domingo, 24 de febrero de 2013

"INTEMPERIE", EL MIEDO Y LA DIGNIDAD EN EL PAISAJE DE LA DESOLACIÓN

Intemperie
Jesús Carrasco
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2013, 223 páginas.

  

   Intemperie es el debut afortunado de Jesús Carrasco, hasta ahora redactor publicitario, porque  antes de que su novela apareciese publicada en español, trece países ya habían adquirido en la Feria de Franckfurt los derechos de edición. Seix Barral, el sello editorial barcelonés está promocionando la novela en España comparándola con la riqueza de Miguel Delibes y con la fuerza de Cormac McCarthy. Todo ello, amalgamado en una voz propia, fresca y diferente. Hoy Intemperie se ha convertido en una de las grandes apuestas editoriales de Seix Barral para 2013.
   Intemperie se yergue sobre el miedo y la dignidad como temas de fondo desarrollados a través e una historia extremadamente austera y de unos actantes, un niño acosado y un cabrero anciano, prácticamente como únicos materiales. Todo lo demás es atemporal y ajeno  a cualquier geografía concreta. Solamente sabemos que ese dúo de protagonistas y sus perseguidores se mueven por un páramo calcinado por el sol y que el muchacho huye de algo, sin que se nos diga el qué, aunque sospechemos que se trata de situaciones malignas. También del desamparo.
   Todo da comienzo en un agujero en el que un niño se esconde después de haber escapado de su casa. Los vecinos lo buscan. Ese es el peligro. Cuando pasa, se encuentra caminando hacia el norte evitando senderos y perdido en una inmensa llanura de terrones de arcilla y piedra, asolados por la sequía. Hasta que se encuentra con un viejo cabrero. Uno y otro irán atravesando el paisaje hostil, sin ningún destino concreto. El niño huyendo de la implacable persecución de un alguacil de quien guarda un obsceno secreto. Ambos, el niño y el cabrero, parecen unir sus destinos porque luchan por la supervivencia en aquel paisaje desolado, atenazados por la sed, la insolación -las leyes del llano- y la violencia del alguacil y sus hombres cuando los localizan.
   A partir de aquí el relato revienta en ciertas  constantes que lo configuran: el miedo, la violencia y la presencia del mal, un mal viscoso, nunca nombrado de forma explícita, pero que ha estado esclavizando al niño. Y una cierta ética como la que impone el deber de enterrar a los cuerpos a los que se ha abatido.
   Intemperie -lo reconoce Jesús Carrasco- es una novela que forma parte de su propio proceso de aprendizaje. El referente más inmediato parece ser sin duda La carretera de Cormac McCarthy: esa itinerancia hacia el sur de un hombre y un chico en un mundo apocalíptico. Pero la novela de Jesús Carrasco  es mucho más escueta y desnuda, lo que le permite manejar con más precisión los elementos narrativos. En la novela, ni el cabrero, ni el niño, ni ningunos de los perseguidores tienen nombres. Tampoco los lugares. Todo esta difuminado en ese medio sumamente hostil y de este modo surge nítida la sustancia de la ficción: la relación del ser humano con el medio por más desolado que sea y la opción por la justicia con la toma de partido frente a la violencia. Los personajes además tienen mucho de arquetipo: ellos son la víctima propicia e inocente, el perseguidor corrupto y la frágil figura del cabrero, paradigma de una justicia primitiva. Por eso mismo, la novela transita toda ella hacia el terreno de la fábula.
   Entre los muchos méritos de la ficción de Jesús Carrasco desearía destacar ante todo lo apropiado del desarrollo narrativo, con variación de ritmos: lento cuando narra el trasiego interminable por ese paisaje desolado, quemados los protagonistas por el sol y la sed. Vertiginoso  cuando el miedo se convierte en acontecimiento real e inminente. Y junto a ello, el exquisito laboreo estilístico. El autor es un gran observador. En esa llanura desolada -“un mar de arena brava”- funcionan todos los sentidos, nuestra plena animalidad, la sensorialidad que es capaz de convertir un secarral en algo estético. Y en esa rica relación con el entorno, el escritor se siente apoyado por el rescate de una prosa tradicional -veja le llama él- que busca la palabra justa, rescatándola muchas veces de un corpus léxico de voces arcaizantes, arrancadas de la vida rural y que hoy parecen olvidadas. Con ellas, una sintaxis simple y precisas y sobrias aunque abundantes descripciones que convierten al erial desolado en protagonista así mismo de la narración, hilvana Jesús Carrasco una buena novela, en la que, si algún pero puede atribuírsele,  es un cierto desajuste al poner en boca de un niño interrogantes y razonamientos impropios de sus edad.

Francisco Martínez Bouzas




Jesús Carrasco

Fragmentos

“Descendieron por una vereda estrecha conteniendo al burro, que perdía apoyo a cada paso. Las cabras, cada una por su lado, najaban haciendo que se deslizaban sobre hachas, hasta llegar al fondo de la sima donde algunas de ellas fracturaban costillas prístinas. Huesos en todas las etapas posibles de degradación. Sedimentos de polvo cálcico, hileras de vértebras vacunas, poderosas pelvis. Arcos costillares y cornamentas. Una res sin ojos a la que todavía le aguantaba el pellejo. Un saco hediendo en medio del día que despuntaba. El faro de su descanso.”

…..

“Entendió que el viejo no sería quien le entregara la llave al mundo de los adultos, ese en el que la brutalidad se empleaba sin más razón que la codicia o la lujuria. Él había ejercido la violencia tal como había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, reclamaba su parte de impunidad. La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida. Le había llevado hasta el mismo borde de la muerte y allí, en medio de un campo de terror. Él había levantado la espada en lugar de poner el cuello. Sentía que había bebido la sangre que convierte a los niños en guerreros, y, a los hombres, en seres invulnerables. Creía que el viejo le haría pasar, coronado de laurel por un esclavo, bajo el arco de la victoria.”

(Jesús Carrasco, Intemperie, páginas 68, 162)

2 comentarios:

  1. Desde luego el sabor de esta prosa me recuerda al que me dejan en el paladar las novelas de Delibes, escritor que utiliza el castellano "profundo", el de los campos de Castilla de rancio abolengo, como pocos.
    El "hic" que señalas a la novela me parece muy interesante porque a mí me cuesta mucho trabajo hacer los monólogos interiores de los niños o crear un narrador omnisciente que dé al personaje de un niño la dimensión moral o la capacidad de reflexión que necesito para contar alguna historia que me he propuesto.
    Quizá ese indefinición espacio-temporal de la que hablas le haya servido al escritor como excusa (sin sentido peyorativo) para marcar imprecisión en la madurez del personaje niño. Pero, claro, hablo sin saber...

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  2. Añado al comentario de Mª Pilar que el mundo interior de un niño quizá está marcado por el horror, la violencia o el desarraigo, todas formas artificiales de madurez. Quién sabe qué ronda la cabeza de un niño marcado por un mundo que no le corresponde. Cuando tenía 7 años yo era muy introspectiva y reflexionaba mucho sobre la vida, la muerte, el universo y otros temas que tal vez uno tendería a desterrar de la mente infantil. Qué difícil ponerse en la piel de un niño. Tampoco he leído Intemperie, pero sí La carretera, y me identifico con el niño de McCarthy, sin duda.

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