domingo, 26 de julio de 2015

"A ESMORGA" ("LA PARRANDA") EL GRAN CLÁSICO DE LA LITERATURA GALLEGA



A esmorga (La parranda)

Eduardo Blanco Amor

Traducción del mismo autor

Epílogo de Manuel Rivas

Mar Maior (sello de Editorial Galaxia), Vigo, 2015, 137 páginas



   En veinticuatro horas de narración inexorable Eduardo Blanco Amor (Ourense, 1897 – Vigo, 1979) le ofrece al lector no solo una de las grandes novelas de la literatura gallega, sino una importante pieza literaria de todos los sistemas literarios. No me cabe duda de que si esas contingencias de los gustos personales de Harold Bloom hubieran catado la literatura periférica gallega, como hizo con la catalana, Eduardo Blanco Amor y su novela A esmorga habrían figurado en ese “catálogo de libros preceptivos” que es su Canon occidental. Pero al margen de listas canónicas, es indudable que A esmorga, por su valor estético y su originalidad, merece la condición de obra literaria universal en el espacio y en el tiempo. Si le hacemos caso al crítico norteamericano, A esmorga por su poderosa originalidad literaria se convierte en canónica.

   A esmorga (La parranda en español) es la primera novela de Eduardo Blanco Amor. Novela escrita en plena madurez y publicada en 1959 en Buenos Aires, porque la censura franquista no autorizó su publicación, calificándola de “Burda novela corta en gallego, en la que se narran las aventuras y desventuras de tres borrachos. En lenguaje a menudo soez se mezclan los diálogos de estos tristes personajes con escenas de burdel y recuerdo de aventuras. No debe autorizarse”. En 1970 apareció la primera edición publicada en Galicia con un informe de la censura igualmente negativo, pero esta vez por razones políticas, y con la mutilación de las frases finales en las que se alude a la Guardia Civil. La sombría tonalidad trágica y la marcha nupcial suicida sirven de reflejo, como se ha escrito, de la sucesión de autodestrucciones vividas por el propio escritor en un tiempo intolerante con cualquier oposición antifranquista y con las condiciones sexuales “antisociales” de “vagos y maleantes” como las consideraban las leyes represoras de la dictadura franquista. Pero, pese a su publicación mutilada, con A esmorga funcionó la maquinaria de la ocultación (Manuel Rivas, “Por navegar al desvío”, epílogo de esta edición). También de absoluta condena: todavía en el año 1986 un miembro del Opus Dei que firma con las iniciales J.C. califica a la novela de absolutamente negativa y la priva de cualquier valor literario debido a la total ausencia de cualidades humanas y valores del espíritu, por la condición de degenerados de sus personajes (el Bocas es violador y el Milhombres, homosexual).

   La novela se inicia con un paratexto (“Documentación”) en el que el autor da cuenta de cómo llegó a obtener información sobre los acontecimientos que se dispone a narrar, que habían sucedido hacía noventa años. Y a continuación en cinco capítulos transcribe las declaraciones que Cibrán, conocido también como el Castizo, realiza ante un juez, referentes a la itinerancia parrandera por diversos escenarios urbanos y suburbanos de la ciudad de Auria, claro trasunto literario de la ciudad gallega de Ourense, de tres “esmorgantes” (parranderos), desde su encuentro casual con los otros dos (Eladio Vilarchao, alias el Milhombres y Juan Fariña, alias el Bocas), hasta su detención y tortura por la Guardia Civil, tras el asesinato de  Bocas por Milhombres y la posterior muerte de este. Veinticuatro horas de juerga y borrachera.

   La acción y la posterior tragedia vienen desencadenadas por el encuentro de Cibrán, un mozo soltero que tiene una amante prostituta, la Rajada, y un hijo con ella, que de camino al trabajo de picapedrero, en la madrugada de un lunes lluvioso se encuentra con el Bocas y el Milhombres, parranderos habituales y ya bebidos. Convencen a Cibrán para que les acompañe y este, ante la lluvia copiosa y a pesar de su mala conciencia y de las promesas de formalizar su vida que le había hecho a la Rajada, les acompaña. Comienza entonces la auténtica parranda, un frenesí de aguardiente, sexo, violencia y muerte. Otro breve paratexto epilogal informa al lector de la muerte de Cibrán, el relator, tras hundirse la navaja de autos entre las costillas, aunque añade el escritor que nunca quedó claro si murió de la cuchillada o de los culatazos que le atizaron los guardias de la Benemérita que lo custodiaban.

   La novela se estructura, como ya quedó señalado, en cinco capítulos que recogen de forma lineal las declaraciones de Cibrán ante un juez “ausente”, cuyas intervenciones no se registran (aparece definido por un guión y una línea en blanco). Por eso mismo se ha calificado de “técnica telefónica” la empleada por esta novela, quizás por un afán de verosimilitud que impedirían al juez hablar en gallego, un idioma despreciable para la justicia, o incluso para poner de relieve el distanciamiento y la falta de comunicación de la misma que solo condena.

   Los protagonistas son los tres “esmorgantes”, más el juez mudo y un gran número de actantes secundarios (arrieros, un alquitarero, tratantes de ganado, un hidalgo, los criados del pazo, los taberneros y personas que frecuentan esos locales, prostitutas, dementes, señoritas de pega, un ciego, chabolistas, la pobre loca Socorrito con la que el Bocas consuma a la fuerza su obsesión de estar con una mujer que no fuera puta). En su conjunto, estos personajes completan un perfecto friso de una ciudad gallega de la época en la que suceden los hechos narrados, aunque predomina la gente del pueblo, los marginados, entre los que se encuentran los tres parranderos.

   El espacio narrativo es la ciudad de Ourense, con escenarios cambiantes  continuamente. Las plazas, calles, fuentes, iglesias, mesones, tabernas y prostíbulos de Auria por los que transitan en su itinerancia los protagonistas principales. No resulta difícil diferenciar los dos tiempos que se alternan en la novela. El tiempo de la historia, es decir la sucesión de acontecimientos en los que se ven inmersos los parranderos: desde el amanecer de un lunes hasta el mismo momento del día siguiente. Y el tiempo del relato que comprende los diferentes momentos en los que Cibrán presenta su declaración. Gran relevancia tiene en el relato el tiempo físico o atmosférico: una situación climatológica de intenso frío, heladas y sobre todo lluvia constante. En el relato de Cibrán, la lluvia persistente es un elemento opresivo que lo convierte en un juguete en manos de sus compinches y diluye sus propósitos de regeneración mediante el trabajo que parecen arrastrados por la lluvia hasta el Campo de las Mulas, el esperpéntico y podrido basurero de la ciudad donde concluye el viaje a los infiernos de los tres marginados.

Eduardo Blanco Amor
   A esmorga es la primera novela gallega que aborda sin eufemismos la temática de la homosexualidad. En las declaraciones de Cibrán incluso por sus motes (Maricallas, Docesayas…) el Milhombres aparece caracterizado como homosexual. Homosexualidad expresada con frecuencia de forma violenta y sadomasoquista. También sin medias palabras se trata el tema de la prostitución: no solo la mujer de Cibrán había ejercido la prostitución, sino que buena parte de la acción está ambientada en prostíbulos.

   Blanco Amor emplea en la novela una lengua popular, justificada por la condición social de sus personajes y por la ambientación de la acción en los bajos fondos. Ese sello y tonalidad popular que han llevado a asociar A esmorga con la novela picaresca, se conservan en la excelente traducción al español efectuada por el mismo escritor que hace hablar a su narrador-focalizador en un castellano castrapo, propio de los marginados gallegos y de la gente humilde.

   Novela muy rica, polisémica, que posibilita distintas lecturas, todas ellas justificadas, en especial las que se pueden hacer desde claves existenciales. Narración veloz, con tensión ascendente y un desenlace inexorable. Todo ello hacen de A esmorga una novela revolucionaria para su tiempo y que en la actualidad  sigue conservando toda su fuerza. Heterodoxa sí, pero preñada de literatura.



Francisco Martínez Bouzas



                                                 
Imagen de la adaptación cinematográfica de "A esmorga" (2014)

Fragmentos



“Sí, señor, sí, los mismos, los interfectos, como usté me enseña, o séase Juan Fariña y Eladio Vilarchao, que vienen a ser el Bocas y el Milhombres por sus motes, que es como todos nos conocemos aquí y nadie se ofende, porque Juan y Eladio pueden ser cualquiera, pero el Bocas y el Milhombres solo pueden ser los que son; de la misma manera que yo soy Cipriano Canedo, para servir a usté, y me llaman Cibrán o el Castizo, como usté guste, pues mi padre tenía un castizo o parador para servir cerdas, perdonando la palabra; y cuando era más pequeño me llamaban el Sietelenguas porque hablaba mucho, que aún dicen que no lo hago mal, y también el Gorropodre, porque de muchacho tuve la tiña, que me duró hasta mozo y andaba con la boina muy apegada…

-No, señor, no; solo era para que usté me entendiese  bien, pues ya me voy dando cuenta de que usía no es de aquí…”



…..



“La Viguesa miraba para semejante animal, sin apartarse de él, como si no se cansase de verlo, como si lo fuese a robar, con los ojos húmedos y asombrados, como si hubiese caído un ángel del cielo. ¡Hay que ver…! Y el otro baduleque se dejaba estar, con los brazos caídos y viendo para las musarañas, como si la cosa no fuese con él. ¡Si fuera yo, me caso en brena…! Y la Viguesa, venga a llamarle «mi chulillo», pues siempre hablaba en castellano muy a lo fino, y no como la Culipava que siendo costurera de aldea se echó a hablar castrapo, y ese fue el comienzo de su perdición, y otras también, de las casas de a duro, que hablan castrapo con los señoritos del pueblo para hacerse las andaluzas, que de todo hay en este mundo, como se dice. No; la Viguesa se veía que era su habla natural que le venía de nacencia, que hasta se murmuraba que era hija de un coronel, al que se le fueran yendo de la casa la mujer y las hijas por ser muy jugador, que la gente no se cansa de garlar cosas que a lo mejor son mentira, pero que también pueden ser verdad.

La Matildona, como siempre, estaba espernancada, casi montada, sobre el brasero, con un cigarro en el canto de la boca, las piernas como vigas maestras y aquella carota, maltratada de la viruela, casi el doble de grande que la de cualquier cristiano, rematada en dos papos colgantes  y fofos como si no fuesen de ella. Tenía en el brasero un cazuelo de barro con vino a templar, y cada tanto pegaba en él, recogiendo para atrás toda aquella carnaza que tiene por espetera, para que no le estorbase la visión, y le daba tales tragos que lo dejaba mediado, por lo que lo volvía a llenar. Después de cada metido, soltaba un regüeldo y decía, para sí, muy seria. «Buen provecho, Matilde; que estas sean las pestes que te maten, y que se joda el mundo», porque es mujer de mucha soberbia.”



…..



“Desde que me pusieran en el medio, el Bocas había vuelto al tema de querer estar con mujer. Verdaderamente se había quedado con aquello en las mientes, aún más desde que le marrara el asunto de la que resultó ser muñeca; que, dicho sea de paso, es para reventar al más pintado, sea dicho con licencia… Pero cuando el Bocas se ponía temoso, y mucho peor cuanto más cansado y bebido, era mismamente como una mula fuera el alma, y no había dios que lo parase. Aquellos grandes ojos de niño que tenía se ponían fijos y asustados, y lo poco que hablaba era entre dientes, con las quijadas duras, como si en vez de hablar gruñese, que había que poner mucho sentido para entenderlo. Con que le daba por decir a cada paso, con su hablar tartajoso:

-¿Me caso en tal, que tengo que estar con mujer que no sea puta…! Si fuerais buenos amigos…”



(Eduardo Blanco Amor, A esmorga (La parranda), páginas 17-18, 66-67, 100-101)                                      

5 comentarios:

  1. A diferencia de muchos, me parece importante conocer la opinión de expertos sobre lo que leo, porque es una manera de contrastar mis puntos de vista sobre esos textos... Me va a encantar dar lectura a esta novela

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  2. Hola Martha: muchas gracias por tu lectura. Sí, ten la seguridad de que esta novela, traducida al español (realmente es un español con muchos giros y palabras gallegas) te va a encantar. La trama de la novela es tremenda y la forma en la que Eduardo Blanco Amor la convierte en literatura, una verdadera pieza de arte. Te animo pues a que la busques en tu país. Hay más de una traducción al español, pero esta de Mar Maior se ajusta al original, no censurado. Un cordial saludo

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  3. Eso haré, el fin de semana visitaré una de mis librerías favoritas en Monterrey ( Gandhi ) y llevo en mi libreta los dos títulos de las reseñas que me compartiste.

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