martes, 23 de diciembre de 2014

"FUTURO IMPERFECTO": BRUTAL PERO HERMOSA HISTORIA DE AMOR, MUERTE Y SUPERACIÓN



Futuro imperfecto

Xulia Alonso Díaz

Traducción: Xulia Alonso Díaz

Mar Maior (Sello de editorial Galaxia), Vigo, 2014, 233 páginas



   La versión original gallega de este libro de Xulia Alonso fue publicada en el año 2010 y, como era de esperar, provocó en los lectores un gran estremecimiento, conmoción y al mismo tiempo un inmenso halo de fe y esperanza en la capacidad de los seres humanos para hacer germinar la vida cada día y transformar una verdadera bajada a todos los infiernos en una increíble  y hermosa superación. Me atrevo a apostar que la misma amalgama de sentimientos va a provocar la versión española de Futuro imperfecto, uno de los nueve productos editoriales con los que el sello editor Mar Maior  comienza a tener presencia en el mercado global y su lectura se hace más accesible para millones de potenciales lectores.

   Porque, esta por el momento única pieza narrativa de Xulia Alonso, es ciertamente literatura brutal -el relato de un “recorrido forzado hacia la muerte” página 191)- y, al mismo tiempo, un canto al amor, a la capacidad humana de renacer cada día de la desolación y alcanzar horizontes de esperanza. Y una radiografía en carne propia de la llamada “Generación perdida”, la juventud gallega que, en las décadas de los 80 y 90, víctima de la heroína y del SIDA, sembró de dramatismo, y sobre todo de muerte, los hogares de miles de familias. Todo eso lo hace Xulia Alonso en este su “testamento vital”, escrito a quemarropa, sin recatos, sin eufemismos para no olvidar. No olvidar ni siquiera el tacto, el olor, la sonrisa, el momento del ser amado, ni la secuencia temporal de los hechos y transmitirlos no solo a su hija, que ya conocía a grandes rasgos la historia, sino también a todos nosotros, igualmente herederos testamentarios de aquellos que se dejaron la vida en el camino.

   Aunque Futuro imperfecto aparezca en la colección literaria de Mar Maior, poco o nada tiene que ver con la ficción. Y si alguien se empeña en leer el libro como novela, se equivoca, porque, a pesar de que el debut literario de la autora es una simbiosis entre vida y literatura, también es un ajuste de cuentas personal y una recuperación de la memoria histórica de aquella Generación perdida, entre cuyas víctimas figuraron ella y Nico, el amor de su vida. Si es verdad, como escribió Borges que un hombre es su memoria, Xulia Alonso, por medio de su testimonio experiencial, pretende acercarnos, con intención de superadora catarsis, a la memoria de la generación gallega que alcanzó la pubertad y la juventud en las décadas de 1980 y 1990, y pagó un pavoroso tributo a aquel frenesí libertario de amor libre, sexo droga, seducida también por paridas publicitarias como aquel invento mediático “Madrid escríbese con V de Vigo”. Pero lo hace en carne propia, como privilegiada y azarosa superviviente de aquel abismo de dependencias de la heroína y de la pandemia del SIDA.

   El relato da comienzo con los primeros síntomas de la enfermedad de su compañero sentimental, del amor de su vida -la autora, ajena a cualquier pudor, no ahorra expresiones amorosas-. Narra el avanzar imparable del mal, el coraje de ambos para afrontarlo. Y repasa su propia experiencia vital anclada en la memoria. Con diecisiete años, estudiante universitaria en Santiago de Compostela en un momento (1978) de efervescencia y frenesí, sobre todo entre la juventud tras décadas de dictadura y con un único deseo de ser transgresores. El gusto incontrolable por todo lo hasta entonces prohibido. Y en medio, como ella misma declara, se infiltró el gran negocio moderno: la heroína, que penetró de forma masiva y virulenta en apenas unos años. Ella y Nico, su gran amor, víctimas incautas de ese infierno, y tras haber salido del mismo con inmenso coraje, positivos en VIH, de la que solo se sabía que su final era la muerte. La decisión, entre un mar de incertidumbres y quizás de forma irresponsable, de tener un hijo juntos. El agravamiento de Nico,  con la seguridad de cual va  a ser el final, el puto punto y final y de que llegará muy pronto. La valiente determinación de exprimir el presente hasta el fatídico desenlace, sin renunciar a nada, tampoco al íntimo acercamiento físico.

   La memoria que según la autora -y constata una gran verdad- guía la escritura de este libro, lo convierte una pieza probablemente única o de las pocas que existen en su género, escrita sin recato, sin retóricas vacías, sin eufemismos, rebosante de verdades y de una gran sensibilidad. Libro demoledor, pero al mismo tiempo henchido por las certezas de los sentimientos amorosos. Pocas veces se ha escrito con tanta fuerza y verdad una historia de amor y de apuesta por la vida, en una colosal batalla contra la muerte, encarándola y haciéndole frente. Literatura de intensísimo dolor que ser introduce directamente en la médula de las emociones. Pero a pesar de que la narración de Xulia Alonso cala en lo más profundo de la sensibilidad, no hay en ella una sola brizna melodramática, ni ninguna excitación sensiblera y victimista. No obstante, a más de un lector le brotaron lágrimas de emoción ante este friso de amor/dolor y de permanente lucha con la muerte.

   Con no pocos valores añadidos, como el reflejo de una época con luces y sombras; el testimonio de la solidariedad de amigos y familiares, solidariedad salvadora de las dependencias de los dos protagonistas, de la cercanía afectiva a una pareja de “malditos sidosos”. Y la fascinante inmersión en la memoria familiar.

   Esta explosión, casi paralizante y a la vez muy profunda de emociones y sentimientos, no exime en una lectura crítica, de la atención a otros aspectos formales del libro o que tienen algo que ver con su narratividad. Considero, en primer lugar, un acierto de la autora, los saltos en el tiempo, alternando el discurso de la adicción y enfermedad con el relato de su propia vida y el buceo en la historia y perfiles del clan familiar. Se trata de una arquitectura compositiva que favorece la comprensión de muchas cosas en la lucha titánica por la vida -la recuperación, por ejemplo de la abuela Rosa que, después de muerta, sigue siendo un manantial de respuestas-, del perfil humano de ese hombre de mirada atlántica y de la mujer de la Galicia profunda que, a su lado, libró con él, para él y para el fruto de su amor, una lucha gigantesca. La acción o historia narrada en este libro de difícil catalogación es absolutamente verosímil porque su plasmación en la escritura nació con el propósito de ser un testamento vital. Considero además que se desarrolla dentro de la lógica interna de la narración autobiográfica.

   En este tipo de literatura del yo se hacía necesaria la presencia de un narrador omnisciente al que le corresponde  la voz narradora, que cuenta todo lo que los personajes hacen, comenzando por ella misma. Narradora omnisciente que justifica además por qué conoce todos los datos. Una espacialización altamente plausible, no solo porque se privilegian ciertos espacios gallegos, sino porque son en si mismas excelentes descripciones que permiten convertir el espacio de la historia en un verdadero espacio verbal. Bien seleccionados los epígrafes del inicio de la mayoría de los capítulos, especialmente los fragmentos poéticos de Lois Pereiro, otra víctima de la misma Generación perdida. Mas, no solamente los de este poeta monfortino: las voces de Rosalía de Castro, Celso Emilio Ferreiro, Carlos Fontes, Manuel Rivas o Gioconda Belli, entre otros, cumplen su función de pequeñas cápsulas narrativas que resumen y comentan la esencia del texto. Oportunas así mismo las notas del paratexto, sobre todo muy útiles para los lectores no gallegos. Un estilo de prosa explosivo a veces, pero sensillo, directo, reiterativo, escritura a bocajarro, como ya se ha indicado; sin eufemismos, dotado de una gran fuerza denotativa; no abundante en metáforas, pero muy logradas aquellas que representan las secuencias más abisales de la historia. Cierta anisicronía o remansamiento del ritmo que la autora introduce cuando se sumerge y explora la saga familiar, mas sin que actúe como ralentí ni en el tiempo de la historia ni en el del discurso.

   Libro pues altamente recomendable -es la primera ocasión en la que en este cuaderno tiene cabida tal juicio valorativo-; recomendable para todos los públicos, sin excluir consiguientemente al juvenil. Pero aconsejable sobre todo para aquellas y aquellos que aceptan ser penetradas/os intelectual y emocionalmente por esta brutal pero hermosa historia de lucha y superación.



Francisco Martínez Bouzas



                                                    
Xulia Alonso Díaz

Fragmentos



Me preparé, pues para salvarte, y así empezó el último capítulo de nuestra vida juntos, un capítulo que sería de tal intensidad, autenticidad, sencillez y complejidad, que, a pesar de fracasar en mi propósito de salvarte, dio sentido a toda mi existencia, la pasada, la presente y la futura, y eso, amor mío, no te salvó a ti, pero sí a mi. Así, cuando finalmente dejaste de respirar para descansar como merecías, no me sentí vacía, aunque era consciente de lo irreparable de tu pérdida, porque te incorporaste  ami genoma y a mi flujo sanguíneo, porque a tu lado aprendí las lecciones más importantes y eso me mejoró, me hizo consciente y fuerte, aprendí a encajar el fracaso, aprendí a esperar pacientemente, aprendí que la ley natural no tiene nada que ver con la justicia, que los buenos no siempre ganan, aprendí que solo se pierde aquello de lo que uno se desprende y se conserva lo que se retiene y que, después del duelo, del llanto incontenible, de la pena infinita y de la rabia por lo irremediable, se puede convivir con las presencias que se mantienen vivas en la memoria, ¿o debería decir el corazón? Eso se convirtió en quien definitivamente sé que soy: frágil y fuerte, sensible y racional, inquieta pero ¡por fin! paciente, lenta pero segura y, sobre todo, leal, imperfecta y pluscuaperfecta, torpe  pero capaz.”



…..



“Llegabas a casa. La mesa puesta. Adela, eficiente y discreta, se despedía:

-hasta mañana.

Y tú me recibías invariablemente con tu media sonrisa y tus ojos llenos de acogida, cálida, tierna, un poco triste:

-No puedo sonreír mejor que ayer, lo siento.

¡Ah! Tus ojos, tus ojos…cuanta fuerza me daban, cuanta fuerza me sigue dando tu mirada atlántica. Yo besaba tu boca hemipléjica  como si nada pasara y empezábamos nuestra jornada de tarde llena de normalidad.”



…..



“Un día, no recuerdo dónde ni quién, alguien me invitó a un chute de caballo. Es curioso que no recuerdo el momento ni el ritual que lo rodea. Mi primer recuerdo me traslada a mi cama, en aquella pensión, en mi primer año en Santiago. Había vomitado, pues ese es el primer efecto de la heroína al entrar en el cauce sanguíneo: vomitas. No es aparatoso, es un acto automático, mecánico y rápido, lleno de simbología: la heroína te vacía y, luego, te ocupa. En aquella cama estaba despierta pero sentía mi entorno como si estuviera en un sueño, una sensación como la de flotar en un fluido denso que me sostenía y me permitía trasladarme por un espacio desconocido hasta el momento para mí. El primer encuentro fue suave como un arrullo, fue dulce como una nana, fue cálido como un abrazo, trasladándome  aun espacio que identifiqué como «mi interior». Me dormía en sus brazos y me desperté serena y despejada. Nada hacía presagiar ningún tipo de amenaza. ¡¡Atención!! No dejó de ser un encuentro más, una novedad más. Había tantas cosas nuevas en mi vida en aquel momento que no pasó de ahí durante algún tiempo.”



…..



Tú compartías conmigo el asombro y disfrutabas junto a mi de aquellos días, plácidos, por fin tranquilos, parecía que definitivamente tranquilos. Observabas asombrado cómo mi minúsculo cuerpo mutaba para convertirse en el contenedor, el portador de una nueva vida, portador de vida y no de ninguna otra cosa. Tus dientes aparecerían enmarcados por tus magníficos labios cada vez que me mirabas, dibujando una y otra vez esa sonrisa tuya tan abierta, poderosa, que incrementaba el nivel de ácido fólico, de hierro y oxígeno en mi flujo sanguíneo, que subía mi hemoglobina, que despertaba mis neuronas y todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo para poder sentir con mayor intensidad, si es que era posible, la afinada armonía que habíamos compuesto y que sonaba en nuestros oídos aquellos días. Acariciabas mi vientre, besabas mi boca, abarcabas mi contorno con tus brazos y respirabas en mi oreja para que escuchara claramente el sonido de tu felicidad, perfectamente acompasada con la mía. Te sumergías entre mis tetas transformadas en grandes y hermosos pechos como si allí estuviera el centro del universo. Era el centro del universo, creo que sí que lo era, el centro de nuestro universo.”



…..



“A ellos, como a mí, amor mío, los atraías tú, tu fortaleza, tu valor, tu dignidad, tu sentido del humor, tu risa, ya fuera de media luna o de cuarto menguante, tu esfuerzo por hablar aunque la lengua no te obedeciera, tu empeño por andar aunque tuvieras que arrastrar las piernas, tu tozudez por vivir aunque la vida se empeñara en abandonarte. Compartías con nosotros tus logros y tus fracasos, siempre con el mejor semblante, regalándonos en cada instante lo mejor de ti, tu voz, tu risa, tu mirada atlántica, esa que se mantuvo aún cuando perdiste la capacidad de hablar, de reír, de moverte, y tuviste que rendirte.

Tu mirada atlántica, amor mío, ni ella ni nuestra guerrilla aliada me han abandonado nunca desde entonces.”



(Xulia Alonso Díaz, Futuro imperfecto, páginas 15, 58, 90, 162, 181)

2 comentarios:

  1. Felices Fiestas y mis mejores deseos para 2015 !

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  2. Verdaderamente conmovedor, escrito con una prosa poética penetrante, vivencial. Gracias, amigo, por este regalo. Que tengas un feliz año que viene. Abrazos.

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