martes, 6 de noviembre de 2012

CARLOS CASARES, LA NARRACIÓN

Narrativa breve completa
Carlos Casares
Traducción de Carlos Casares y Xesús Rábade Paredes
Editorial Libros del Silencio, Barcelona, 2012, 309 páginas.

  
  
   Carlos Casares (1941-2002) es uno de los grandes narradores del sistema literario gallego en la segunda mitad del siglo XX. Su estilo,  a la hora de contar, de amasar pausadamente los elementos narrativos y de buscar las incontables arrugas y dobleces de las vivencias y complejidades de las mil historias de la vida, sin perder por ello un ápice en la claridad del relato, son las señales de identidad de la escritura de Carlos Casares, un verdadero paradigma del acto de narrar. Libros del Silencio que ha demostrado en más de una ocasión su querencia y empatía con la literatura gallega -la penúltima, la edición bilingüe de la obra completa de Lois Pereiro- publica ahora  un volumen con la traducción al español de la mayoría de las piezas más representativas de la narrativa breve de Casares.. El libro estructura su material narrativo en tres secciones: “El juego de la guerra y otros cuentos” que es la traducción realizada por el propio escritor de la pieza literaria con la que debutó en la narrativa gallega, Vento ferido (1967), con variaciones en algunos títulos y el añadido de otros cinco textos, reelaboraciones algunos de su novelas, entre ellas Xoguetes para un tempo prohibido (1975).
   “Los oscuros sueños de Clío” vierte al español la colección de relatos que con un título gallego similar, Casares publicó en 1979. Finalmente la sección “Relatos dispares” recoge relatos publicados y traducidos muchos de ellos por el propio autor en revistas periódicos y antologías.
   Carlos Casares fue un gran contador de historias y lo hizo de forma brillante tanto oralmente como por escrito. Fue así mismo uno de los miembros del movimiento renovador de la literatura gallega conocido como “Nova Narrativa Galega”, una ruptura con las estrategias narrativas tradicionales, sobre todo con el ruralismo, modernizando la narrativa gallega con las técnicas de autores extranjeros, sobre todo franceses (“Nouveau Roman” y del ámbito anglófono (Faulkner, Dos Passos, Joyce). En esa orientación renovadora se inscriben los relatos de Vento ferido (El juego de la guerra y otros cuentos). Sin embargo Carlos Casares huye de los excesos crípticos que se observan en obras de algunos de los representantes del movimiento renovador. Más que beber en Faulkner, Joyce, Kafka o en el “Nouveau Roman”, Casares lo hace en Camus y Pavese y sus relatos persiguen una comunicación diáfana con el lector.
   Se trata de relatos que sitúan sus historias no en lugares extraños ni en la pura diegesis, tampoco en el onirismo o en el simbolismo. Sus motivos están tomados de la realidad, refieren acontecimientos concretos situados en Galicia y sus personajes están extraídos de la cotidianeidad, de mundos cercanos y familiares, especialmente de la Galicia rural o de una Galicia urbana abrumada por circunstancias vitales negativas. Se observa sin embargo en ellos constantes que comparten los miembros del grupo: situaciones de violencia absurda, simbolizadas frecuentemente por la presencia agobiante del calor y de las moscas; animalización, cosificación de los seres humanos, no reñida, con todo, con el aflorar de los sentimientos humanos y con el espíritu solidario de los marginados. Y una técnica narrativa que focaliza la mirada narrativa en la fatalidad que actúa sobre los personajes, en la  objetivación del punto de vista, en el uso del monólogo interior que fusiona un narrador impersonal con los protagonistas.
   Otros son los vientos que soplan en los doce relatos de “Los oscuros sueños de Clío”, henchidos de esa magia brumosa gallega y con historias apócrifas, alineados entre la ficción y la realidad, incluido el “Índice onomástico”, y en los que Casares supo beber, aunque de forma muy personal de las fantásticas imposturas de Cunqueiro y de la mano de Borges.
   Un estilo muy personal que evoluciona desde las complejidades técnicas de sus primeras narraciones hacia una prosa depurada, pero cimentada en la simplicidad de una sintaxis clara y diáfana, ornamenta la forma de estas historias tanto cuando nos remiten a climas tensos, violentos y enrarecidos como cuando nos hacen soñar con la magia de una historiografía falaz.

Francisco Martínez Bouzas




Carlos Casares

Fragmentos


El juego de la guerra

“Ahora estoy en este colegio desde hace un año. Es primavera y no puedo salir. A lo mejor me dejan marchar en julio, pero todavía no lo sé. Ayer me llevaron a la sala de castigos. Dicen que en el recreo no puede andar uno solo paseando por el patio, que hay que jugar. Tampoco se puede andar de dos en dos. ¡La puta que los parió a todos!. Yo quiero andar solo. A mi no me gusta jugar al fútbol ni al frontón ni al baloncesto. Me gusta jugar en el lavabo. Tampoco se puede, porque está también prohibido. Pero por las noches, cuando todos duermen, me levanto y voy a los lavabos y juego a la guerra. Durante el día cojo moscas, les arranco las alas y las guardo en una caja de cerillas. Por la noche meto las moscas en la pileta y abro el grifo, poquito a poco, muy despacito. Las moscas suben, huyen por la pileta arriba, pero yo las empujo para abajo con una pajita y se ahogan. Es la guerra. Se ahogan poco a poco. Un día me cazaron y me llevaron a la sala de castigos. Me llamaron marrano por andar tocando las moscas. ¿Y qué? Si no fuese por la guerra, me pudría de asco. Durante el invierno, como no había moscas, jugaba con trocitos de papel, pero no es tan bonito.
En julio dicen que salgo. El Rata, a lo mejor, piensa que me olvidé. Seguro que piensa que seguimos siendo amigos. Entonces le voy a decir: «¿Vienes al río?»Él viene, que le gusta mucho. Y después le pregunto: «¿Jugamos a los submarinos?». Él juega, que le gusta mucho jugar a los submarinos. Primero paso yo. Paso dos o tres veces. Después que pase él. Abro bien las piernas y el pasa por el medio, debajo del agua. Y así dos o tres veces. Y entonces, hala, cuando pase, cierro las piernas y queda  enganchado por el pescuezo. Poco a poco, despacito, como las moscas de la pileta.”

…..

Luis de Morgade, curador de dos Carlos II el Hechizado

“Como es sabido, el fraile asturiano había fracasado en el meritorio propósito de liberar al rey del hechizo. En conversación nocturna habida en su celda, le había dicho el Maligno que la causa del mal de don Carlos estaba en un chocolate suministrado cuando contaba catorce años, y el en el cual la reina madre, doña Mariana de Austria, ordenó disolver los sesos de un difunto. Como el inquisidor requiera detalles, entonces, por boca de fray Antonio, el Demonio respondió que se desconocía el nombre del difunto, pero que había dejado viuda, una tal Casilda Pérez, vecina de la calle Herreros, en la villa y corte. Por más que la policía buscase y rebuscase, la mencionada calle no apareció por ningún sitio, ni tampoco se supo si anteriormente había existido, si el demonio la había borrado para desorientar o bien si había engañado simplemente a fray Antonio con la intención de impedir la curación del rey. El caso es que dicho incidente supuso la eliminación del fraile de Cangas de Narcea como intermediario entre el lado de allá y la Inquisición.”

(Carlos Casares, Narrativa breve completa, páginas 21-22, 104)

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