jueves, 11 de mayo de 2017

"LA COLUMNA ROTA": ÉCFRASIS DE FRIDA KAHLO



La columna rota
Ángela Álvares Sáez
Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2016, 89 páginas.

   Ya desde las retóricas clásicas se conocía con el nombre de écfrasis a la figura equiparable a la hipotiposis, es decir, una descripción vívida e intensa, capaz de evidenciar e incluso de materializar visualmente la realidad representada en el discurso. A partir del siglo XVIII, el término restringe su significado, mas sin perder nunca esa marca de sugestión visual, capaz de colocar delante de los ojos algo ausente, descripción especialmente de una pieza artística de naturaleza plástica, por ejemplo, una pintura. Este proceso de restricción conceptual remite al sofista Filóstrato de Lemos, y sobre todo al tópico de Horacio, considerado canónico: “ut pictura poisis”. Pero fue, principalmente, un trabajo de Leo Spitzer el que representa el momento definitivo en el que los teóricos acotaron el término y comenzaron a indagar en la mímesis desde el texto écfratico, por cuanto este incorpora una representación de una representación, priorizando además a la poesía como arquigénero ecfrático privilegiado. Sin embargo, en el tratamiento de la écfrasis, la poesía contemporánea promueve una cierta discontinuidad entre la pieza artística y el texto literario, disminuyendo la correlación descriptiva en beneficio de una consideración estética. Un impulso crítico-hermenéutico sobrepasaría así al simplemente mimético. La écfrasis funcionaría así como objetos tonales, como constructos verbales, ontológicamente equivalentes a una obra artística de carácter plástico.
   Es en este sentido como una joven poeta, Ángela Álvarez Sáez, que tiene en su haber varios poemarios y ha cosechado no pocos premios -entre ellos, finalista en tres ocasiones del Premio Adonais- reescribe verbalmente un buen número de piezas pictóricas de Frida Kahlo, permitiéndonos observar, sobre todo a través de la imaginación convocada, múltiples connotaciones de las pinturas más emblemáticas de Frida.
   Los cuarenta y nueve poemas más dos textos epilogales de La columna rota más que describir interpretan las pinturas de la artista mexicana. Ese fue su propósito tras su regreso de México y la visita a “La casa azul”: “…soñé que la pintura de Frida Kaholo se convertía en un organismo que iba creciendo célula a célula, trepando como un animal arcaico por la raíz  de los poemas que yo iba escribiendo” (página 15). Y ciertamente el organismo y el entero yo de la pintora de Coyoacán se presta para esa hermenéutica ecfrática, porque Frida Kahlo, en todos sus cuadros, refleja su vida, su amor incombustible por el ogro devorador de mujeres que fue Diego Rivera. Sus tristezas y sufrimientos suelen ser interpretadas como símbolos del dolor que Frida sufría en todo su cuerpo y también en su alma.
   Por eso, a pesar de la tonalidad onírica de algunos de sus cuadros, Frida, como ella misma decía, nunca pintó sueños o pesadillas. “Pinto mi propia realidad”, solía repetir.
   A través de una arquitectura poética cuadripartita, los textos poéticos de Ángela Álvarez convocan e interpretan las pinturas de Frida Kahlo, permitiéndonos ver más de lo plasmado en los cuadros que se ajustan en general a las etapas existenciales y vivenciales de la pintora. El nacimiento, el conjuro del verbo nacer, con el “cuerpo que se sostiene como muerte” (página 19); las raíces, la herida inevitable, la inútil oferta a Diego Rivera de la fertilidad con el dolor “como cientos de pisadas de caballo” (página 25).
    

   
"La columna rota" cuadro de de Frida Kahlo

    “Amor y dolor”, la segunda parte que explica las pinturas en las que Frida refleja sus heridas, convertida quizás en presa. Es aquí donde encontramos “La columna rota”, los versos que rotulan el poemario, y que encarnan la representación seguramente más conocida de Frida Kahlo: desnuda desde la cintura para arriba, usando un corsé de acero que envuelve su cuerpo, con una dramática abertura que nos permite ver una columna hecha pedazos. Es la gran metáfora del dolor y de la soledad de la artista que “inventa monstruos sobre la superficie de la tierra”, con una “tempestad de clavos” atravesando todo su cuerpo. La écfrasis de Ángela Álvarez se detiene en varios de los autorretratos de Frida (“Autorretrato con collar de Espinas”, “Autorretrato con el pelo cortado, “Autorretrato con el pelo”…). Frida pinta autorretratos, múltiples autorretratos, debido a su soledad: “Pinto autorretratos, escribió, porque estoy mucho tiempo sola.”
   En la tercera parte se transforma en poema la memoria que también nutre algunas pinturas de Frida: el clan familiar concibiendo “el útero materno como el lugar donde se concentra toda la memoria” (página 49; el camino de la paz de Doña Rosita Morillo; viva presencia de la memoria azteca que puede ser restaurada para regresar al origen. Y más autorretratos que son también una forma de conservar la memoria.
   Finalmente la auscultación de la muerte, esa muerte que “se deshace en materia líquida”, “el  instante en el que fermentan / imágenes oníricas de seres emplumados”
   Si los cuadros de la pintora arrancaron algo  a la muerte, los poemas de Ángela Álvarez son igualmente una conjura contra el tiempo porque no solamente expresan la emoción de una pintura sino que la absorben lingüísticamente. Y aunque, como escribió Walter Benjamin (Tesis de filosofía de la historia o sobre el concepto de historia) la construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen nombre, la voz poética de Ángela Álvarez lo hace en estos versos, estrofas y poemas a alguien que sí tiene nombre, un nombre vapuleado por el dolor y por los innumerables abismos por los que transcurrió la vida de Frida Kahlo, y que pudo sortear gracias a su pintura, esos cuadros tantas veces pintados en el lecho. Hay seres prácticamente anónimo relacionados con Frida Kahlo a través de Diego Rivera (Angelina Beloff o Lupe Marín que con sus guisos le alegraba la vida del gran panzón en la Casa Azul), merecedores igualmente de recobrar vida a través de la poesía. Lo han logrado en la prosa gracias a Elena Poniatowska. Mas honrar la memoria de de los seres anónimos es tarea mucho más ardua que hacerlo con los célebres.
   Poesía, la de Ángela Álvarez, quizás dura, áspera en algunos momentos. Radiografía del dolor que nos perfora no solo los sentimientos sino también la conciencia. Poemas cuadros concentrados, en los que conviven harmónicamente  versos, estrofas, poemas de distintas tonalidades y hechuras, con presencia de prosas poéticas, si bien tendiendo a tonos versales y compositivos clásicos. Poemas que, a pesar de su intenso componente melódico, no se descoyuntan como un terremoto. En general, el volcán versal con el que la voz poética de Ángela Álvarez se deja sentir en este poemario, se transforma en suave sinfonía.
   Un poemario cuya riqueza semántica y su expresión lingüística se adecúa perfectamente al fondo temático: esa pintora mexicana, víctima de los padecimientos que marcaron su vida, y una obra símbolo del sufrimiento que la lectura de los poemas de Ángela Álvarez nos permiten conocer mejor.

Francisco Martínez Bouzas

                                                        
                                                      
Ángela Álvarez Sáez

Selección de poemas de La columna rota

La columna rota

“Es el dolor el artífice de esta pesadilla,
quien inventa monstruos sobre la superficie de
      la tierra.
Como una tempestad de clavos, irrumpen las bestias de mi
       carne,
con  sus collares de heridas congénitas.
El Minotauro está en el bosque.
Cuando los hombres duermen, rompo la placenta,
lamo las húmedas escamas de la ausencia de cuerpo,
y salgo a cazar animales inexistentes.”
(página 33)

…..

Autorretrato con pelo suelto

“En Coyoacán, Méjico, las imágenes llevan inscritos los
       signos del desamparo.
Seres insonsistentes atraviesan los gruesos muros que
       rodean la herida.
La tierra creó mi cuerpo en un acto de silencio.
Y ahora mis facciones se han transformado en un luto de
      dimensiones abisales.
En Coyoacán, Méjico, me pinté a mí misma, al otro lado
      del tiempo donde quiebra el desconsuelo y la memoria.”
(página 37)

Materia y memoria

I

“He vuelto al mismo lugar del que partimos. Delante de mí hay una puerta sobre la que destacan unas letras rojas. «Santuario». Luego  aparece Frida con un hacha y rompe los cerrojos de la habitación donde nos habían encerrado. Frida se refugia como un animal herido debajo del objeto-cuerpo. Yo miro por la ventana y veo aparecer un lobo que enseña los dientes y avanza hacia donde estamos.

II

Quien habla es el lenguaje inventando superficies y contornos. Sin embargo, la memoria perteneces al fondo último de las cosas. Su latido originario abre y cierra cicatrices, y nos obliga a encadenar nuestras palabras al monstruo voraz del tiempo.

III

La materia extiende sus raíces como una cartografía del interior del poema. Su herida en movimiento crea arrecifes  y huracanes. Mi cuerpo está vacío de emociones, y aún así, noto en mi pulso un temblor lleno de escamas.”
(páginas 62-63)

…..

Recuerdo de la herida abierta

“Bajo la atenta mirada de guerreros aztecas,
la noche guarda una herida de alacranes
en el recinto cerrado del miedo.
Dios ha abierto sus alas tentadoras
y nos conmina a entrar en el territorio de los vivos.
Dentro del corazón del presente fermentan los cuervos
      amarillos del pecado.
Dios ha abandonado sus dominios.
Y tal vez algún día seamos perdonados por ello.”
(página 75)

4 comentarios:

  1. Parece ser de un estilo muy singular el de esta poeta. Me gustan mucho los poemas que nos cuentan historias, además aquí el dolor está pintado con tan diversas imágenes que no altera la lectura, pero conmueve. Es de un contenido muy fuerte y a la vez atrapante: "Cuando los hombres duermen, rompo la placenta,lamo las húmedas escamas de la ausencia de cuerpo,y salgo a cazar animales inexistentes.”
    Como siempre tu reseña nos muestra una forma, un modo, un camino diferente para contarnos con poesía esa vida que Frida pintó y que es evidente que Ángela Álvarez conoce muy bien y lo dice en versos y desde la mirada femenina.
    Saludos.

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    1. Un estilo, el de Ángela Álvarez Sanz, que bascula entre la poesía clásica y otra más innovadora. la relectura que, desde la poesía, hace de los cuadros de Frida Kahlo es acertada y muy estimulan. Un poemario que invita a su lectura.
      Gracias por tu palabras, palabras de atenta lectora, sobre todo con relación al libro, porque lo que dices sobre mí, pienso que es inmerecido.

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  2. Cantar a las ´pinturas, es una forma de arte poética que han hecho grandes poetas clásicos, como Rubén Darío, Machado, Góngora, etc, no es un arte fácil de hacer, ya que se debe conocer a fondo la obra pictórica para inspirarse en ella y lograr algo sublime, como en este caso veo en los poemas que nos muestras de esta extraordinaria poeta Ángela Álvares Sáez. Las pinturas de Frida sabemos son arte surrealista y su parte doliente de vida se vé reflejada en muchas de sus pinturas, y es ahí donde el trabajo poético de esta poeta hace gala a las vicisitudes que se manifiestan en la obra de la pintora mexicana. Veo un halo onírico en su expresión, muy hermoso, así que felicito su obra y felicito la calidad indiscutible de tu reseña. Gracias por el placer que siempre me proporcionas al poder leerte. Un abrazo.

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