jueves, 9 de abril de 2015

DOS NOVEDADES DE EDITORIAL CANDAYA



   Editorial Candaya, radicada en Les Gunyoles (Avinyonet del Penedès, Barcelona), es un pequeño sello editorial independiente que desde su creación siempre nos sorprende por sus ofertas editoriales: publicaciones no demasiado numerosas a lo largo  del año, pero de indiscutible calidad. Sus productos no aspiran seguramente a convertirse en bestsellers de consumo masivo, pero merecen ser catalogados como textos en los que la calidad, la originalidad y la singularidad se convierten en propuestas editoriales realmente muy avanzadas y apetecibles para lectores exigentes. Es su forma de afrontar la crisis y la uniformidad del libro único en los tres géneros (narrativa, poesía, ensayo) en los que edita.
   Creada y dirigida por Olga Martínez y Paco Robles, con mimo poco menos que artesanal, pero con un perspicaz ojo para la literatura más innovadora española, pero sobre todo latinoamericana, condenada en España muchas veces al ostracismo, Candaya no solo combate los proyectos totalitarios y la presión publicitaria que ejercen los megagrupos que, con contadas y honrosas excepciones, han ido engullendo en los últimos tiempos a la mayoría de las editoriales españolas de siempre, sino que también nos sorprende con libros de gran calidad tanto en sus contenidos como en las plasmaciones formales de los mismos, generalmente muy originales y vanguardistas. Los lectores que gustan de las propuestas editoriales más de nuestro tiempo, no pueden olvidarse de los libros de Candaya.
   La calidad de las propuestas que nos está ofreciendo Candaya, es una inexcusable exigencia para acercarnos, en una visual por el momento solamente informativa y elaborada primordialmente a base de las presentaciones editoriales, a dos de las novedades que Candaya ha editado este año. No es lo que más me agrada porque de este avance editorial estará ausente precisamente la esencia de la crítica literaria: la valoración personal. O, dicho con palabras de Fernando Aramburu, hacer apetecibles las obras valiosas, sin limitarse a descifrarlas con la adusta terminología de profesor, sino tomando la molestia de transmitir entusiasmo, humanizando generosamente esos textos valiosos por la vía de exponer una parte de su condición de lector sensible. No obstante, tampoco seré en este comentario un redactor de reseñas metido a mercader, algo que no soportaría el inconformismo y los buenos libros de Editorial Candaya. Más tarde volveré sobre estos dos libros con una valoración crítica personal.

El anticuario
Gustavo Faverón Patriu
Editorial Candaya, 2005, 248 páginas

   Gustavo Faverón Patriu (Lima, 1966), doctor en literaturas hispanas y director del Programa de Estudios Latinoamericanos en Bowdoin College (Maine), es autor de libros de historia, de teoría literaria, antólogo de cuentos peruanos de violencia política y junto con Edmundo Paz Soldán publicó Bolaño salvaje. Su novela El anticuario ha sido traducida al inglés y  está siendo vertida así mismo al turco, árabe, chino y japonés.

    Candaya  resume así la trama y el tema de fondo de El Anticuario, comentados por Mario Vargas Llosa y Daniel Alarcón:

   “Pese a llevar años encerrado en una clínica psiquiátrica, Daniel, acusado tiempo atrás de un crimen terrible, es ahora sospechoso de otro, y necesita la ayuda de un amigo, experto en patologías del lenguaje, para demostrar su inocencia.

   En su superficie, El anticuario es un misterio gótico y una novela de enigma “deliciosamente macabra” (The New York Times). Más adentro, es una profunda interrogación sobre la locura y el poder de la palabra. Una historia de homicidios seriales, mensajes cifrados y coleccionistas de antigüedades, en la que se reflexiona sobre los límites entre lo público y lo privado en un país de postguerra.

   El anticuario es tantas cosas a la vez —una pesquisa policial, una pesadilla medieval injertada en una ciudad contemporánea del tercer mundo, un palimpsesto de alusiones literarias, bíblicas e históricas, y un museo de horrores, crueldades y descomposiciones físicas y mentales— que al final de la lectura uno queda descontrolado y alucinando… Los lectores que lean trabajando a la par con el creador, fantaseando junto a él, y sean capaces de disfrutar las sutilezas y secretos escondidos en un texto tan rico y profundo como el de esta novela, no la olvidarán.” (Mario Vargas Llosa).

   "Gustavo Faverón Patriau ha escrito una oscura, cruel y emocionante joya de novela. Hay sombras del fabulismo de Borges aquí, y de las ciudades invisibles de Calvino, pero también algo más misterioso, algo gótico, algo macabro. El anticuario es una novela sobre literatura, guerra, locura y amistad, una lectura sorprendente desde la primera frase hasta la última." (Daniel Alarcón).


Campo Rojo
Ángel Gracia
Editorial Candaya, 2015, 255 páginas

   Ángel Gracia nació en Zaragoza en 1970. Ha trabajado en bibliotecas, quioscos, librerías de todo tipo (ambulantes, independientes y de grandes almacenes), como corrector y, desde 2005, como programador cultural.

   Es autor de los libros de poesía Valhondo (2003), Libro de los ibones (2005) y Arar (2010), que forman una trilogía unitaria. Ha publicado la novela Pastoral (2007) y el libro de viajes Destino y trazo. En bici por Aragón (2009), una recopilación de artículos publicados en Heraldo de Aragón entre 2007 y 2008.

Sinopsis de la novela:

   “El Campo Rojo es un descampado parecido a Marte, asfixiado por la contaminación de las fábricas. Ahí acuden los chavales de la banda del Farute a jugar a los fusilamientos, a esnifar pegamento y a meter mano a las chicas. El poder de los matones se extiende por las aulas frías y hostiles del colegio. Los alumnos viven aterrados: tienen once o doce años y no hay nadie que los proteja.  Todo lo observamos a través de los cristales hiperbólicos del Gafarras, el cuatroojos empollón de la clase, que sobrevive callando, repitiendo a diario los mismos gestos rituales y gracias a la fuerza secreta que lo sostiene: su odio infinito.

   El maltrato de niños a otros niños es la herida y el hematoma central de esta narración, a menudo despiadada. Los pasajes llenos de ternura y el humor (por momentos salvaje e hilarante) son apenas una venda que oculta pero no cura. Los libros, los sueños y las fantasías infantiles se convierten en la única vía de escape de la mente erosionada del Gafarras. En sus ojos vemos escrita una fatalidad inminente. El Mal habita por igual en verdugos y víctimas. 

"Campo Rojo retrata una adolescencia de provincias que a muchos nos resulta conmovedoramente reconocible, con la distancia justa entre el pudor y la recriminación." Alberto Olmos”

   Campo Rojo es una novela sobre la violencia que ejercen en el ámbito escolar algunos niños sobre otros a los que perciben diferentes o más débiles, con frecuencia ante la mirada impotente o indiferente de los profesores. Pero es ante todo una historia sobre las cicatrices que dejan en aquellos que los han vivido esos episodios oscuros, y sobre cómo el resentimiento y el odio penetran igualmente en los niños víctimas, convirtiéndolos en seres solitarios y muchas veces agresivos.

   Novela así mismo de suburbio, situada en el horizonte temporal de los años 80 en un barrio de extrarradio que se extiende alrededor de una gran fábrica de una ciudad que podría ser la Zaragoza natal del autor. La novela refleja con gran acierto el influjo de esos espacios precarios y hostiles (los descampados, los pisos minúsculos, las plazas degradadas, el ruido de la fábrica) en los seres humanos que allí vivían. Ese malsano influjo engendrará tristeza, fatalismo ante el propio destino, el vacío de los días, la acumulación de tensiones.

Campo Rojo puede además ser leída como novela generacional, reflejo de la infancia de aquellos que crecieron en los años 70 y 80. Novela rica por su elaboración compleja, aunque de fácil lectura, plasmada a través de un estilo muy cuidado.

Francisco Martínez Bouzas

  

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