sábado, 1 de junio de 2019

COMPLEJIDAD MORAL Y DRAMATISMO EN EL CONTEXTO DE LOS FUSILAMIENTOS NAZIS


Una comida en invierno
Hubert Mingarelli
Traducción de Laura Salas Rodríguez
Siruela Ediciones, Madrid, 2019, 117 páginas.

    


   También desde la concisión y la brevedad se puede escribir una buena novela, incluso una ficción, basada o no en la realidad, repleta de complejidades morales y  dramatismo, que se hacen más visibles e incluso cobran más fuerza cuando el texto está elaborado desde una escritura simple y tan tersa como la que nos ofrece Hubert Mingarelli (Mon-Saint- Martin, Francia, 1956) en Un repas en hiver, recientemente traducida por Siruela. Una novela, por otra parte, que a su manera, incide una vez más en la banalidad del mal, y  que, según Ian McEwan, halla su más desnuda y bella expresión en esta estremecedora novela.
   Hubert Mingarelli crea una buena novela simplemente con el hecho de reunir en una cabaña abandonada, helada por el invierno glacial, a tres soldados alemanes que se deben arrastrar por los campos y bosques polacos y volver con “uno de ellos”, un judío, a un joven judío atrapado en el bosque y a un cazador polaco antisemita. Víctimas y victimarios que, a pesar de sus lealtades, acuciados por el frío y el hambre, pondrán en entredichos las exigencias de sus conciencias.
   Narrada por una de los tres soldados alemanes, cuyo nombre no se nos revela, tras exponer el ambiente en el cuartel, y la repulsa de los tres a los fusilamientos -“por la noche soñábamos con ellos”- (página 12) y manifestar ante el comandante de la compañía que preferían la caza, consiguen los que pretendían y se internan en los campos y bosques helados y cubiertos de nieve. Tienen la obligación de encontrar a algún judío escondido y llevarlo. Pero se dan por satisfechos con que parezca que lo han intentado. Por eso se arrastran por los helados campos polacos. Y en las profundidades de una madriguera, encuentran a uno. Pero, en vez de regresar al cuartel, deciden descansar en una vieja cabaña polaca. El hambre, elemento crucial en esta novela, les acucia; así como el frío ya que dentro de la casa también era invierno. Tienen la esperanza de comer algo caliente, pero el frío sigue golpeando con sus martillazos. Esperan saciar su hambre  con sopa de sémola italiana, unas rodajas de pan congelado y un trozo de salchichón. Muy pronto se les una un cazador polaco que siente el mismo odio hacia los judíos y pronuncia su sentencia en el lenguaje universal de la maldad.
   Con los estómagos llenos, uno de los soldados propone dejar marchar al judío. Pero, por otro lado no quieren llegar a la compañía sin haber cazado a ninguno y verse obligados a participar en los fusilamientos que les dejan hechos polvo. Lo quieren hacer al menos una vez: salvar una vida. ¿Por qué no invertir las normas? ¿Por qué no alejar a la muerte de sus conciencias? ¿Por qué trasladar al joven judío a la compañía para que una vez más se cumpla el destino de la solución final dictada por el Tercer Reich?
   Además de sus componentes de aventura y de la conversión del hambre en protagonista importante con sus punzantes exigencias, la novela presenta sobre todo un gran dilema moral en situaciones cruciales de la existencia: llevar al judío que han hallado al cuartel para que al día siguiente les dejen volver salir a la caza para liberarse de participar en los fusilamientos, o dejarlo espacar, exponiéndose  a consecuencias impensables. En estas situaciones es cuando sale a flote lo mejor y lo peor del ser humano. El ejército alemán no estaba formado en su totalidad de fanáticos nazis. Muchos soldados fueron reclutados a la fuerza y muchos no comprendían que tuvieran que hacer lo que les ordenaba: apretar el gatillo antes del alba y eliminar judíos, o salir a la caza de hebreos huidos. Ninguno de los tres soldados alemanes pretende llevar al joven judío al matadero, pero ¿acaso pueden hacerlo sin que al día siguiente se vean obligados a participar en el horror de los fusilamientos nazis?
   
                                                 
Hubert Mingarelli
 
    El gran mérito de Hubert Mingarelli es el hecho de haber sido capaz de definir perfectamente a sus personajes, escribir secuencias que revelan lo que sienten, y sobre todo  plantear una serie de dilemas morales derivados de las decisiones que tomen.  Novela en la que los de más bajo rango son esclavos de la barbarie que han decidido ejercer sus mandos superiores. Ardua y difícil situación dramática, elaborada a través de una escritura muy simple que nos obliga a comprender lo difícil que es optar por la supervivencia ajena cando ponemos en juego la nuestra.

Francisco Martínez Bouzas

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