jueves, 7 de marzo de 2019

"EL AMOR ES UNA SUERTE DE CANIBALISMO"





La primera vez que vi un fantasma

Solange Rodriguez Pappe

Editorial Candaya, Avinyonet del Penedès (Barcelona) 2018, 138 páginas.



   


    Solange Rodriguez Pappe (Guayaquil, 1976) es hoy en día un indiscutible referente del cuento latinoamericano, especialmente de aquellas ficciones breves que se acercan o entran de lleno en lo fantástico y en lo extraño. Tras la publicación de ocho libros en Latinoamérica, sus relatos penetran por primera vez en otro universo: el de la narrativa española, gracias a Editorial Candaya, sin duda el sello editor que más está haciendo para dar a conocer aquellos productos literarios meritorios que se publican al otro lado del Océano. Y si algo debemos agradecer a la escritora ecuatoriana  es su ingenio, tan siniestro como poderoso, para permitir que la narrativa latinoamericana recobre de nuevo su potente capacidad fabuladora, de forma que el lector pueda perseguir ese desbordamiento de lo obvio y de lo cotidiano para entrar en los intersticios de otro orden.

   Por eso mismo, esta colección de relatos nos induce a adentrarnos por derroteros inesperados en su gran mayoría.

   Definida como “conjuradora de rarezas”, no lo es tanto si tenemos en cuenta que el reino de la magia y de la fantasía, incluso esas que nos horrorizan, parecen extrañas o incluso nos seducen, se esconden con frecuencia detrás de los trivial y de los anómalo.

   En los relatos de Solange Rodríguez, lo que posiblemente más atraiga al lector es la atmósfera que la escritora ha sabido crear en sus relatos. Son todos ellos relatos muy alejados del horror cósmico, no se alimentan de visiones caóticas ni en estilos empapados en sangre. No, el terror que ha sabido crear la autora es haber introducido a figuras fantasmales, dicho siempre con minúscula, en lo más cotidiano de la vida diaria. Por eso miso sus relatos se hallan muy alejados de las historias góticas. Porque si algo es evidente es que, tras la experiencia de la publicación de un buen puñado de libros, las percepciones de las verdaderas claves de los fantástico cotidiano por parte de Solangue Rodriguez, son insoslayables.

    Por eso, no deja de carecer de importancia el hecho de que la autora prologue su colactánea de relatos con una frase extraída de Christina Stead y David Foster Wallace: “Toda historia de amor es una historia de fantasmas”, que nos empuja a pensar  el terror como algo cotidiano. O que ante otro relato, “Paladar”, se recree con un texto de Patricia Esteban Erles: “El amor es una suerte de canibalismo”

   Ello da pie para traer a colacción otra de las constantes de los relatos antologados. Las narraciones transcurren con fácil normalidad, sin que en muchas ocasiones nos demos cuenta del salto de lo cotidiano a lo fantástico.

   En La primera vez que vi a un fantasma Solange Rodríguesz Pappe nos ofrece quince relatos, surcados, como vengo diciendo, por la presencia de fantasmas y por espacios fantasmagóricos. Pero sus fantasmas, reitero, ya no son seres irreales que solamente adquieren corporeidad en las obscuridades nocturnas. Pueden ser eso, pero también presencias más sutiles o angustiosas como la atmósfera afligida del primer relato, “A tiempo para desayunar”, tan atormentado el protagonista como el recuerdo obsesivo del narrador cuyo padre mató a alguien a los diez años y parece sumido en el laberinto de las reminiscencias o de las soledades de los demás moradores del hotel. Ausentes, aislados, a los que parece que se les ha olvidado hablar.

   

                                               
Solangue Rodriguez Pappe

 En “Paladar”, se trata de hallar público que quiera degustar una comida extrema, platos exóticos, sin nombre. Tras una noche de escapada y desenfreno, el hotel les sirve ese plato en el que es preciso masticar la imagen del ser amado, porque el amor, reitera la escritora, es una suerte de canibalismo. “Un hombre en mi cama” es un poderoso melodrama sentimental. La autora logra la creación de otra realidad atravesada por la soledad, y   habitada por los monstruos que responden a nuestros deseos o frustraciones: la contemplación del hombre dormido. Seres unidos por el sueño. Una forma de no sentirse sola. Y mientras tanto su hermana se casaba simbólicamente con un árbol: una acacia macho. Otros relatos con espacios físicos y emocionales: la obscuridad de Lima, la violencia de género o la pesadilla de una noche en vela.

   Los relatos de Solange Rodríguez Papee son una incitación para inquirirnos sobre cuál es el rostro o la máscara de los que se reviste el miedo en estos primeros lustros del Siglo XXI. Quizás las inevitables e insoportables tristezas, amarguras y angustias que experimentan las personas de nuestros días, como la de la mujer del relato que le da el título al libro, que aturdida se ve sola  en un hotel, consciente de que el hombre, el amante que la acompañaba, ya no regresará. Él sí que es el fantasma que entrevé en los sueños. La visión de lo más inquietante como paradigma de los humano. Fantasmas pues que responden a nuestros miedos y paranoias.



Francisco Martínez Bouzas.


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