domingo, 8 de mayo de 2016

EL CANON LITERARIO JUVENIL DE HAROLD BLOOM



Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes

de todas las edades

Harold Bloom

Traducción de Damián Alou

Editorial Anagrama, Barcelona, 694 páginas

(Libros de fondo)



   Bajo un título muy preciso, Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, publicó Harold Bloom (Nueva York, 1930), en el año 2001, uno de sus múltiples aportaciones canónicas, esta vez dentro de los territorios de la literatura infantil y juvenil. Una nueva contribución a esa fiebre de listas canónicas que el crítico norteamericano había inaugurado en el año 1994 con aquella obra tan polémica titulada The Wester Canon. Harold Bloom publicará en años posteriores otras listas canónicas (el canon del cuento, el del ensayo, el de la poesía en lengua inglesa, el canon de la poesía religiosa americana). La necesidad de canonizar, como ya he señalado en otra ocasión, es inherente a la especie humana, desde sus orígenes hasta su devenir contemporáneo. Lo hizo aquel animal dotado de sinrazón bajado de los árboles, el hombre de Neanderthal mediante la pintura parietal o el grabado sobre roca, símbolos más o menos analógicos con representaciones extremadamente precisas de seres vivos o de criaturas quiméricas o irreales. Además de su finalidad ritual y mágica, esas imágenes significaban para sapiens una segunda existencia que se perpetúa en el tiempo. Las religiones históricas han hecho algo muy parecido: se canonizas personajes ilustres, “santos”, escritos, libros de los fundadores para convertirlos en modelos estables e inmutables.

   A nivel literario, especialmente en la época actual, se ha hecho y se hace algo muy similar: la necesidad, acrecentada al final de etapas históricas o en el cambio de siglos o milenios, de seleccionar con criterios dispares cánones literarios, fruto de gustos colectivos o personales, casi siempre ideológicos o defensores de una teoría literaria.

   Si  El canon occidental fue una obra muy controvertida, al canon de literatura juvenil e infantil de Harold Bloom le sobran motivos para que se hayan repetido los debates favorables o desaprobatorios del año 1994. Harold Bloom tiene el convencimiento, posiblemente anticuado y romántico, de que los niños son lectores por naturaleza hasta que su instinto se ve destruido por los medios de comunicación. Si los niños y niñas no leen, o leen menos de lo que lo hacían en épocas pasadas, debemos buscar los motivos, según Harold Bloom en los obstáculos que para la lectura representa la pantalla (el cine, la televisión, el ordenador…) que cercenaron el encantamiento que representa la aventura de leer.

   Por esa razón, el crítico americano les ofrece a los niños una antología personal, formada por cuarenta relatos y cuentos y ochenta y cinco poemas, para intentar recrear la imagen de felicidad: lo que un niño en solitario halla en los libros no es una fantasmagoría malsana, sino un compañero invisible que le enseña a excitar toda su mente. Mas en la oferta de sus favoritos anida la polémica, porque Bloom, en su selección, nos ofrece textos escritos mayoritariamente en el siglo XIX, ya que pretende mantener una coherencia de tonalidad y de perspectiva en las fantasías, narraciones, piezas líricas o meditaciones. Harold Bloom considera que el “modernismo” que surgió tras la Primera Guerra Mundial, acabó con el asombro visionario que le da  armonía a textos como los de Lewis Carroll, Rudyard Kipling, Mark Twain, Conan Doyle, H. G. Wells, Walt Whitman, Shakespeare, E. L. Stevenson o Leon Tolstoi.

   Es con textos de estos escritores, prácticamente ignorados dentro de las coordenadas de la literatura infantil, con los que Harold Bloom arremete contra la cultura literaria que representa, entre otros, el fenómeno Harry Potter. Un embate sin concesiones porque el crítico de fama internacional no acepta la categoría ni la etiqueta “literatura para niños” que tuvo vigencia en épocas pasadas, pero que hoy en día no es más que una careta para la estupidación que está apisonando la cultura literaria. Ya hace años que la escritora y académica Ana María Matute  llegaba a una conclusión parecida: la literatura juvenil (la que se escribe para chicos y chicas a partir de los catorce años) es una necedad, ya que un adolescente de esa edad puede leer perfectamente de todo. La mayoría de los escritores que en sistemas literarios como el gallego están comprometidos con la elaboración de una literatura infantil y juvenil de calidad, huyen de la infantilización del género, y solucionan el problema desde otra perspectiva: echando mano de la frase de Joles Snnell (Josep Albanell): la buena literatura juvenil e infantil es aquella que también pueden leer los niños y niñas.



Francisco Martínez Bouzas



Harold Bloom


Fragmentos



EL DIABLO DE LA BOTELLA

Robert Louis Stevenson



“Había un hombre en la isla de Hawai al que llamaré Keawe; porque la verdad es que aún vive y que su nombre debe permanecer en secreto; pero su lugar de nacimiento no estaba lejos de Honeaunau, donde los huesos de Keawe el Grande yacen escondidos en una cueva. Este hombre era pobre, valiente y activo; leía y escribía tan bien como un maestro de escuela; además era un marinero de primera clase que había trabajado durante algún tiempo en los vapores de la isla y pilotado un ballenero en la costa de Hamakua. Finalmente, a Keawe se le ocurrió que le gustaría ver el gran mundo y las ciudades extranjeras y se embarcó con rumbo a San Francisco.

San Francisco es una hermosa ciudad, con un excelente puerto y muchas personas adineradas; y, más en concreto, existe en esa ciudad una colina que está cubierta de palacios. Un día, Keawe se paseaba por esta colina con mucho dinero en el bolsillo, contemplando con evidente placer las elegantes casas que se alzaban a ambos lados de la calle. «¡Qué casas tan buenas!», iba pensando, «y qué felices deben de ser las personas que viven en ellas, que no necesitan preocuparse del mañana!». Seguía aún reflexionando sobre esto cuando llegó a la altura de una casa más pequeña que alguna de las otras, pero muy bien acabada y tan bonita como un juguete; los escalones de la entrada brillaban como plata, los bordes del jardín florecían como guirnaldas y las ventanas resplandecían como diamantes. Keawe se detuvo, maravillándose de la excelencia de todo…”



…..



LAMENTO DE ECO POR NARCISO

Ben Jonson



“Deténte, fresca fuente, no fluyas más veloz que mis lágrimas;

más despacio aún, aún más; no corráis, amables manantiales;

escuchad la parte dolorosa de esta música

la pena se derrama en su melodía cuando canta.

Caen hierbas y flores;

pródigos se derraman dolores,

no son nuestros nuestros dones;

Oh, aún podría,

como la nieve que se derrite sobre escarpada montaña,

caer, caer, caer, caer

pues el orgullo de la naturaleza no es ya sino un narciso marchito”



…..



LOS ZAPATOS ROJOS

Hans Christian Andersen



“Érase una muchachita muy linda y graciosa en extremo, pero tan pobre, que en verano tenía siempre que ir descalza y en invierno con grandes zuecos, lo que lastimaba horriblemente sus piececitos y los dejaba enrojecidos.

En medio de la aldea vivía la vieja zapatera; se sentaba a coser lo mejor que sabía un par de zapatitos de tiras de un viejo trapo rojo. Eran bastante toscos, pero la zapatera los hacía con el mejor fin, para dárselos a la muchachita. La muchacha se llamaba Karen.

Tuvo los zapatos rojos y los estrenó precisamente el día que enterraron a su madre. No era lo que se dice una prenda de luto, pero no tenía otros. Así que se los puso en los pies desnudos, para seguir al pobre ataúd de paja.

Acertó en aquel momento a pasar un enorme y viejo carruaje en el que iba una enorme y vieja señora. Vio a la muchachita y le dio pena, por lo que dijo al sacerdote:

-Oiga, si me entrega a la niña, me encargaré de ella.

Y Karen pensó que todo debido a los zapatos rojos, pero la señora dijo que eran horrorosos y los mandó quemar…”



(Harold Bloom, Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, páginas 105-106, 142, 435)

4 comentarios:

  1. Muy interesante Francisco y una fantástica reseña. Gracias por la recomendación. Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu lectura y comentario. Lo que pasa con Harold Bloom, supongo que ya lo sabes: sus opiniones y selecciones soy muy subjetivas. Y por supuesto demasiado anglófanas. De hecho la inmensa mayoría de los relatos y poemas seleccionados son de autores ingleses o norteamericano. Pero, incluso así, merece la pena.

    ResponderEliminar
  3. Excelente reseña Fran gracias por el placer de incitarnos a la buena literatura,en lo particular, también gozo de leer buenos textos infantiles, un abrazo.

    ResponderEliminar