domingo, 8 de marzo de 2015

EL FINAL DE SANCHO PANZA Y OTRAS SUERTES




El final de Sancho Panza y otras suertes
Andrés Trapiello
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2014, 430 páginas

   El año 2004 el escritor Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) publicó Al morir don Quijote, la primera continuación en nuestros días de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La historia había quedado suspendida en el momento en que, tras la muerte de Alonso Quijano, su sobrina, el ama, el escudero y el bachiller salían del lugar camino de Sevilla con el propósito, motivado por distintas razones y generador de sentimientos dispares, de viajar a las Indias. En esta nueva novela de aventuras quijotescas, Andrés Trapiello vuelve a apropiarse de la pluma y del talento de Miguel de Cervantes, y sitúa a Sancho Panza, al bachiller Sansón Carrasco, a la sobrina de Alonso Quijano, Antonia Melgar, y al ama, Quinteria Romero abandonando la aldea, porque pensaban que era difícil ir a peor si se quedaban, con el propósito de buscar fortuna en la Indias y alejarse de la orfandad en el que permanecían tras la muerte de don Quijote. Muerte que supuso no pocas transformaciones en los cuatro personajes: Sancho Panza aprende a leer y tiene así la oportunidad de leer en los libros publicados por Cervantes su propia historia; el bachiller Sansón Carrasco colgó los hábitos y de él se enamoró la sobrina que llevaba en el vientre el hijo de otro hombre, un gañán que se aprovechó de su candidez.
   Andrés Trapiello, “requerido” por Sansón Carrasco que en el Perú tiene un tío que ha hecho fortuna y puede morir sin descendientes, traslada al cuarteto cervantino a América. En el camino surgirán multitud de avatares, no todos favorables. Ya en la ruta hacia Sevilla, toparán con ciertos personajes que se habían cruzado en la vida de don Quijote. En Sevilla, capital entonces del latrocinio, terreno propicio para la picaresca, la corrupción y los criminales, profundiza la novela en alusiones y referencias cervantinas. Una vez embarcados, conocerán el mar, sus tormentas, las amenazas de los corsarios. Mas las dificultades del viaje hacen que entre ellos anide con más fuerza el espíritu de una verdadera familia.
   Llegados a Perú, los viajeros recalan en Arequipa con el tío de Sansón Carrasco. Es el inicio del protagonismo de sus propias vidas, protagonismo que opera a través de grandes o minúsculos acontecimientos. Sancho vuelve a “quijotizarse”  y ya no se resigna a una vida sin andanzas. El bachiller Sansón Carrasco sueña con ríos de oro y plata. El ama Quinteria está convencida de que le debe fidelidad a la sobrina de su antiguo amo, y esta, por su parte, emprende el viaje por el amor que en ella ha nacido por el bachiller. De este modo el cuarteto de héroes / antihéroes consuman el sueño que el propio Cervantes había alimentado para sí mismo y que no pudo cumplir porque su petición fue rechazada por el presidente del Consejo de Indias. Por esta razón, afirma Trapiello que su libro es un acto de justicia poética con los sueños americanos de don Miguel.
   Ya en América se suceden los proyectos, aventuras y peripecias, no todas por cierto venturosas. Pero eso forma parte de una amplia trama, de un viaje largo y accidentado, de la búsqueda ilusa de un paraíso, imposible de revelar y que el lector  deberá descubrir por sí mismo hasta embriagarse con el poso melancólico, nostálgico y compasivo que brota tras la lectura.
   No son pocos los haberes de esta segunda entrega postquijotesca de Andrés Trapiello. En primer lugar, la escritura de Trapiello, salvadas las distancias, es muy cervantina. Las dos partes de El Quijote son siempre un referente para resumir ciertos episodios que el autor contextualiza con otros nuevos e imaginados. Pero además el estilo de la prosa es una clara muestra de la asimilación de la lengua cervantina y de la que se conserva en otros documentos de la época, cartas sobre todo que los indianos enviaban a sus parientes de este lado del Océano. Trapiello, no obstante, escribe como se habla, de forma coloquial, sencilla y transparente, sin hacer una ilusoria e inconsistente reconstrucción del habla del siglo XVII. Delinea en su justa medida a los personajes, sin alejarse de las personificaciones cervantinas y, al mismo tiempo, sin renunciar a su propia creatividad. Una selecta y rica documentación le permite recrear verosímiles ambientaciones que no desmerecen de los buenos retratos del siglo XVII.
   En resumen, una divertida y nostálgica novela plagada de aventuras que hunde sus raíces en una novela universal, pero que, al mismo tiempo, es capaz de volar dignamente de forma autónoma.

Francisco Martínez Bouzas

                                                     
Andrés Trapiello (foto Araba Press)
Fragmentos

“-¿Oyes lo que canta mi esposo? Te digo que sospecha algo, y si no, yo he confesarlo. No, no puedo vivir en esta mentira, ama, que le deshonra. No ha podido ser más bueno conmigo. Yo le diré, él sabrá, si acaso no lo sabe, que yo creo que sí, él comprenderá, él me perdonará y yo podré vivir al fin con la conciencia tranquila y en gracia. Si no se lo digo, este secreto acabará bajándome a la sepultura.
Se lo dijo la niña Antonia al ama, frenando su mula para quedarse atrás y no ser oída.
-¡No, no, mil veces no!-le cortó alarmadísima Quiteria-. ¿Qué esta diciendo vuesa merced?
El ama daba tratamiento de vuesa merced a Antonia únicamente cundo cursaba con ella asuntos de señalada gravedad.
-Creí -prosiguió- que ya vuesa merced se había persuadido. Contad con que el hijo que lleváis en las entrañas es vuestro y ahora también de él, y si se fueran a declarar todos los bastardos que corren por el mundo, de reyes a villanos, ni reinos ni mayorazgos tendrían cabal gobierno.”

…..

“Al oír los nombres de don Quijote y de Sancho, don Gonzalo, que era hombre más efusivo que don Melchor, se puso luego en pie, y como caballero de una gran llaneza, estrechó entre sus brazos al escudero, y exclamó:
-Albricias, Sancho, y ya podía estar yo dándole vueltas en el magín hasta el día del juicio preguntándome dónde  y cómo os había conocido, sin atinarlo. ¿Y qué os han hecho para que en este tiempo parezcáis otro? ¿No estabais antes gordo y lucio? ¿No traías zaina la barba, que ahora es cana? ¿No había en vos en aquel tiempo un mirar malicioso a todas horas, incluso callando? ¿Qué son esos huesos del pescuezo? ¿Y el sayo? Dentro cabrían ahora dos Sanchos, que os parecéis ya más a vuestro amo que al antiguo escudero que conocimos en Sierra Morena.”

…..

“De Sancho Panza, en Puerto Viejo, Perú, a su mujer Teresa Panza, en la Mancha.
No puede el hombre huir su ventura, blanda ni dura, y aquí estamos en Puerto Viejo, más dura que blanda, esperando mejorarla, si fuere posible, que no será, siendo tan buena como viene siendo desde que dejamos aquella. No hay mucho que contar, sino que en todas partes cuecen habas, y aquí mueren como allá, y otros nacen. Mi señor Sansón Carrasco fue padre de una niña, y nos viene sirviendo una negrilla, que aquí no hay nadie que pudiendo no la tenga, y lo mismo digo de los indios, y ya el señor Carrasco lleva en la cabeza el modo de hacerse con algunos, si acaso su tío no los tiene, que los tendrá, pues en estas tierras el que no los tiene no tiene que comer, al decir de todos. En dineros no corre acá tan bien como con don Quijote, pero las promesas de haberlos son más firmes y valederas que con él. Y has de saber también que pasada la equinoccial no hay piojos. Mira de pedirle a nuestro amigo el cura o el barbero te haga crónica de cómo está casa, hacienda y aldea, porque acá uno de los mayores regalos que se tienen es saber por lo menudo las cosas de allá, y por eso te suplico que no te canses de escribírmelas, que más se precisa aquí una carta que todos los tesoros de las Indias. Y vete pensando cuando mande dinero, cómo y cuándo venir y convencer a Sanchico y a Teresica te acompañen, que acá es fácil ganarlo, y nunca preguntan a qué lo ha ganado Fulano, sino qué tiene, y diciendo que tiene algo, tapan todos la boca y callan.
A todos los señores vecinos y deudos besa las manos muchas veces el que desea verte más que a sí mismo, Sancho Panza.”

(Andrés Trapiello, El final de Sancho Panza y otras suertes, páginas 16, 85-86, 327-328)

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