domingo, 20 de octubre de 2013

"JFK": SCORT, QUE NO PUTO CHAPERO EN LA SOLEDAD MADRILEÑA



JFK
Sergio Galarza
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedés (Barcelona), 2012, 175 páginas.

   JFK es la segunda entrega de una trilogía que el peruano Sergio Galarza sitúa en su mayor parte en los barrios madrileños: La Latina y Malasaña, emparentado con los topos, y cuyo origen es un cuento, “El mapache”, construido con la argamasa de los muchos kilómetros que el autor, en su momento emigrante sin papeles, recorrió a través de la intemperie de las calles y parques de Madrid. De esa experiencia, de su lado B -el lado A es Lima, su ciudad de origen, la brazada afectiva de sus padres, un colegio de élite…- nació Paseador de perros, novela que iniciaba la trilogía. Porque JFK aparecía ya como personaje en Paseador de perros, aunque con un rol  distinto del que desempeña en la presente narración.
   JFK, como la primera parte de la trilogía, está inspirada en hechos reales. En lo que le sucedió a un amigo del escritor, sin desechar vivencias personales como librero de la sección de libros de autoayuda. Una novela pues de formación que deriva en las últimas setenta páginas en una “road movie”. La novela se titula  JFK porque el protagonista se llama así (Jota Fernández Klimkiewicz. Padre español y madre polaca. Vende su cuerpo, se prostituye pero no se considera un puto chapero, sino un scort, es decir, un terapeuta. Su personaje le ahorra al autor la creación de un narrador externo o heterodiegético. Él nos cuenta su propia historia. Una criatura solitaria entre seres tan solitarios como él en los “meeting point”  de nuestro tiempo: bares, moteles, carreteras… Una primera persona tan ácida como real que nos refiere que, por hacer algo, se ha metido en el trabajo de scort y que, estando ya en el oficio y ganando dinero fácil, no sabría hacer otra cosa. Pero realiza  algo de lo que no todo el mundo es capaz: se traga la mierda de sus clientes, aunque esa mierda muchas veces solo sea escuchar a la gente que le ha contratado, pero en otras ocasiones es el culo peludo de algunos tíos o “los olores de algunas mujeres que llegaban corriendo de la oficina y que me obligaban a convencerlas de que el mejor sexo era bajo la ducha” (página 13).
   Al protagonista, son sus palabras, le jode que los personajes no puedan hacer nada contra su destino. De hecho JFK es un personaje que intenta redimirse haciendo el bien para pagar sus culpas (la muerte de su amigo El Chico de la Moto, la separación de sus padres), pero es incapaz de renunciar al trabajo de scort. Se ha acostumbrado a esa vida. Sin embargo tiene muy claro que no es un puto, sino un acompañante que se ofrece para asistir y hacer compañía a sus clientes, auque después sí que podía haber sexo. En sus correrías por los barrios madrileños, en hoteles de lujo, en pisos, bares, moteles… lo que encuentra son criaturas tan solitarias como él mismo. Y hay de todo, hombres y mujeres que solo quieren un polvo rápido, otros, sobre todo mujeres, que demandan algo más. Hasta que sobreviene un problema, un trágico golpe de efecto que hace que su vida derive en un “road movie” por carreteras y ciudades de Estados Unidos. Un viaje de ida y vuelta, con regreso a Madrid.
   Sergio Galarza huye de la compasión. Su personaje no se flagela ni arrepiente por lo que hace. Tampoco el autor pretende mostrar la dureza de la industria del sexo ni la vida subterránea de Madrid. Su novela únicamente traduce una historia real, repleta de contraposiciones irónicas, de caracterizaciones humorísticas y, sobre todo, el devenir existencial de alguien que ha perdido la capacidad de alegrarse o deprimirse en una ciudad donde la soledad es el gran séquito de sus  moradores. El estilo sencillo y exento de artificios de Sergio Galarza, muy cercano al periodismo narrativo, hacen que esta desolación resuene todavía con más contundencia.

Francisco Martínez Bouzas




Sergio Galarza

Fragmentos

“Me llamo JFK y trabajo como scort. Algunos pensarán que mi nombre es una broma y otros que solo soy un puto chapero, pero ¡cuál es la diferencia! Sé que para muchos un scort y un chapero son lo mismo, aunque los dos comparten menos similitudes de las que podrían imaginarse. Un scort, grábenselo, es un terapeuta. (…)
Una breve descripción de mi trabajo: un escort es alguien a quien hombres y mujeres pagan por un rato de conversación en un bar, una cena íntima, una salida al cine, un domingo de visita a los museos, una tarde buscando libros de segunda mano o novedades y tantas otras cosas más ligadas a la idea de un fin de semana romántico aunque sucedan durante un lunes o un martes, sin la obligación de sexo como punto final, pero reconozco que suele ser lo preferido. Si solo se tratara de sexo lo confesaría. Diría que soy un puto y ya está. Pero yo hago algo que no todos pueden hacer: me trago su mierda. Y para eso no hace falta ejercitarse durante horas en un gimnasio.”

…..

“El Chico de la Moto y yo habíamos hecho un trato: prestaríamos servicio a personas cuya prioridad no fuera el sexo,  a nadie más. Era la base del negocio, lo que nos diferenciaba de los niñatos  fibrados y sus competidores en musculatura. Queríamos dinero a nuestra manera, haciendo la menor cantidad de concesiones, por algo éramos los jefes y nadie nos haría agachar la cabeza. Para identificar el propósito de cada llamada sometíamos a los posibles clientes a un interrogatorio. Si lo primero que pedían era una descripción física detallada en extremo, pese a que ya habían visto nuestras fotos, les colgábamos. La mayoría insistía. Les explicábamos que no éramos unos putos, en la página web había una descripción sutil de lo que ofrecíamos por si no lo habían leído bien. Podíamos acompañarlos a donde quisieran, al cine o a cenar,  a cualquier lugar que les apeteciera, y después, sí, podía haber sexo.”

(Segio Galarza, JFK, páginas 7-8, 84)

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