la policía. Echa mano de las necesarias analepsis, emplea una lengua coloquial, muy apropiada para entender una historia donde la misericordia está a años luz de los seres humanos.

Francisco Martínez Bouzas

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