miércoles, 9 de mayo de 2018

"DOBLE FONDO": EN EL INFIERNO DE LA DICTADURA ARGENTINA


Doble fondo
Elsa Osorio

Tusquets Editores, Barcelona, 2018, 382 páginas.



   

    Es un fenómeno universal, afecta a todos los países, pero lo viven sobre todo aquellos en los que las dictaduras han masacrado, torturado, asesinado a los supuestos disidentes. Cuando la memoria histórica, la verdad de los asesinatos, de los crímenes de lesa humanidad, quedan protegidos por un manto de impunidad, y las instancias judiciales no actúan debido a connivencias con los regímenes políticos o a oprobiosas amnistías, es la literatura la que, con piezas de ficción basadas en hechos reales, saca a la luz del día toda la basura de las cloacas, las torturas y asesinatos que acabaron con la vida de cientos o miles de víctimas. La escritora argentina Elsa Osorio (Buenos Aires, 1952) lo viene haciendo desde hace tiempo. En 1998 publicaba A veinte años, Luz, novela en la que tematizó uno de los asuntos más tenebrosos de la dictadura cívico militar de Argentina (1976-1983): la apropiación ilegal de los recién nacidos, arrancados a las mujeres presas para ser entregados a familias de militares. Esas situaciones terriblemente perversas las vuelve a tratar ahora en su última novela, Doble fondo, aunque con ciertas variantes sobre todo en la tonalidad, y centrándose en las relaciones que se establecieron entre torturadores y víctimas en los centros clandestinos de tortura de la dictadura militar -Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) sobre todo-  y las concesiones de los secuestrados para poder vivir ellos y sus hijos.

   Doble fondo echa a andar con el hallazgo del cuerpo de una mujer, Marie Le Boullec, quizás María Landáburu de soltera, respetable médica de origen argentino, que aparece ahogada y flotando en las playas de La Turballe del pueblo marinero francés de Saint-Nazaire. La autopsia revela que había caído o había sido arrojada desde mucha altura, anestesiada y con fracturas en varias partes de su cuerpo debido al impacto con el agua. El comisario que lleva el caso le señala a Muriel, la reportera del periódico local, las similitudes de esta muerte con los asesinatos en serie ocurridos en los años 70 en Argentina: hombres y mujeres anestesiados y arrojados vivos al río y al mar desde aviones. Muriel y su pequeño equipo serán los encargados de investigar el caso.

   Y a partir de aquí se despliegan los hilos narrativos que le dan forma y contenido a la novela: las investigaciones de la periodista para hallar al asesino en una suerte de policial negro. En forma alterna y paralela y cruzándose al final de la novela, y con retrocesos a 1978, el relato, salpicado de fragmentos que Juana Alurralde, militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, secuestrada y detenida en el ESMA junto con su hijo Matías de tres años, le escribe a este contándole su historia y personal calvario en los abismos del centro de detención y tortura, su viaje a París como obligada amante del victimario y torturador Raúl Radías, alias el Rulo, mano derecha del almirante Massera, para infiltrarse entre los exiliados argentinos, formando parte del Centro Piloto París, para averiguar qué está tramando el COBA, la subversión internacional para boicotear el mundial de futbol Argentina 1978. Fingirá amar a un torturador para conseguir la libertad de su hijo secuestrado con ella: “…supo que había que agarrarse a ese hombre como a una tabla en medio del océanos” (página 32), pero sintiéndose igualmente prisionera del ESMA.

   Las investigaciones que en Francia realiza Muriel le hacen pensar que la doctora Le Boullec no es quien decía ser y que su muerte, anestesiada con pentotal, es la muerte en diferido a la que hubiera sido sometida en la Argentina de la dictadura, como ya había ocurrido con los asesinatos de exiliados argentinos en París a manos de infiltrados de la dictadura como Astiz, el Ángel Rubio o Ángel de la Muerte. Juana llegará a degradarse con Raúl Radías con tal de que su hijo, al que no le permiten ver, se encuentre bien. Pero en el fondo detesta a su amante-torturador, igual que al almirante Massera. Se negará a darle un hijo, le produce náuseas solo pensar que puede llevar en su vientre un hijo de ese canalla. Pero, al mismo tiempo reconoce que es una suerte contar con su protección en el infierno de profesionales del odio, de la tortura y de la muerte.

   A comienzos de la democracia, en 1983, se pierden las pistas de Juana: ¿La mataron los Montonero, sus antiguos correligionarios  que la consideraban la mina de un mafioso y una traidora? ¿Fue la Marina? ¿Radías? Del desenlace, lo único que revelaré es que Juana Alurralde no se suicidó, la mataron; y Muriel y su equipo cree saber quién es el asesino.

   La novela, en una óptica caleidoscópica,  nos permite conocer las distintas versiones de un mismo hecho. En su estructura se aúnan tres grandes hilos narrativos: la investigación judicial y periodística en torno a la mujer muerta en La Turballe, la historia de Juana Alurralde y finalmente fragmentos de sus cartas a su hijo. En la narración cobran presencia el testimonio directo de las víctimas, la necesidad insoslayable, por encima de leyes de amnistía o de punto final, de que las atrocidades salgan a la luz y se haga justicia. Todo ello basado en testimonios de supervivientes de la barbarie dictatorial. También afloran descripciones del dolor y sobre todo del terror, a través de personas que fueron torturadas por una represión en la que cualquiera podía desaparecer porque se había convertido en una represión mafiosa, en un gran negocio, en connivencia con la logia masónica Propaganda Due. Así fue secuestrada y ejecutada por ejemplo la diplomática Elena Holmberg, prima del general Lanusse porque sabía demasiado e interfirió en los turbios negocios.

   Doble fondo es a la vez una novela detectivesca y un documento histórico en el que escuchamos las voces de los supervivientes del abismo de la dictadura argentina. Y un arma de lucha -así lo entiende Elsa Osorio- para descubrir la verdad, la memoria histórica y hacer justicia pese a las inicuas amnistías como las que se produjeron en Argentina -posteriormente derogadas- y en otros países.

   Una atmósfera de thriller negro, narrada con cierta liviandad, sin hacer demasiado hincapié en la épica de las víctimas y en la crueldad de los victimarios. Con habilidad, Elsa Osorio convoca en su novela a personajes contradictorios: un torturador que amenaza a una mujer a la que amenaza con los vuelos de la muerte y al mismo tiempo está loco de amor por ella, se quiere casar y tener hijos. Y una mujer que vive una situación terrible, pero quiere salvar a su hijo e informarse para un día poder denunciar y se aviene a ser la “amante” del torturador.









Elsa Osorio

Fragmentos



“En casa, en la cama, me tapé con el acolchado aunque no hacía frío, pero las palabras del tal Alfredo Scillingo, el marinero arrepentido, me produjeron escalofríos. Él no era un oficial de inteligencia, ni uno de esos temibles torturadores, cumplía funciones de mantenimiento en la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, un campo de detención clandestino donde torturaron y mataron a miles de personas. El jefe de la Armada, Emilio Massera, no quería que ningún marino saliera de allí con las manos limpias. Así Scillingo, como todos los otros, participó en dos vuelos de la muerte. En el primero, un Skyvan de Prefectura, tiraron a trece personas al mar, y en el segundo, un Electra, tiraron a diecisiete. En el último vuelo, se asustó porque se resbaló y casi se cae.”



…..



“Juana olió los aviones y los compañeros andes de que el Rulo se lo contara. Esa noche le dijo que, cuando los traslados, no los llevaban aun campo, sino a un avión. El Rulo lo sabía pero nunca había ido; esa noche el Cero se lo ordenó, todos tienen que ir. Él pidió pilotear, es lo suyo, pero no, debía estar dentro del avión, con los prisioneros. Vio cómo los tiraban al río, él mismo tiró algunos, a Silvia, y levantó los brazos como si estuviera sosteniendo a Silvia y la dejara caer. Temblaba y sudaba. Juana supo lo que era ese olor ácido repugnante, el olor del horror de Silvia y de otros compañeros que ya no vería más.

El teniente de novio Raúl Radías, piloto naval, alias el Rulo, le dijo que esa noche sólo necesitaba abrazarla, tranquilizarse, y ella se dejó abrazar con esos brazos que sostuvieron a Silvia antes de dejarla caer, pero Juana se fue de su cuerpo a otro lado, como había hecho cuando la torturaban, y cerró la nariz, y en cuanto escuchó la respiración fuerte del Rulo, se deshizo del abrazo, se sentó enfrente.”



…..



“Se sirve un whisky aunque es la una de la tarde. Llama una vez más a Manuel, le parece que su voz está diferente: ya va a llegar, no te preocupes. Raúl Radías mira la cama del hotel, a los dos les había impresionado cuando llegaron, ¡cama de reyes!, si la Flaca no vuelve…no quiere ni pensarlo. Una aguja eléctrica se clava en su estómago, lo va recorriendo, como él recorrió de electricidad el cuerpo de Juana. No puede vivir sin ella, ahora no es la carrera, aunque también, es ella, su cuerpo tibio, su sonrisa y esos ojos, siempre tristes, sus tetas, su voz, su culo, sus piernas, su concha, esa cocha donde él se zambulle y se pierde y se cura de todo mal, esa cocha que lo perdona de las cosas duras que debe hacer en este momento histórico. Esa mujer lo redime. Pero esa mujer lo enloquece, lo pone fuera de sí, que vuelva por favor, que vuelva. Suena el teléfono.”



(Elsa Osorio, Doble fondo, páginas 26, 119, 139)

2 comentarios:

  1. Ciertamente interesante ...

    Saluos
    mark de Zabaleta

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  2. Hago este comentario por segunda vez, porque la página no me permitía subirlo, pero como tu reseña lo merece y el tema me toca de cerca como argentina, vuelvo a hacerlo.
    Me quedé pensando en lo que afirmas sobre el contenido de esta novela, y recordé viejos tiempos en los que estos hechos sucedían habitualmente, aunque la gente común, los que estábamos alejados de la política, ignorábamos semejantes atrocidades pero creo que había una percepción colectiva de que algo dantesco estaba ocurriendo ya que gente del propio barrio o allegados, de alguna manera iban desapareciendo como en un soplo mágico de muerte.
    También me quedé con este párrafo de tu reseña: " Una atmósfera de thriller negro, narrada con cierta liviandad, sin hacer demasiado hincapié en la épica de las víctimas y en la crueldad de los victimarios."
    Desde lo intelectual, comprendo que para quienes no vivieron aquellos tiempos es necesario novelar los hechos, pero si no se cumple precisamente con lo que tú mencionas, es como contar una verdad mentirosa, una verdad disfrazada que hará más rápida e interesante quizás su lectura, pero no cumple con la honestidad que merecen aquellas víctimas, ni con los hechos tan repetidos en nuestro país, hechos de una de las historias que hacen a la Historia de una rueda que gira en forma intermitente pero que siempre se repite.
    Me parece que el nudo de esta novela está basado en un hecho real que sucedió en aquella época, en la que hubo un caso casi idéntico incluso en los lugares que se citan, con una actriz muy joven y bonita de entonces que era la pareja de un alto funcionario naval.Se habló de la muerte de la actriz como de un suicidio y si mal no recuerdo ella era la representante o algo así de los actores, ya que en aquellos tiempos no existían los sindicatos si no eran cómplices del régimen.
    Como siempre tu reseña nos abre el camino a un nuevo libro.
    Saludos.

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