martes, 22 de noviembre de 2016

LOS FANTASMAS DE LA NOCTURNIDAD INSOMNE



Obra muerta
José Luis de Juan
Editorial Minúscula, Barcelona, 2016, 108 páginas.

   En la colección “Micra” de Editorial Minúscula, ve la luz una pequeña novela, o relato en formato largo, del periodista mallorquín José Luis de Juan (Palma, 1956), escritor desde los diecisiete años y autor de notables novelas como La mano queformula el deseo, El apicultor de Bonaparte o Este latente mundo.
   En el relato Obra muerta, la voz confesional de un hombre que, en ciertos momentos de su vida, pensaba al acostarse que no vería la luz del día siguiente, convierte en literatura los fantasmas que pueblan una noche insomne y que lo hacen retrotraer sobre el pasado, a la edad joven, asentado en una vida estable, pero que no era más que “obra muerta”, un símil tomado de la náutica que alude a la parte visible de un barco, que no es la de más entidad e importancia en los navíos, a pesar de las apariencias.
   El protagonista, en ciertos momentos de su vida, debido a motivos laborales, solía llegar a su casa después de medianoche y, tras conseguir alejarse de la siniestra llamada suicida de la ventana, se desliza entre las sábanas, luchando para no hacer ruido  y despertar a su mujer. Conocedor del insomnio, un estado de estupor, con los músculos en tensión, que lo estanca en el umbral del sueño, pero se niega  a abrirle sus puertas, sus sensaciones insomnes se hacen acompañar de recuerdos de escenas de tiempos pasados; incursiones oníricas que no obedecían a ninguna lógica ni a pensamientos lineales y coherentes. En ese proceso de cobrar sensaciones, aparecen personajes del pasado.
   Una noche, cuando ya habían desaparecido esos problemas para dormir y con otra mujer a su lado, vuelven los fantasmas, la vulgar tiranía de un cerebro que no descansa y recuerda nimiedades, deseos y miedos. Y sobre todo, experiencias de y con amigos conocidos en el pasado, y ya fallecidos. El primero será Pablo Romeo, quintaesencia de un capitán de barco, varado en tierra, bebedor, mujeriego y hombre del tiempo en un periódico local. Romeo había proyectado escribir una novela sobre sus experiencias, con el título de Obra muerta. Un personaje a la deriva que había barajado diversas maneras de suicidarse.
   Otro personaje que hace acto de presencia esa noche es Chris  Tango, dueño de una agitada vida amorosa, que un día deja de lado su obsesión por los periódicos y sus actividades de alto ejecutivo y se introduce en el más humilde negocio de los restaurantes, montando una red de bares en Inglaterra. Joan Delta, un pintor catalán, fallecido hace más de treinta años, carente de buena mano para las mujeres y con contagios dalinianos, será el tercer visitante de su noche.
   En deseo revive en el protagonista con la evocación de los naipes pornográficos que le regala el japonés Oskar Isumi, un estudiante de español y el único hombre con el que habría podido acostarse el personaje insomne. Amigo de juventud e igualmente fallecido años antes de que él se enterara. Y sobre todo, paradigma de una existencia que se niega  a seguir los designios de la herencia. El reencuentro, tras los remordimientos de la amistad abandonada, será en el cementerio de Google.
   Memorias difusas, trémulas, entreveradas con la ficción y que, con el paso de los años, se transforman en imágenes roídas por la polilla. Un fantasmal desfile de los amigos de otro tiempo y sus vicisitudes, unas corrientes y prosaicas, otras memorables que la pericia de José Luis de Juan transforma  en atractivo material ficcional. Experiencias vitales que parecían olvidadas, y sobre todo la muerte de los demás se transfiguran en un apetitoso cebo narrativo, en un fugaz pero vertiginoso relato. Una muestra altamente plausible de la literatura retrospectiva, alumbrada desde la oscuridad nocturna, “entre el amanecer y la noche, el presente y la memoria”, como reza la presentación editorial.

Francisco Martínez Bouzas

                                                           
José Luis de Juan
                                                             
Fragmentos

“Vuelvo a dar otra vuelta en la cama, Y cada vez que me giro de lado arrastro con las piernas el cojín azul. El insomnio es un animal oscuro con los ojos rojos como ascuas. Te mira pegado al techo mientras transcurren los minutos sin marcar de veras períodos en el tiempo. Me parece que mi respiración se detiene y que el corazón no late, o late demasiado despacio. Casi tengo miedo de dormirme, porque en ese caso ya no podría vigilar mi aliento ni mi ritmo cardíaco . No quiero despertar a Juliet. Ella respira apretada a mí de un modo profundo y de vez en cuando emite un silbido tenue al que siguen movimientos bucales como si fuese a hablar y no pudiera. Apenas me atrevo a moverme, o más bien es como si no tuviera espacio para moverme en realidad.”

…..

“Desde esta cama que pende sobre el abismo de mi edad, como si no hubiera nada debajo, veo a Joan Delta a los dieciocho años. Un joven artista con melena a lo Jimmy Hendrix, gafas de miope  y tez blanca llena de granos, que ha estado varias veces en casa de Dalí. De hecho pinta como Dalí, es un buen dibujante, preciso y seguro. Conservo una muestra de ello, un dibujo a bolígrafo de diseños psicodélico que debió de hacer en las tediosas clases de Derecho Canónico. Le veo extender en el suelo un largo rollo de papel de estraza en el que va  a pintar un mural de gran tamaño para el piso de las demoiselles de la calle Amigó, así lo llamaba. Va a representar a las tres chicas que viven allí bajo formas animales, dos de ellas, y la otra con la cara furiosa de una bruja, y en segundo término pintará el perfil de un hombre, que nunca sabré si soy yo o él.”

…..

“Juliet me ha dicho muchas veces que la despierte si no puedo dormir, pero a mí me parece un sacrilegio. Me dice que le gustaría despertarse a causa de mis embestidas y yo juro que cualquier noche voy a hacerlo. Hablo de ello y me excito. Pero nunca lo hago. Nunca lo he hecho en estos años. Si Juliet hubiera estado a mi lado cuando barajaba aquellas cartas ni ella ni yo hubiéramos dormido, de tantas tardes y noches ocupadas en el juego, intentando llegar a las lejanas fuentes del deseo atravesando junglas y manglares.”

(José Luis de Juan, Obra muerta, páginas 45-46, 59-60, 66-67)

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