jueves, 4 de diciembre de 2014

"AHORA": EPÍTOME DEL DOLOR EN LAS HORAS DEL DUELO



Ahora

Brigitte Giraud

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

Contraseña Editorial, Zaragoza, 91 páginas.



   La literatura del dolor se asienta en una dilatada tradición y en ella ocupan un especial espacio dramático los libros que recrean el duelo, si es que una recreación realista de esos momentos de aflicción resulta posible. Este breve libro de la narradora francesa Brigitte Giraud (Sidi-Bel-Abblés, 1960) forma parte de la dimensión emocionante, mas no lacrimosa ni truculenta de esa tradición literaria. Un libro que pretende describir el “ahora” que adviene después de la muerte de un ser querido, cuando es preciso superar el dolor, la soledad y la pena por la desaparición de esa persona que ya forma parte del “antes”, un antes que “era algo blanco, luminoso, ingrávido, evidente…terso, emocionante a veces” pero definitivamente irrecuperable.

   El dramatismo de esta breve novela se acrecienta cuando el lector se entera de que lo que está leyendo es autoficción, literatura testimonial. Brigitte Giraud lo escribe con la conciencia de que nadie será nunca capaz de creer en sus palabras, de percibir lo que ella siente. El día anterior al trágico suceso se había desplazado a París para presentar una de sus novelas. A su regreso, recibe el mazazo  de que Claude, su pareja, se había matado en un absurdo accidente de moto, al perder el control de la peligrosa Honda CBR 900, un modelo incluso prohibido en Japón. La acompaña un amigo, pero de poco importa: “En adelante está una sola para tomar decisiones” (página 19). Y así da comienzo el “ahora”. Un ahora en el que es imposible ovillarse en el viejo sillón de cuero, como muestra el bello dibujo de la portada. Porque se hace preciso gestionar la muerte, esa separación definitiva, ya que es ella únicamente la que habrá de tramitar no solo el dolor sino también todo el peso de la pérdida.

   La aflicción y su vivencia van unidas al necesario cumplimiento de numerosos detalles y requisitos que se disparan tras la muerte de un ser querido: los primeros momentos tras la pérdida, absolutamente insulsos y triviales, la aséptica comunicación del fallecimiento que le hacen los médicos, el atestado policial, la bolsa con los objetos personales del fallecido, el funeral, la elección de la corona de flores, la música… Una inmensa y poco menos que esperpéntica burocracia funeraria repleta de trabas. Todo eso lo exige la simple vulgaridad de la muerte.

   La buena educación sumisa hace que, en el recorrido por su “ahora”, la narradora muestre un dolor domesticado, civilizado, revestido de buenos modales. No obstante, la autoficción de Brigittr Giraud se halla repleta de momentos especialmente conmovedores. Uno de los más impactantes se produce cuando tiene que contarle a su hijo la muerte de su padre. La madre, tras la visita al pediatra del que recibe consejos, intenta hablarle al hijo con normalidad, narrarle brevemente algo que iba  a cambiar para siempre su vida.

   ¿Y el amor? se pregunta la escritora. ¿Ese amor que se nos dice que todo lo puede? Por desgracia no protege nada. No impide la muerte. Pasar veinte años viviendo con alguien, amando a ese alguien no es capaz de evitar algo así. La guadaña de la muerte está inmunizada frente al amor.

   Ahora se presta por su temática a derivar en una novela triste y lacrimógena. Sin embargo, la autora supo evitar ese extremo al hablarnos del “antes” y del “ahora” y de la abisal distancia que separa ambos momentos. La calidad de su prosa, tejida con palabras generalmente contenidas, algunas veces rebeldes, va relacionando ante el lector todos esos pasos inevitables y que, en un país como Francia se eternizan, para poder dar sepultura a un ser querido. Ahora nos habla de todo eso y de la ineludible necesidad de iniciar una nueva vida, cuando llegamos al convencimiento de que la ausencia del ser amado es definitiva, cuando  van a echar del cementerio a todos los asistentes al sepelio, excepto a él, “que a partir de ahora puede trasgredir todas las leyes” (página 89). La muerte de un ser querido lo distorsiona todo, mas la vida sigue y es preciso afrontar el futuro desde el “ahora” y con el dolor en toda su fiera plenitud.



Francisco Martínez Bouzas



                                                    
Brigitte Giraud

Fragmentos



“Esta noche se ha muerto Claude. Yo lo quería. Mi vida se detiene y empieza el tiempo. Para no nombrar el suceso digo «antes» y «ahora» (…)

Esta noche se ha muerto Claude y yo estoy viva. Me deja sin haber querido dejarme, por inadvertencia. Me deja con mi deseo, con mis preguntas. Estoy en el hospital, con G. La señora del mostrador de ingresos me pide el carnet de identidad y el número de la mutua. Nos indica unas sillas de plástico naranja. Le doy las gracias. Hago lo que me piden que haga al pie de la letra. Sentados y sin decir nada, mi amigo y yo; se prohíbe fumar. Llevo unas sandalias de cuero marrón que me están algo grandes; los pies se me mueven solos. Son más o menos las nueve de la noche. Claude ha tenido un accidente de moto; está en el quirófano.”



…..



“Luego llega el momento en que me entero. Poco antes de las doce de la noche. «No hemos podido hacer nada»: la frase que marca la frontera entre antes y ahora…«No hemos podido hacer nada.»  Ya estamos en la nada. Se acabó la historia. Así de sencillo. Estás vivo; y, después, estás muerto. La piel está tibia; luego está fría. Tienes montones de cosas que decir; pero te quedarás callado. Los ojos están abiertos; los ojos están cerrados. No he vuelto a ver sus ojos de terciopelo oscuro. «No hemos podido hacer nada.» Estoy muda. Estoy tranquila, curiosamente. ¿Qué separa la vida de la muerte? Eres todo; luego no eres nada.”



…..



“Voy a esperar a T. al colegio. Vamos juntos por el camino de vuelta, hablamos de todo un poco. Le pregunto qué actividades han hecho. Y ayer, ¿qué tal la fiestecita? ¿Durmió bien en casa de su amigo? Alargo ese rato, miro a T., le paso revista. Sé que es la última vez que voy a verle la cara que tiene ahora, la de antes de la preocupación y del miedo. Lleva un pantalón corto, sandalias y una mochilita. Un niño como todos los niños; lo cojo de la mano; subimos la cuesta que lleva a casa.

T. está sentado en el sofá, y yo en cuclillas, a su lado. Le hablo; la frase es corta, se la digo con voz dulce, esa que pongo muchas veces para hablar con él. Entiende enseguida lo que le estoy diciendo. Acepta oírlo. Ahí estamos; yo con las manos en sus rodillas, en sus pantorrillas, en sus muñecas. Tengo las manos en su pelo, demasiado largo. No tengo nada más que decir; he puesto una detrás de otras las palabras más violentas que darse puedan; y, en la misma frase, la palabra «papá» y la palabra «muerto». De mis labios ha salido eso tan espantoso.”



(Brigite Giraud, Ahora, páginas 13-14, 16-17, 27-28)

1 comentario:

  1. Excelente epítome, verdadero e intenso resumen de un sentimiento....

    Saludos

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