jueves, 15 de mayo de 2014

CUANDO LA VENGANZA NO ES UN PLATO QUE SE SIRVE FRÍO



La noche se llama Olalla

Jesús Ferrero

Ediciones Siruela, Madrid 2013, 204 páginas.



   El escritor Jesús Ferrero (Zamora 1952) le dio vida por vez primera a la detective Ágata Blanc en El beso de la sirena negra. Ahora la recupera en su última novela, La noche se llama Olalla. De nuevo pues la investigadora parisina se sumerge, no en un mundo rebosante de sensualidad, de deseo y con guiños psicoliterarios, sino en los recovecos más tenebrosos e ignotos del ser humano. En un mundo regido por los más abyectos instintos humanos, con frecuencia muy próximos a los aledaños del poder y en nuestro tiempo; un tiempo marcado por la crisis que aprovechan políticos y personajes de los círculos del poder para alzarse con ingentes beneficios.

   La orientación temática o el hilo de fondo de esta novela negra del escritor zamorano viene marcada ya por la cita inicial de Jean-Paul Sartre, que el lector hallará en la cabeza del texto: “Detesto a las víctimas cuando respetan a sus verdugos”. Todo el significado explícito o tácito de esta frase casa perfectamente con lo que piensan los protagonistas de mayor peso de la novela: la detective Ágata y Gaby, pareja sentimental de la joven Olalla. Porque este thriller no es una novela detectivesca, de enigma y suspense, sino un crudo relato negro en el que Jesús Ferrero acerca al lector a una historia de venganza. El escritor, en efecto, profundo conocedor del alma humana, desciende a sus regiones más sucias, escabrosas y obscuras para hablar de la venganza, pero también de algo más: de la locura compulsiva que lleva a algunos individuos a sumergirse en nuevas experiencias, en un espacio que no es otro que el Madrid decadente y efímero, castigado por la crisis y por la corrupción  en el año 2012, un año apocalíptico -recordemos las predicciones del calendario maya- y terriblemente sangriento y catastrófico.

   Así precisamente, con este diagnóstico espeluznante  de Madrid, de España  y de un mundo globalizado, da comienzo el diario de la joven Olalla, de la que diré en una breve sinopsis, no reveladora de la trama, que en agosto de ese año maldito, plagado de catástrofes y con un país en bancarrota, aparece asesinada. Todo, especialmente el diario de la joven indica que fue previamente drogada y violada salvajemente, aunque el informe policial resuelve el caso como su hubiera sido un accidente de tráfico. La madre de Olalla contrata a la investigadora privada, Ágata Blanc para que descubra lo que realmente sucedió. Desde el lado abisal de la muerte, la protagonista fallecida lucha a través de su diario para que los motivos reales que provocaron el accidente automovilístico que acabó con su vida, sean descubiertos a través de la acción interpuesta de tres personajes: la detective contratada que es en si mismo una verdadera incógnita, su madre y su novio Gaby que no solo planea descubrir lo ocurrido, sino una venganza tan literaria como real y sobre todo  maquiavélica. La detective y el novio de Olalla en efecto no solo siguen el “dictum” sartreano, sino que están dispuestos a que la impunidad no sea el hilo conductor del argumento, a luchar contra la banalidad del mal.

   La noche se llama Olalla es una novela criminal, pero se mueve en coordenadas distintas de la de las clásicas novelas detectivescas que se centran exclusivamente en la resolución del enigma, en el “Whodunit”. De hecho muy pronto Jesús Ferrero revela el nombre de los verdugos violadores y describe su acción criminal. El autor sitúa en primer plano todos aquellos elementos que la aparición de la verdadera novela negra  hacia 1930 valoró en su justa medida: la temática social, el Madrid de la crisis, el deterioro de las instituciones, la introspección psicológica, sobre todo en la relación del detective con el criminal. Por consiguiente, aunque el misterio siga habitando en las páginas de la novela  y los protagonistas traten de quitar la máscara de una verdad oculta, Jesús Ferrero no organiza su material narrativo como un juego matemático en cuyo final se revela la incógnita, sino como un espejo  que refleja el mal, la perversión y el ambiente social que los rodea, los mundos y submundos, “la iglesia subterránea” (página 64) en los que ésta crece a sus anchas; la reacción de los asesinos ante la culpa y el miedo. Y también la de sus ejecutores.

   Paralelamente el autor concede gran importancia a la denuncia social: el Madrid de la crisis, los rasgos y vicios depravados de los señoritos de la clase alta. En el lector debería, sin embargo, quedar una razonable duda sobre la licitud del ajuste de cuentas. ¿Quién detenta el monopolio del uso legítimo de la violencia? ¿También los ciudadanos particulares, sean detectives o novios de la asesinada como en este caso? ¿O únicamente el Estado como ya hace muchos años lo formuló Max Weber?



Francisco Martínez Bouzas



 
 
Jesús Ferrero


Fragmentos



“Diario de Olalla, 9 de agosto, 2012


Años atrás, cuando la riqueza brillaba con sus burbujas vanas y las finanzas de corto aliento, cuando se regalaba dinero etéreo y los medios de comunicación proclamaban que España era la octava economía del mundo, las calles y las piscinas de Madrid se vaciaban en agosto.

Los que tenía en buen gusto de quedarse en la ciudad y no llenar las playas con sus cuerpos pringosos y enrojecidos podían disfrutar de un Madrid íntimo y tranquilo, que invitaba a gozar de los placeres de la amistad y del amor, o  a tumbarse en el césped de las piscinas lejos del tumulto y con la misma tranquilidad que en una piscina privada.

Pero todo ese mundo reluciente y caduco es ahora solo un sueño del pasado. Muchos madrileños han renunciado a las vacaciones fuera de casa y la piscina del estadio de Vallehermoso, que frecuento desde niña y que otros años se desplomaba en el ecuador del verano, rebosaba de madres, niños y vecinos sin un euro en el bolsillo. En el césped del cercado de cipreses adyacente a la piscina principal, ya no caben más cuerpos tendidos al sol.”



…..



“En cuanto llegó a la residencia, Gaby estuvo viendo la grabación con rabia y a la vez detenimiento, y se sintió flotando en un universo en el que solo había dolor.

El vídeo había sido realizado con una cámara de buena calidad, pero el resultado era bastante torpe, como si hubiese sido ejecutado por un borracho.

Lo primero que vio fue el interior de una habitación amplia y sórdida, desde cuya ventana se veía un parque. Sobrevenía después una especie de fundido en negro y la cámara enfocaba la cama, en la que permanecía Olalla con los ojos en blanco.

Parecía despierta y a la vez dormida, y se hallaba tendida de espaldas, con la cabeza ladeada y los cabellos revueltos. Todo indicaba que estaba narcotizada. Tenía el sostén medio quitado y las bragas, demasiado bajas, dejaban ver ligeramente su sexo.

Dos enmascarados entraban en el plano. El primero le comía los labios, y el segundo tiraba de sus bragas, se ponía un preservativo y la penetraba. Lo hacía con violencia y con ganas, como si llevara mucho tiempo esperando la realización de su deseo. Olalla gemía, pero no parecía que lo hiciera motivada por el placer.

El penetrador tardaba en eyacular, pero por fin lo lograba entre exclamaciones y un grito de victoria. El otro lo empujaba y primero la penetraba por la vagina, luego por el ano, y más tarde por la boca, donde finalmente eyaculaba.

Ya se hallaba satisfecho cuando saltaba a la cama un tercer enmascarado (…)

El tercer enmascarado poseía el miembro más grande de los tres y la penetraba de una forma tan bárbara como profesional. Luego eyaculaba sobre su rostro dando un grito de júbilo. El último violador se limpiaba el rostro con un pañuelo de papel y se quedaba mirándola. Los otros dos se alejaban riéndose y comentando que iban a esnifar la cocaína que habían dejado en la cocina. En ese instante finalizaba la grabación.”



…..





“Bastian se negaba a contestar, Gaby volvió a acercar la barra al hornillo. Ya con la barra al rojo, aproximó su punta al ojo derecho de Bastian.

-¿Quién la remató? –gritó Gaby

-Fui yo –respondió Bastian con un hilo de voz.

Gaby lo miró con odio y murmuró:

-Bien, ahora quiero que pienses un poco en la mujer que mataste. Era un alma llena de luz, ¿lo sabes? Era una persona mucho más inteligente que tú, e infinitamente más luminosa, pero resulta que ahora está muerta. Contéstame  a una última pregunta: ¿cómo la mataste?

-La golpeé con el parachoques de su Seat 600.

Gaby lo miró y pensó descuartizarlo, pero entonces se acordó de Aquiles y volvió a coger la barra de hierro.

-Quien a hierro mata a hierro muere –dijo, y creyéndose el rey de los mirmidones blandiendo su lanza de bronce en el cerco de Troya, se separó unos metros de Bastian para coger impulso y le hundió la barra al rojo en el vientre.

La barra lo atravesó de parte a parte, y Gaby la dejó colgando de su cuerpo chorreante de sangre mientras contemplaba como la muerte iba velando sus ojos.”

(Jesús Ferrero, La noche se llama Olalla, páginas 13, 54-55, 106)




1 comentario:

  1. Atrapante, amigo. Lo anoto en mi lista de obras por leer. Gracias por esa encomiable labor de difusión de lo mejor que se publica. Un gran abrazo.

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