jueves, 16 de diciembre de 2010

El rostro de Gógol

El rostro de Gógol
Kjell Johansson
Nórdica Libros, Madrid 2010, 374 páginas
  
 En Nórdica Libros, una editora que debutó hace cuatro años en el mercado editorial español con el loable propósito de ser el sello de referencia en España de las literaturas de los países nórdicos europeos, acaba de aparecer, editado con todos los avances tecnológicos, pero sin menoscabo de los oficios tradicionales del editor, El rostro de Gógol del escritor sueco Kjell Johansson. El catálogo de Nórdica Libros se ha ido enriqueciendo a lo largo de estos años con autores clasicos y otros menos conocidos, pero que sobresalen igualmente por su calidad literaria: Torgny Lindgren, Knut Hamsum, Ingmar Bergman, Isac Dinesen, Henrik Ibsen, Johannes V. Jensen, Sjón, Kjell Espmark, entre otros.
   Kjell Johansson ( 1941 ), centró su interés como narrador en la literatura rusa y en 1989 publicó Gogols Ansikte, que Carmen Montes Cano traduce para Nórdica Libros con el título de El rostro de Gógol. El relato se hizo merecedor en su día del Gran Premio de Novela de Suecia ( 1989 ) y tuvo una excelente acogida entre el público lector sueco, así como en Francia, Alemania y Rusia, a cuyos idiomas fue traducido.
   El autor en un breve postfacio presenta El rostro de Gógol como la última novela de una trilogía sobre seres asustados y solos en la tierra de nadie que se extiende entre la realidad y la posibilidad. Y tal fue en efecto la vida de Nikolai Gógol ( 1809 – 1852 ), un ser dado a lo visionario y con inclinaciones a una religiosidad moralista, llevada hasta extremos patológicos. Sumido en conflictos psicológicos y espirituales, como el que le forzó a quemar el manuscrito de la segunda parte de Almas  muertas por el simple hecho de que los lectores y algún crítico celebraron la obra como crítica social. Gógol se asustó de tal interpretación y renegó de su obra. Al fallecer, su equilibrio mental había sucumbido ante los escrúpulos y el miedo al más allá.
   El mérito más reseñable de Kjell Johansson es el de haberse “apropiado” de la existencia de Gógol hasta el extremo de presentar su obra como una “autobiografía”, tan creíble que el lector tiene la sensación de estar escuchando el testimonio vital narrado por el propio personaje, desde la infancia, relatada con el lenguaje costumbrista, plagado de huellas líricas que reflejan el mundillo de la aldea, tan caro al escritor, hasta las angustias tortuosas de sus años adultos en los que gesta sus grandes obras en una situación anímica en la que se funde lo real con lo fantástico.
Kjell Johansson
   Es digno de ser destacado el esfuerzo de imitación y mímesis que, en el desarrollo de esta “autobiografía”, hace Kjell Johansson. Tenga la seguridad el lector de que al sumergirse en muchas de las páginas de El rostro de Gógol, tendrá la impresión de estar degustando literatura rusa del siglo XIX. Es así mismo reseñable que el texto de K. Johansson, a pesar del gran esfuerzo de documentación, no es historiografía sino una novela. Un auténtica novela, basada pues en la ficción, aunque se sirva de personajes y ambientes históricamente verificables. El narrador – esa es su obligación – injerta ficción en la realidad histórica de tal modo que, como en su día escribió Álvaro Pombo, aquella se convierte en un marcador semántico que transforma la historicidad de todo lo que se relata. Se anula la historia, es verdad, pero al mismo tiempo se la ilustra bellamente. He aquí pues la acción embellecedora de la literatura que los lectores hallarán en dosis abundantes en este presente editorial de Nórdica Libros.
                                                   
                                                                  

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