sábado, 3 de noviembre de 2012

TRÍPTICO SOBRE LA BARBARIE

Amor, ira y locura
Marie Vieux-Chauvet
Traducción de José Ramón Monreal
Acantilado, Barcelona, 2012, 461 páginas.


   La pervivencia en nuestro presente y el hecho de que hoy podamos leer estas tres novelas breves de Marie Vieux-Chauvet que en España edita Acantilado, no hacen más que confirmar la validez del título gallego, Os libros arden mal con el que el escritor Manuel Rivas rotuló en 2006 su río de historias sobre víctimas y victimarios de la Guerra Civil española. Porque Amor, ira y locura, la más vigorosa denuncia literaria contra el régimen  de terror que Papa Doc (François Duvalier) impuso en Haití, sobrevivió a cualquier intento de quema o destrucción. Marie Vieux-Chauvet escribió estas tres novelas a  los cuatro años de que Duvalier se proclamara presidente vitalicio del país. Simone de Beauvoir, a quien la autora había enviado el manuscrito, hizo posible su edición por Gallimard en 1968. La lectura del libro puso furioso a Papa Doc que con anterioridad había asesinado o hecho desaparecer a varios familiares de la escritora. Por eso mismo y presionada por su marido, la autora solicitó de Gallimard la retirada de la publicación. El marido de la escritora va más allá y ordena la destrucción de todos los ejemplares distribuidos en la Isla. Sin embargo, como los libros no solo arden mal sino que pueden circular por  cauces distintos a los de la distribución editorial -Fahrenheit 451 es un buen ejemplo-, el libro de Marie Vieux-Chauvet circuló por la isla y por EE.UU en forma de samizdats (copias clandestinas y ediciones piratas) hasta su reedición  en Francia el año 2005.
   La historia paraliteraria y epopéyica de Amor, ira y locura es un indicio de la tragedia del pueblo de Haití, atenazado por la barbarie, el terror y la superstición que la feroz dictadura de Papa Doc, disimulado a veces por la escritora bajo otros nombres, y su brutal fuerza de choche, los “tonton macoutes” impusieron en la isla durante largas décadas.
   Desde el punto de vista editorial Amor, ira y locura es un volumen que recoge tres novelas distintas, no eslabones de una saga narrativa. Sus personajes, así como sus tragedias no se prolongan de la primera a la segunda y tercera novelas. Las tres partes, están, no obstante, suturadas por la misma amalgama: la atmósfera de brutal barbarie y el tono lírico con el que la escritora relata sus tres historias.
   En “Amor” habla la mayor de las hermanas Clamont, Claire. Mulata. Su tez obscura a diferencia de sus hermanas de piel clara, la ha convertido en una solterona, condición que asume conscientemente, pero aguardando su presa entre bastidores, manejando la escena, reprimiendo pulsiones sexuales o jugando con ellas y atesorando en su habitación novelas de amor y postales pornográficas. Y sobre todo, corroída por una tentación: el marido francés de su hermana Félicia. Sabedora de que no puede conseguirlo, intentará lanzarlo en los brazos de su hermana menor, mientras ella consume sus noches fantaseando con su cuñado e incluso con un personaje monstruoso, el violador Calédu, alter ego de Duvalier, que alimenta con sus obscenas brutalidades el hilo narrativo de la novela.
   En “Ira”, la segunda pieza de la trilogía, Marie Vieux-Chauvet non introduce en las historias de expolios de tierras que un grupo de hombres uniformados de negro -los “tonton macoutes”- realiza en la propiedad de una familia de Puerto Príncipe, que por la fuerza se verá obligada a renunciar a ellas y a su identidad social. Incapaces de oponer resistencia ante la encarnación terrena del mal, el “Gorila”, otro fantasma de Duvalier, se consuelan con la santa ira de la venganza divina.
   Finalmente, “Locura”, el relato que transforma hombres en seres demoniacos. Tal  es la metamorfosis del hijo de una pobre mujer negra que ha podido estudiar y convertirse en poeta. Poeta en secreto como los que se reunían clandestinamente bajo el apelativo de “Las arañas del crepúsculo”, mientras en la calle señorean los “diables”. La rabia por la muerte de un amigo le enajena de tal modo que los ataca de forma rudimentaria y condenada al fracaso.
   Quizás el mayor mérito de la escritura de Marie Vieux-Chauvet es el de haber sido capaz de captar y plasmar en su narrativa la atmósfera de opresión, miedo, superstición y barbarie que agrandan la tragedia de un pueblo, así como su perenne fatalidad que suscita frenéticos interrogantes sobre el origen del mal entre los personajes de las novelas. Tres historias trágicas que reflejan, a veces con encubrimientos, los años negros de la dictadura haitiana y se inscriben, por consiguiente, en el subgénero de la novela de dictadores. La dictadura que evoca la escritura de Marie Vieux-Chauvet, gracias en buena medida al empleo de recursos metafóricos y épicos, aunque sin alejarse de la realidad, es un espectáculo aterrador, ataviado con toda la brutalidad del terror sanguinario en una sociedad atenazada y expoliada sistemáticamente desde su independencia.

Francisco Martínez Bouzas



Marie Vieux-Chauvet

Fragmentos

“La miseria, la injusticia social, todas las injusticias del mundo, y éstas son innumerables, no desaparecerán más que con la raza humana. Se alivia centenares resufrimientos para ver aparecer millones de otros. Esfuerzo inútil. Y además está el hambre del cuerpo y la del alma; la de la inteligencia y la de los sentidos. Todos los sufrimientos son equiparables. El hombre, para defenderse ha cultivado su maldad. ¿Gracias a qué milagro este pobre pueblo ha podido durante tanto tiempo seguir siendo bueno, inofensivo, acogedor y alegre a pesar de su miseria,  a pesar de las injusticias y de los prejuicios sociales, a pesar de nuestras múltiples guerras civiles? Nos ejercitamos en cortarnos el cuello mutuamente desde la Independencia. Las garras del pueblo han empezado a crecer y se han afilado. Ha nacido el odio entre nosotros. Éste ha engendrado torturadores. Torturan antes de degollar. Es una herencia colonial a la que nos aferramos, como al francés. Descollamos en lo primero y somos aún mediocres en lo segundo. Oigo a menudo los aullidos de los prisioneros. La cárcel no está lejos de mi casa. La veo desde mi ventana. Ensombrece el paisaje por el color grisáceo de sus muros. La policía se ha vuelto vigilante. Vigila nuestros movimientos. Su representante es el comandante Calédu, un negro feroz que nos aterroriza desde hace unos ocho años. Tiene derecho de vida y de muerte sobre nosotros y abusa de él.”

…..

“Es uno de los espías del comandante Calédu. Éste tiene fama de sádico. Le encanta azotar a las mujeres y las hace detener, porque sí, por simple gusto, una o dos veces, de vez en cuando.
He visto con mis propios ojos salir de la cárcel a Dora Soubiran, mi amiga de la infancia y vecina nuestra de la derecha, acusada de rebelión. Es una beata absolutamente inofensiva, pero que se empeña -malicia o no- en repetir que ella no tiene más jefe supremo que Dios. A Calédu le gusta que le teman y que se lo demuestren. Sobre todo cuando se es una Dora Soubiran (…) Dora Soubiran le trata con desdén. Se niega a comprender la marcha de la Historia, el giro que ha experimentado. Una tarde vino a buscarla él mismo. Ella le siguió, desgranando su rosario a lo largo de la Calle Mayor, donde la gente se había escondido en la obscuridad de detrás de su persianas entreabiertas. Regresó al cabo de dos días, despavorida, desconocida, perseguida por las carcajadas burlonas de los mendigos que se partían de risa viéndola caminar con las piernas abiertas, como una lisiada. La oímos sollozar por la noche. Nadie se atreve a socorrerla. Es una sospechosa. Una de las que han sido marcadas por Calédu, representante de la policía, elegido ex profeso para domar a esta pequeña ciudad famosa por su arrogancia y sus prejuicios.”

(Marie Vieux-Chauvet, Amor, ira y locura, páginas 16-17, 25-26)

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