sábado, 6 de octubre de 2018

NUEVAS HISTORIAS EUROPEAS DE MARIO MARTIN GIJÓN




Ut pictura poesis y otros tres relatos

Mario Martín Gijón

Pre-Textos, Valencia, 2018, 208 páginas



  

  Ósmosis,  creatividad y una prosa altamente esmerilada son algunas de las marcas que, en mi opinión, definen este nuevo libro de Mario Martín Gijón (Villanueva de la Serena, 1979). Doctor en Filología Hispánica, ejerció la docencia en dos universidades de Centro Europa, y parece indudable que tanto la novela breve de este libro como los relatos que la acompañan, así como los de su anterior publicación, Inconvenientes del turismo en Praga  y otros cuentos europeos, no solo están enmarcados en ciudades europeas y exploran desde la ficción mapas y coordenadas del viejo continente, sino que nos transmiten brisas europeas y un cierto aire de familia incrustado en la impronta de muchos de sus protagonistas.

   El tópico horaciano Ut pictura poesis con el que el autor rotula el libro amalgama en buena medida los tres primeros relatos que, al menos por compartir personajes, pueden ser considerados eslabones  de una novela corta. Mas en las prosas de Mario Martín no se trata de que pintura y poesía tengan en común la posibilidad de compartir experiencias estéticas, sino del hecho de que algunos de sus protagonistas se sienten conmovidos al contemplar tres cuadros anónimos en tiendas de antigüedades de ciudades centroeuropeas (Moravia, Silesia y Berlín).

“La generosidad”, nombre de un cuadro visto en el escaparate de un anticuario, puntea un interrogante que planea y se proyecta sobre las relaciones humanas: “¿Qué se esconde en el fondo de la generosidad?” ¿Quizás somos generosos de forma egoísta por el miedo a perder al ser amado? La generosidad del joven turco nacido en Berlín, con la familia retornada a Turquía, que demostraba con sus novias, nada contaba para ellas: Kerstin para la que él no pasaba de ser un entretenimiento y la doctoranda Milena con la que muestra una generosidad extremada aceptando lo inaceptable, hasta que ella termina prefiriendo la madurez del profesor Vínter. “La modificación”, una pintura hiperrealista, suscita el segundo relato protagonizado por Milena y el maduro catedrático que se siente uno de tantos desheredados del amor, “los verdaderos parias de la tierra de nuestros días” (página 74), que vuelca su corazón en la joven doctoranda con la que inicia un arrebatador idilio, una fuga hacia adelante, una deriva, una modificación de la que es incapaz de escapar, pero que le hace interrogarse sobre su identidad. Hasta que tres palabras aniquilan un sueño para el que no estaba preparado. El tercer episodio, “La fragilidad” parte así mismo de la contemplación de otra pintura por parte de la amante del viejo profesor, que le conmueve y paraliza. Intentará armarse contra la fragilidad, sin hacer concesiones a las formas de dominación de los otros. Y expresa sus dudas sobre con qué amante quedarse: el joven Murat del que la separa un desencuentro por motivos fisiológicos, o Petr Vínter, el maduro catedrático al que no podrá volver a entregarse.

   La primera persona se apropia de la narración de tres situaciones existenciales, con leitmotiv amoroso, que comparten protagonistas y están asociadas a enigmáticas pinturas y que además tienen en común el tema del desencuentro.

   Otros tres relatos completan con sus historias el bagaje diegético del libro: “Rosaleda en Luxemburgo”, un relato en el que Mario Martín experimenta con el coloquialismo mexicano, refiriendo un paréntesis vital de una mexicana en el París zonzo y turístico. Abandona su propósito de estudiar francés por otro más placentero: divertirse con sus amigos. “La extrañeza de Kirsten”, un relato similar en cuanto al propósito de la protagonista: más dispuesta a hacer amigos y deleitarse en la música de grupos raros que a aprender alemán. Subyugada por experiencias lésbicas, el fondo cenagoso de un trío arriesgado le hace huir como una bestia herida. Anclado igualmente en un mapa centroeuropeo, el relato “En casa ajena”, el único en el que se alternan la primera y tercera persona narrativas. Un relato que transcribe el desencuentro de un hospedador polaco, hundido en la ociosidad y con la esposa huida, con sus huéspedes, una pareja formada por una joven polaca y un chico inglés, con disensiones entre ellos. El desenlace solamente insinúa la tragedia final.

   Relatos que, apoyándose en el motivo de las pinturas que en sí mismas son un enigma, ahondan en lo que somos. Identidades sacudidas por ilusiones amorosas y barridas por el desamor. De nuevo como en el primer libro de relatos de Mario Martín, naufragios existenciales de seres enfrentados con su mundo interior o con las veleidades de lo que los rodean.

   Entre las muchas razones para perdernos en estas historias que nos ofrece la creatividad de Mario Martín, no es menor el estilo de una prosa muy elaborada, un castellano rico que no decae cuando el registro lingüístico incorpora mexicanismos. Así como la plasticidad de las descripciones y la capacidad para profundizar en la psique de las personas. Relatos, historias muy alejadas de la literatura entendida como fácil golosina, pero que degustarán con placer los lectores exigentes.






                                                                               
Mario Martín Gijón


Fragmentos



“Mi mero viaje desde Berlín no había sido fácil de realizar, por muchos motivos, sin olvidar los económicos y prácticos. No descartaba encontrarme, además de solo, sin trabajo a mi regreso. Me había esforzado por transigir con todas sus condiciones, aceptar lo inaceptable para cualquier hombre. Había ido depositando mis ofrendas en la fosa de su silencio, que no parecía llenarse, y de la que luego surgiría una gran mano rogándole que, por favor, a cambio, me diera una oportunidad para volver junto a ella. Pero la mano quedó abierta, como mi herida, o hubo de crisparse agarrando el aire, el vacío, la mudez. Ésa era, por qué no, una posible interpretación de «mi» generosidad reflejada, voluntariamente, en esa imagen inquietante. Sabía, con todo, que las cosas no estaban tan claras. Esa generosidad de la que reclamaba el mérito, cuando no la recompensa, ¿acaso no había surgido de la necesidad, de la desesperación?”



…..



“Recordé con una sonrisa tierna el glorioso alzamiento inesperado que sentí al dejarme abrazar por él, en nuestro segundo encuentro, primero en cierto sentido. Sensación extraña al acariciar su torso, al besar su pecho encrespado de vello canoso como la espuma de una marea en retirada. Su vientre flácido, que no hacía presagiar lo que se hallaba unos centímetros más abajo. Me inunda la ternura al recordar su apresuramiento y su torpeza intentando liberar los botones de mi camisa, su conato de rabia al no poder desabrocharme el sujetador. Su rostro beatífico al succionar mis pechos. «Mi niño» estuve a punto de decir, y menos mal que no lo dije, pues después fui yo la indefensa, la sorprendida de esa rigidez implacable que durante un tiempo me penetró como insistiendo en una certidumbre aún inalcanzable para mí.”



…..



“Pero toda esa ilusión se me cayó a los pies nada más cruzar el umbral de aquella casa, que tan poco tenía en común con la que viéramos anunciada en internet. No era sólo un olor a rancio moho y humedad arraigada del techo a la moqueta. Entrar en la cocina fue como si me encerraran en una jaula de abyección en la que hasta el aire parecía infectado de una suciedad cínica y burlona. Burlada me sentía por aquel hombre, del que dudaba si era necio o trastornado. Restos de comida se maceraban, flotantes como restos de un naufragio o adheridos como algas a los bordes de platos y cazuelas dispuestos en una absurda arquitectura de bajilla sucia, en remojo en un agua estancada durante días como mínimo. Para colmo había moscas muertas y, peor, nos saludó una cucaracha viva y voladora.”



(Mario Martín Gijón, Ut pictura poesis y otros tres relatos, paginas 12-13, 105-106, 205)



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