martes, 1 de febrero de 2011

INCAPACES DE LEER A PYNCHON



Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios
Rubén Martín G.
Ediciones Alpha Decay, Barcelona 2011, 92 páginas.

   Rubén Martín G. aún no tiene la experiencia de haber sido publicado. Éste es su debut. Un libro que tiene su germen en el blog “Cuaderno Célinigrado”. Después de editar algunos post sobre la novela de Thoman Pynchon, El arco iris de la gravedad, “con el tono jocosos de alguien que deja el libro a la mitad y lo desprecia”, recibe el encargo de Alpha Decay para poner por escrito un ensayo cerebral, ese lavado de cerebro y la conciencia de su propia incapacidad para leer a Pynchon. Alguien ha calificado a Rubén Martín como el “Pnchoniano Mayor del Reino”, apelativo que él rechaza porque, como a Pynchon, no le interesa la fama y quizás por eso se esconde tras la imagen de un simiesco monstruo peludo.
Rubén Martín G.
   La propuesta que le brinda a os lectores, la forman unas modestas consideraciones, “intuiciones incomprensivas”, que nacen de la lucha a muerte para lograr una lectura mínimamente  fructífera y comprensiva de la obra pynchoniana. Porque Pynchon, ese “célebre desconocido” como se le califica en el texto, exige de su público un esfuerzo desmedido para poder hincarle el diente a sus novelas. Considerado como uno de los paradigmas de la postmodernidad maximalista y relacionado por Harold Bloom entre los grandes novelistas norteamericanos de nuestro tiempo junto a Don DeLillo, Philip Roth y Cormac McCarthy, su novela más conocida, El arco iris de la gravedad fue rechazada por los administradores del Premio Pulitzer por “ilegible, sobrescrita y obscena”. Se ha dicho que las reglas lógicas que gobiernan este mundo encuentran en Pynchon todas las posibles respuestas que, desde la literatura, se pueden ofrecer a nuestras dudas y acríticas certezas. Lo cierto es que sus temas habituales  ( la entropía, la paranoia, el giro apocalíptico de la historia más reciente, la ausencia de significados y el caos en que se halla inmersa la existencia humana ) y un estilo que desintegra al lenguaje, convierten la lectura de Pynchon en una ardua tarea, hasta el punto de que el mismo texto parece agotar toda posibilidad de lectura.
   Aproximándonos ya al libro de Rubén Martín, es necesario advertir en primer lugar que Thomas Pynchon, un escritor sin orificios no es una guía sobre cómo leer a Pynchon.  Es al contrario, según definición del autor, “un día de turismo por el fracaso de un lector de Pynchon”. Al lector se le presentan dos cartas anónimas tras el artificio de una investigación para fijar la identidad del autor de las mismas. En la primera de ellas, Rubén Martín cuestiona la huida de la fama por parte de Pynchon. El escritor goza de un status público y, como tal, está bajo el castigo de ser de todos nosotros ( … ), millares de vidas tumorándole ( página 37 ). En definitiva Rubén Martín, tomando como ejemplo a Pynchon y su enfermiza huida de la fama, plantea el tema de las relaciones entre lo privado y lo público y la forma como lo segundo modifica lo primero.
   La segunda, en cambio, gira en torno a lo que Marc García García ha denominado “la estética de la dificultad literaria”. Presentada como una crítica ficticia  - es lo que se merece Pynchon por escribir para un lector ficticio -  rechaza de plano andarse con paños calientes e interpela duramente al narrador norteamericano: la forma de Pynchon es el canon ininteligible; su escritura mata la lectura, agota al lector “con una pocas palabras”; lo aburre con su gesto pretencioso a lo largo de mil páginas. Conclusión obvia: cada vez son menos los que han leído  a Pynchon y más los que fingen haberlo leído. “Cada día más sometido a cuestión su estro macarra” ( página 85 ).
   Rubén Martín, aunque es un narrador con orificios, también escribe sin concesiones ni golosinas artificiales. En algunos momentos sus interpelaciones a Pynchon alcanzan la fuerza de un gran aliento poético. En las escasas páginas de este mini libro de tapas doradas inaugura un nuevo género: la epístola paranoica convertida en crítica fingida. Es lo que se merece Thomas Ruggles Pynchon, un escritor sin un solo orificio.



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