martes, 6 de agosto de 2013

"TWELVE", LA PRECOCIDAD CONVERTIDA EN LITERATURA



 
Twelve
Nick McDonell
Traducción de Gemma Rovira
Editorial Anagrama, Barcelona, 247 páginas
(LIBROS DE FONDO)

   Con diecisiete años Nick McDonell (Nueva York, 1984), rico, atractivo, atlético y deportista talentoso, hijo de una famoso editor deportivo se convirtió en un nuevo “enfant prodige” de la literatura americana al ver publicado el año 2002 su primera novela, Twelve, un verdadero éxito de público y de la crítica en los Estados Unidos y traducida, al poco tiempo, a los principales idiomas, entre ellos, al español. Un caso indudable de precocidad en el terreno de la escritura hasta el punto de que se habló de Nick McDonell como el heredero de Brett Easton Ellis que con su novela Less than Zero (1985) fue un mito de la narrativa juvenil en las décadas de los ochenta y noventa, al dibujar a los jóvenes millonarios o aburridos de Hollywood.
   Pero no es el único caso de precocidad literaria. Scott Fitzgerald escribió The side of Paradise con veintiún años. Y a los pocos meses de concluir la Primera Guerra Mundial, un libro titulado The Young Visiters fue editado en Inglaterra y vendió más de trescientos mil ejemplares. Su autor: Daisy Ashford de ocho años.
   Twelve es el fruto de una vocación literaria alimentada desde la infancia. Nick  McDonell creció literalmente en el mundo de las revistas y de los editores, frecuentó colegios en los que se les concede gran importancia a la literatura y al ejercicio de la escritura. Y cimentó su “vocación” de escritor en buenas lecturas, en relatos publicados en revistas escolares. Con la edad de dieciséis años permaneció inmovilizado en su casa, con una pierna rota y, como no podía jugar al basket, comenzó a escribir una novela, sin que siquiera sus padres supieran nada porque  no quería dejarse influencia. El resultado, una novela “sintomática” que se constituye en un hito y goza de la intensidad de narrar lo que se está viendo y viviendo.
   Twelve es un retrato del vacío y de la abundancia en que viven los adolescentes de Manhattan, los chicos y chicas del Upper East Side que nada en los placeres de una vida regalada, lo poseen todo y lo disfrutan sin perder el tiempo. Retrato de toda una generación. Cantidades de droga, sexo y más droga. Toneladas de coca, heroína y pastillas. Incluso les sobra educación. Son tíos cultos, sofisticados, criados en una plétora de conocimientos, con padres y madres que están demasiado ocupados para prestarles atención y ocuparse de ellos.
   La novela refleja a la perfección la hipersofisticación y la hipereducación y se centra en un protagonista, White Mike que no fuma ni bebe pero es un consumado traficante de drogas, en especial de una sustancia llamada “Twelve”. Y a su lado, adolescentes que intercambian sexo por estupefacientes y pequeños pordioseros  que se jactan  de conocer la lengua de la calle al mismo nivel que la prosa de Albert Camus. La novela, en efecto se asienta en múltiples citas literarias, pero no de autores transgresores o de literatura juvenil, sino en textos como La peste de Camus, Cuento de Navidad de Charles Dickens, El viejo y el mar de Hemingway. Reclamo, sin duda alguna, de una cultura exquisita.
   El éxito de Twelve y el interés despertado en su día en el mundo editorial puede convertirse en un triunfo peligroso en un mundo donde las promesas brotan y mueren como fuegos de artificio. Precedentes no faltan: Scott Fitzgerald al que el éxito lo sumió en una ruina moral de la que nunca se recuperó. Y Brett Eaton Ellis al que el triunfo, en vez de favorecer su carrera literaria, lo convirtió  en un autor frívolo y encadenado a la moda.

Francisco Martínez Bouzas

 

Nick  McDonell




Fragmentos

“White Mike se queda dormido con la luz encendida y con La peste sobre el pecho.
Sueña con rascacielos. Sueña que está en el terrado de uno de ellos y que hay una tormenta eléctrica. Las vigas oscilan bajos sus pies y se mecen por la fuerza del viento, y los rayos rasgan el cielo de la ciudad, y luego los truenos explotan en sus oídos. La ciudad se ilumina y se llena de estruendo, pero él está solo en lo alto de ese edificio que se tambalea, y cuando empieza a llover va caminando hasta el borde del edificio para ver mejor el resto de la ciudad y cómo caen los rayos, y hay un enorme destello blanco y comprende que el rayo ha caído en su edificio, y nota que sale despedido por encima de la barandilla, y cae al vacío.”

…..

“Cuando se despierta, Chris decide que será mejor que vaya a comprar condones. Por si esta noche acaba acostándose con alguna chica. Por si pierde la virginidad. Por si moja. Por si folla a alguna tía. Por si la mete hasta el fondo. Por si la mata a polvos. Por si la tira por detrás.
Pero no hay ningún monstruo más atroz que el hombre que hay detrás del mostrador. Chris entra en el drugstore aparentando tranquilidad. Es un drugstore grande, y los condones están al fondo, detrás de la caja registradora de la farmacia. Coge un cesto de plástico y se pasea por el pasillo, mira los desodorantes, elige uno. Coge también un champú y una maquinilla de afeitar. Luego coge una botella de agua oxigenada y la pone en el cesto. Finalmente, con aire decidido, va hacia el fondo de la tienda y hacia el expositor de condones que hay detrás del mostrador. Cuando está a punto de pagar exclama:
-¡Oh! -y chasquea los dedos-. ¿Me da un paquete de Trojans, por favor?
-¿De cuales? –El individuo pasa un dedo por el expositor de preservativos.
Pues… - Decídete. Deprisa-. Normales. -Por favor, Dios mío, que los haya normales.”

(Nic McDonell, Twelve, paginas 105, 199)

1 comentario:

  1. Una excelente presentación de la novela y de su autor...

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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