domingo, 2 de marzo de 2014

"LAS VACACIONES DE ÍÑIGO Y LAURA": TOPLESS, AMOR, TRAICIÓN Y CELOS



Las vacaciones de Íñigo y Laura

Pelayo Cardelús

Caballo de Troya (Randon House Mondadori), Barcelona 2013, 220 páginas.



  Es la primera vez que en la contraportada de una novela, la empresa editora, después de advertirle al lector que la misma es una novela sobre el matrimonio, le hace constar así mismo que en ningún caso se hará responsable de los posibles efectos colaterales que, para bien o para mal, su lectura pueda producir en aquellos lectores o lectoras que vivan en estado de matrimonio o estuvieran pensando en cometerlo. Quizás sea puro marketing, pero si a ello añadimos la opinión que sobre las pulsiones sexuales en el matrimonio  tiene el autor, Pablo Cardelús (un campo vedado), y la confesión  de que el germen de su novela fue una entrevista en la que Joaquín Sabina decía que los casados eran mucho más guarros que los solteros, surge de inmediato el acicate de leer de un tirón Las vacaciones de Íñigo y Laura, convencidos, como lo está el autor de que el matrimonio moderno, a años luz del tradicional, es o puede ser “un coctel explosivo de intereses egoístas y atracción sexual” que nada más rozarlos puede estallar en mil pedazos.

   Por eso mismo, el lector se va a encontrar en esta novela con un discurso valiente y atrevido sobre el amor posesivo, el deseo y las obsesiones sexuales. Sin revelar la trama argumental, me arriesgo a resumir el hilo conductor de la novela en la siguiente sinopsis: Íñigo y Laura, tras cinco años de matrimonio, esperan por fin descendencia y por eso mismo deciden pasar sus últimas vacaciones como pareja en solitario en una tranquila playa andaluza. Ya en el primer día, tumbados en la arena, Íñigo, un machista reprimido,  le pide a Laura que haga topless y poco más tarde juega como un niño con el cuerpo de su mujer, reduciéndole la parte inferior del bikini a la mínima expresión. Pero cada vez que pasa un hombre, le pide que se vista. Si la que transita cerca de ellos es una mujer, no existe el problema que el protagonista masculino resume en la siguiente aseveración: el topless no es un  derecho fundamental  y mucho menos cuando hay miradas masculinas cerca. No llama la atención el comportamiento de auténtico moro del protagonista masculino por la frecuencia con la que en nuestro país y en otros de nuestra órbita cultural y lingüística salen a flote actitudes machistas que tratan a la propia mujer como un objeto, una muñeca a la que se viste y desviste en función de los celos o de los deseos. Sí que la llama la actitud permisiva de ella que se deja hacer, poner y quitar el bikini una y otra vez y solo se molesta ante  las obsesiones de su marido de que la fotografíen mostrando los pechos.

   A partir de aquí somos testigos de una historia en la que se alterna la comedia y la tragedia y que nos interroga sobre una serie de cuestiones que todavía hoy siguen sin resolver: el sentido del amor, del matrimonio, los celos, el machismo, el cuerpo de la pareja como propiedad privada y la misma muerte. En la última parte de la novela se produce un giro inesperado, un vuelco quizás rocambolesco y una inconcebible catarsis, en buena medida inverosímil, y la realidad hace acto de presencia con toda su crudeza.

   Sería un falso reduccionismo leer la novela de Pelayo Cardelús únicamente como una ficción sobre las vacaciones veraniegas, sobre la vida de la playa de los treintañeros, sobre las fantasías reprimidas. La novela trasciende esas fronteras y va mucho más allá: nos cuestiona, nos demanda respuestas personales y, sobre todo, nos presenta un relato sobre el amor, un amor lleno de traumas, traiciones y engaños, un amor posesivo que reclama el dominio en exclusividad del ser amado, sobre todo la posesión de su cuerpo. Un derecho de exclusividad que le abre el camino a los celos y a los comportamientos sexistas y machistas. Al concluir la lectura de la novela de Pablo Cardelús surge  de forma de forma espontánea y coherente la siguiente pregunta: ¿qué es el amor? ¿Deseo, libido, posesión, conocimiento, fusión de cuerpos y de mentes, senda hacia el descubrimiento de uno mismo y del otro?  ¿O  exclusivo dominio del sexo, el más intenso de los placeres como ha planteado Michel Houellebecq, citado por cierto en la novela?

   Pelayo Cardelús escribe esta novela, no de espaldas a la literatura más innovadora, ya que en el libro hay ciertos guiños metaliterarios, textos eróticos escritos supuestamente por el protagonista masculino. Pero lo que predomina es una narración escrita con precisión, un estilo claro y diáfano no exento de humor e ironía. Y pautada en forma de diario de los diez días de una pareja que en las playas andaluzas no solo toma el sol, sino que se encuentra verdaderamente con su propia realidad como personas y como pareja.



Francisco Martínez Bouzas




Pelayo Cardelús
Fragmentos


“Hoy es sábado y se nota, la playa está llena de gente. Íñigo comprende que su mujer hoy no hará topless. Ni querrá ella, ni quiere tampoco él. Al cabo de un tiempo dan un paseo por la orilla. A su derecha observan la actividad de los grupos, algunos de los cuales han montado un toldo amplio donde una o dos personas duermen la siesta. La mayoría de los grupos hacen dos cosas o una sola, según se mire: descansar (o sea nada) y comer y beber (o sea obedecer los requerimientos del estómago. «El descanso, el estómago y el placer sexual -piensa Íñigo mientras camina en silencio junto a Laura- constituyen los fines mayoritarios de la humanidad. Casi todo el mundo vive (o sea trabaja) para esto y nada más que para esto.» Íñigo no cree perseguir en su vida unos fines más elevados que los de la mayoría de las personas. Sólo a veces, sobre todo cuando lee libros importantes como el de Schopenhauer, quiere convencerse de lo contrario.”



…..



“Se indignó de repente consigo mismo, parecía idiota pensando esas cosas. Su mujer –la conocía de sobra- era incapaz de serle infiel. ¿Por qué entonces tenía que imaginar aquella escena de infidelidad? Se preguntó luego si de verdad conocía a su mujer, reflexionó sobre ello durante más de cinco minutos y terminó reconociendo que ignoraba cuáles eran sus pensamientos cotidianos. Habían construido su relación en torno a los problemas y los proyectos de él. De los dos, siempre era Íñigo quien hablaba, a veces sin freno, por el puro vicio de articular pensamientos, y siempre Laura quien generosa y pacientemente le escuchaba, a menudo asintiendo a una idea y luego, sin darse cuenta,  ala contraria. Las pocas veces que ella hablaba de sí misma, Íñigo no conseguía mantener la atención.”



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“Una bandada de gaviotas planea rozando el mar con la punta de las alas. Íñigo le quita a Laura la parte de arriba del bikini, luego la contempla. Laura toma el sol primero boca arriba y luego boca abajo. Empieza a mirarla lleno de inquietud, dominado progresivamente por el deseo. Con el consentimiento silencioso de su plácida mujer, pliega la tela de la parte de abajo del bikini de modo que deja al descubierto la mitad exterior de las nalgas; de inmediato, como si formara parte de la misma operación, le baja despacio tan exigua prenda hasta la mitad del culo.

A continuación ocurrió lo que ya hemos descrito en otras ocasiones. Íñigo pasó la siguiente hora intranquilo y febril, cubriendo y descubriendo el cuerpo de su apacible mujer, al compás de sus miedos y deseos. Temiendo reconocer el objetivo oculto de una cámara de fotos, escudriñaba sin descanso las dunas traidoras, los carrizos temblorosos y hasta los balcones de los lejanos edificios.”



(Pelayo Cardelús, Las vacaciones de Ínigo y Laura, páginas 97-98, 123-124, 139-140)
 

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