viernes, 1 de enero de 2016

RESCATE Y ELEGÍA DEL PASADO



La hierba de las noches

Patrick Modiano

Edición de Javier Aparicio Maydeu

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

Ediciones Cátedra, Madrid, 2015, 263 páginas



   No me parece mala idea inaugurar un año bisiesto con un retorno a Patrick Modiano, Premio Nobel en 2014. Y hacerlo retomando la lectura de una de sus obras más conocidas, La hierba de las noches que acaba de publicar Ediciones Cátedra, en una excelente edición de Javier Aparicio Maydeu, que nos regala una Introducción a Modiano, y a esta novela en concreto difícilmente superable. Una edición -confiesa Javier Aparicio Maydeu- que “no existiría sin la inmediata y generosa complicidad de Jorge Herralde (Anagrama es la propietaria de los derechos en España) que me regaló para Reyes nada menos que poder elegir un vrai Modiano (página 85).Un Modiano anotado de forma profusa y muy aclaratoria y que, con el estudio introductorio, la actual edición de Cátedra se transforma en una verdadera guía de lectura para lectores primerizos e incluso avezados. Y como la traducción es la de María Teresa Gallego Urrutia, en esta edición de Cátedra, hallará el lector a un Modiano que habla español con la naturalidad y fluidez del idioma original de la novela. Todo ello en un volumen acrecentado, como ya señalé, por un buen estudio y un amplio aparato de notas que enriquecen la grandeza de la narrativa modianesca.

   Patrick Modiano está considerado por muchos lectores como el novelista vivo más importante. Obras como Dora Bruder, El libro de familia, Calles de las Tiendas Oscuras, Premio Goncourt, Un pedigrí.Una juventud o El lugar de las estrellas, La ronda nocturna, Los paseos de circunvalación publicadas en castellano por Anagrama en un solo volumen (Trilogía de la Ocupación) así lo confirman. El género que más frecuenta Modiano es la novela breve (nouvelle) y La hierba de las noches no se aparta de esas coordenadas; ni tampoco se aleja del estilo habitual de su prosa: escritura sutil, minuciosa y sobre todo poética, que es la marca  de toda su escritura. Hay además en la narrativa de Patrick Modiano varias ideas-eje: la escritura como medio de lucha contra el olvido, como recuperación del ayer. Contra el olvido de todo: familiares, personas amigas, las calles del viejo París y, sobre todo, la barbarie que avasalló el siglo XX. Otra es esa fascinación por penumbras inquietantes, sus incursiones en pasados turbios. Todo eso configura lo que se ha llamado “Universo o país Modiano”, centrado en torno  al París mítico de los años 60, hoy desaparecido, poblado por climas nebulosos, brumas, cafés, calles donde el escritor vivió y creció en su niñez, adolescencia y juventud. Y sobre todo, mucha nostalgia porque ese París es una ciudad que solamente existe en los libros de Modiano.

   En La hierba de las noches Modiano no desentona de ese clima escritural de sus anteriores novelas. En ella, el escritor retorna de nuevo a un pasado ya desaparecido, a una época que solamente cobra vida en los recuerdos que Modiano llega a confundir con los sueños; evocaciones llenas de elementos huidizos que el escritor había anotado en una libreta, como confirmación de su existencia y que, no obstante, llegan a constituir un verdadero enigma. Y como casi todas sus novelas, también ésta mana de la misma fuente: el tiempo misterioso, inquietante, frecuentemente peligroso de su adolescencia, habitado por personajes que acaban de salir de la clandestinidad, como su propio padre de origen judío, con frecuentes incursiones en el mercado negro.

   Jean es el protagonista y voz narradora de la novela, y seguramente alter ego del propio Modiano. Es escritor dependiente de esa libreta negra  en la que apunta infinidad de notas. Solitario y perdido en un mundo hostil y a la vez atrayente, el París de los 60. Gracias a esa libreta, muchos años después, puede mirar hacia atrás y reconstruir la etapa de su vida que se corresponde con esos años. Desde el presente se ve obligado a enfrentarse a varios personajes que conoció en aquellos momentos pretéritos: un antiguo amor, Dannie dice llamarse, que arrastra un pasado enigmático y misterioso que ella misma no desvela. Y a su par, una colección de “personas raras”, los golfantes huéspedes  del Unic Hôtel como Ghali Aghamouri, Langlais, Chastagnier, Duwelz o Gérard Marciano, cuyas verdaderas identidades se esconden bajo antifaces y que eluden las preguntas de Jean.

   El relato se centra en el paseo recordatorio  del protagonista por el viejo recinto urbano de su vida, tan alterado por el paso del tiempo. En ese recinto, el protagonista habrá de enfrentarse con lo que fue su desasosiego sentimental, que tenía lugar a la vez que las revueltas populares de la Francia poscolonial, o el secuestro de Ben Barka. Y un enigma que el lector no descubrirá hasta el final de la obra.

   Novela erguida con el aire que respira la memoria, tal como ésta se conserva muchos años después. Recuperando los recuerdos, el pasado, en una beligerancia contra el olvido, mas con la particularidad de que  La hierba de las noches está escrita como una novela negra, como un thriller policial. Rescate y elegía del pasado en el que una investigación policial  viene a ser la última frontera de las geografías pretéritas que, en el presente, se convierten en tiempo ido, en vejez. No sin razón, La hierba de las noches ha sido considerada como el culmen de una autoficción poética-policial. Porque el escritor nacido en Boulogne-Billancourt es capaz de amalgamar una trama de novela negra (un aire de suspense se incrusta en su esencia), con un texto escrito con finas suturas poéticas. No porque la prosa de la novela remede la poesía, sino porque el escritor es capaz de crear, con lengua precisa y mediante numerosas elipsis, una especie de estado onírico en la mente  del lector, que debe completar lo oculto y velado. En cuanto a su arquitectura interna, Modiano sitúa esta novela breve en las antípodas del canon compositivo tradicional. Aquí no hay introducción, nudo y desenlace. Solamente París y Modiano y esa aura melancólica, y por lo mismo triste, que produce la vivencia, muchos años después, del tiempo ido que solamente pervive en la memoria.



Francisco Martínez Bouzas



Patrick Modiano


Fragmentos



“La conocí en la cafetería de la Ciudad Universitaria, donde iba yo a menudo a buscar refugio. Vivía en una habitación del pabellón de Estados Unidos y me preguntaba por qué, porque no era ni estudiante ni norteamericana. Después de conocernos no se quedó ya en ese pabellón por mucho tiempo. Alrededor de diez días apenas. No me decido a poner entero el apellido que anoté en la libreta negra después de nuestro primer encuentro: Dannie R., pabellón de los Estados Unidos, bulevar de Jourdain, 15. A lo mejor vuelve a ser el suyo ahora -después de tantos otros apellidos- y no quiero llamar la atención por si todavía está viva en algún sitio. Y, sin embargo, si leyera ese apellido en letras de molde, a lo mejor se acordaba de que lo había llevado en determinada época y me daba señales de vida. Pero no, no me hago demasiadas ilusiones al respecto.

El día en que nos conocimos, escribí «Dany» en la libreta. Y corrigió personalmente, con mi bolígrafo, la ortografía exacta de su nombre: Dannie. Más adelante me enteré de que ese nombre «Dannie», era el título del poema de un escritor a quien admiraba yo por aquel entonces y a quien veía a veces, en el bulevar de Saint- Germain, saliendo del hotel Taranne. A veces se dan curiosas coincidencias.”



…..



“Ayer por la noche fui recorriendo con el dedo índice en el mapa el trayecto de París a Feuilleuse. Era remontar el curso del tiempo. El presente no tenía ya importancia alguna, con esos días todos iguales con su luz sin brillo, una luz que debe de ser la de la vejez y en la que nos da la impresión de estar sobreviviendo. Me decía que volvería a encontrar la hilera de árboles y las cercas blancas. El perro se me acercaría despacio, recorriendo el paseo. Había pensado a menudo que, aparte de nosotros, era el único habitante de la casa, e incluso el dueño. Cada vez que volvíamos a París le decía a Dennie: «Tendríamos que llevarnos este perro». Se colocaba delante del coche gris para ver cómo nos íbamos. Y después, cuando ya nos habíamos subido al coche y habíamos cerrado las puertas, se iba a la cabaña que servía para guardar la leña y donde solía dormir cuando no estábamos.”



…..



“Íbamos cruzando el jardín de Les Tuileries. Me pregunto en qué estación estábamos. Ahora, mientras escribo estas líneas, me parece que estábamos en enero. Veo manchas de nieve en los jardines de Le Carrousel, e incluso en la acera por la que andábamos, orillando Les Tuileries. Al frente, una aureola de bruma envuelve las farolas de debajo de los soportales de la calle Rivoli. Y sin embargo, tengo una duda: podría ser principios de otoño. Los árboles de Les Tuileries todavía tienen hojas. No tardarán en caérseles, pero a mí el otoño no me hace pensar en el final de nada. Creo que el año empieza en el mes de octubre. Invierno, Otoño. Las estaciones cambian y se confunden en el recuerdo como si éste, con el paso de los años, viviera su propia vida, una vida vegetal, y no fuera nunca una imagen fija y muerta. Sí, las estaciones se mezclan a menudo; la primavera del invierno, el veranillo de San Martín…Cuando llegamos bajo los soportales estaba lloviendo, una lluvia muy fuerte o, más bien, uno de esos chaparrones que lo pillan a uno desprevenido en verano.”



(Patrick Modiano,  La hierba de las noches, páginas 109, 141-142, 213-214)

2 comentarios:

  1. Mis mejores desos para este gran desafío 2016 !

    Saludos
    Mark de Zabaleta

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Mark. Feliz 2016 igualmente. Muchas gracias por tu comentarios

    ResponderEliminar