sábado, 21 de noviembre de 2015

CUATRO PERSONAJES SIN NOMBRE Y...El SILENCIO



Imposible de desatar

Iván García Campos

Traducción de Carmen Torres París y María Dolores Torres París

Mar Maior (sello de Editorial Galaxia), Vigo, 2015, 216 páginas



   Hasta el año 2010, Iván García Campos era un outsider prácticamente desconocido en la literatura gallega, y también en la española, a no ser por algún relato breve. Pero ese año, con la pieza O imposible de desatar se hizo con el Premio Blanco Amor de Novela; y ahora su pieza narrativa se puede leer en castellano gracias a la reciente edición de Mar Maior. Aunque no siempre lo hacen, los premios literarios  de vez en cuando descubren y hacen posible la publicación de propuestas narrativas novedosas, vanguardistas e incluso rompedoras, que, sin ese plus publicitario, a través de los cauces habituales, difícilmente hallarían editores dispuestos a apostar por ellas y asumir el reto de ponerlas a disposición de los lectores. Tal es lo que sucedió con la primera novela de Iván García Campos. El Premio Blanco Amor hizo posible un debut literario, que a su vez amplía y renueva el territorio de la narrativa, aportando voces nuevas y novedosas.

   Imposible de desatar es una pieza narrativa a la vez realista y alegórica. El autor, a través de una estructura tripartita, retrata, en la primera y tercera parte, el vivir cotidiano de una familia. En el medio de ambas, en la segunda, nos ofrece cuatro historias colaterales que nos transmiten el mismo mensaje: las derrotas de la vida o la imposibilidad de alcanzar la felicidad como horizonte realista de los seres humanos.

   Hoy en día, las relaciones familiares pueden ser cálidas y acogedoras, pero cabe así mismo la posibilidad de que se hallen repletas de insatisfacciones, conflictos, mutismo y hostilidades. Iván García Campos radiografía las rutinas de una familia urbana: padre, madre y dos hijos durante una semana. Todos ellos innominados, caracterizados únicamente por el rol que desempeñan. Un relator en tercera persona va punteando por días y horas lo que sucede en el hogar, lo que sus miembros dicen o lo que piensan. Pero en esa casa, más allá de las rutinas diarias, de los solitarios de la madre, de los enredos en los relojes por parte del padre, nada acontece. Solamente el silencio. Silencio y portazos, reflejados constantemente en frases como esta: “¿Te vas a la cama?, preguntó la mujer. El marido no contestó. ¿Vas a oír la radio?,  preguntó la mujer. El marido no contestó” (página 23). Los mismos solitarios a los que juega la mujer, son elocuentes metáforas de la incomunicación intrafamiliar.

   La trama termina como era de esperar: con la conclusión de que estarían más cómodos durmiendo en camas separadas; hecho confirmado por el “Extra” con el que nos agasaja el autor, que es a la vez contrapunto y contraste: la familia bien avenida, cuyos  miembros intercambian sonrisas cómplices, besos y abrazos y deciden comprar la cama de matrimonio más estrecha que ofrezca el mercado. En el relato de Iván García Campos no existen ruidos ensordecedores que impidan una instalación placentera de las relaciones familiares, pero existe el silencio, -otra forma quizás de comunicación ¿o de ruido?- que es todavía mucho más estruendosa.

   Resalto los aspectos formales, ya que en los mismos se hallan los elementos realmente novedosos e innovadores de la novela. La forma de escribir de Iván García Campos se asemeja en gran medida a las maneras de la corriente evidencialista que brotó en Galicia a finales de los 90. Con un registro léxico aséptico y desnudo de cualquier adorno estilístico, el autor se limita a relatar colmos, obviedades (“Todo es relativo relativamente” página 105). Y lo hace con frases secas, concisas y repetitivas, como si fuese un picapedrero  que pica en la piedra. Resulta así un relato monocorde que llega a producir un cierto cansancio en aquellos lectores habituados únicamente a la narrativa convencional. Pero en muchas secuencias el texto se ilumina con pequeñas dosis de socarronería y finísimo humor. Y ciertos elementos paratextuales, como por ejemplo las tachaduras encima de textos que hablan de Franco o del bilingüismo, que hacen más placentero este retrato de la cara oculta de la sociedad y de las derrotas cotidianas que en ella se incrustan.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Iván García Campos

Fragmentos



“La madre resolvía los crucigramas del periódico contando con los dedos. De vez en cuando deletreaba alguna palabra, cosa que irritaba al marido, que seguía leyendo. (…)

¿De modo que has sido tú?, preguntó la mujer. El marido levantó la mirada del fascículo y la miró fijamente. Luego siguió leyendo en silencio. Ella sonrió restregando un pie contra otro, como un grillo que canta, y pensó; así que has sido tú.

Un programa sucedió a otro y los anuncios pasaron con increíble lentitud, pero ninguno de los dos miró la televisión.

Secretamente estaban solos.”



…..



“La hija se fue dando un portazo.

La madre salió de la sala y quedó en el pasillo, ante la puerta cerrada de aquella habitación. Tengo que irme, pensó la madre; se me hace tarde. Rozó con la mano la puerta de la habitación y echó a correr por el pasillo con cierto desasosiego. Al poco rato volvió a entrar. Fue hasta la cocina, echó una ojeada a las cuatro paredes y se fue.

El hijo, en la cama, se rio sacudiendo todo el cuerpo, y luego hizo lo mismo que Onán.”



…..



“La casa se quedó en silencio toda la tarde, latente como un caballo ciego.”



…..



“Si eres bueno, caes mal, seguía el padre; si eres mediocre, también. Y si eres malo das pena, así que hay que aceptarlo, lo mejor es ser mediocre como la mayoría de la gente. La madre volvió a toser. La hija pareció reprimir un sollozo. Relampagueó y se oyó el viento. La lluvia golpeaba los cristales.”



…..



“La hija estaba frente al espejo de su habitación sopesando los senos, mirando fijamente sus pezones abultados. Hizo algunos movimientos elásticos y luego pensó que tenía muy poco que sujetar, pero aún así no soportaba los sujetadores con aros para andar con ellos por casa. Sosteniéndolos y soltándolos observó la caída natural de los senos. No creo que dependa del sujetador, pensó. Tengo que darme prisa, si se me cae lo poco que tengo, menuda coña. Sacó de un bolso un sobre de Almax y se lo tragó entero. En el móvil sonó el aviso de un mensaje entrante. Sonrió y pensó; es lo que tiene romper definitivamente. Lo malo, pensó, mientras cogía el móvil; es que rompo definitivamente muchas veces.”



(Iván García Campo, Imposible de desatar, páginas 20-21, 45, 53, 56, 171)

2 comentarios:

  1. He leído atentamente tu crítica y cada fragmento del libro. Tu último párrafo, en el que hablas sobre los aspectos formales y la forma de escribir de este escritor, me parece de una lucidez incomparable. Ya he venido observando en diferentes autores una forma de expresión como si quisieran reflejar de tal manera la realidad interior y exterior de cada personaje, que cada vez se acercan más a la imagen visual de forma increíble. Es la ventaja con la que nos lleva por delante, la pintura o la fotografía. Pero lograr el clímax así de esta manera como lo hace Campos, es sumamente interesante, algo que sacude al lector como no se había logrado hasta hoy. El silencio es mucho más difícil de representar en su agresivo mensaje que el ruido.
    En cuanto al tema que toca es muy de actualidad y es muy difícil expresarlo sin caer en lugares comunes, en lo remilgado, ya que es uno de los problemas que aquejan a la sociedad de cualquier parte del mundo, ya sea por excesos o por carestías, el núcleo familiar está enfermo.
    Se puede observar fácilmente, en especial quienes nos dedicamos a la escritura, las tristes escenas en los lugares públicos, con parejas o familias sin hablarse compartiendo una comida o una tasa de café, o cada uno mirando vagamente hacia un lugar que sólo el que mira sabe por dónde está volando.
    Una crítica sagaz, lúcida y muy interesante la tuya, Francisco.

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